
Tres años han pasado desde que una primera franja de 200 metros, cayó al mar en el muelle de Puerto Colombia.
Sin embargo, desde antes de esa fecha, mucho se ha hablado y prometido sobre las posibles soluciones, sin llegar a nada concreto. El muelle sigue allí, y al mismo ritmo o quizás más rápido, sigue decayendo la calidad de vida de los habitantes que viven del turismo en la población.
Para los porteños, el problema del muelle ha simbolizado una especie de maldición debido a la cantidad de problemas que han surgido a raíz del colapso de la estructura.
La implacable erosión y la demora en la construcción de espolones que hoy en día han hecho que se haya perdido una gran franja de playa, que sumado a la tragedia del muelle, tiene a muchos de los habitantes de Puerto Colombia varados y al borde de la desesperación.
Desde comienzos de los 90 era latente el deterioro del histórico muelle, hasta el punto que la tan anunciada ‘solución definitiva’, de la venta del lote del Distrito 20 fue hecha en abril de 1996, durante el gobierno de Ernesto Samper quien hizo la entrega oficial del predio.
Luego inexplicablemente, la venta del lote ha dormido el sueño de los justos durante seis administraciones, incluida la presente, sin que se haya podido concretar nada.
El actual alcalde, Carlos Altahona, ha dicho una vez más, al igual que sus antecesores, con ocasión de la conmemoración del triste aniversario, que recuperarán el muelle con la venta del conocido lote del Distrito 20, que el Gobernador ya tiene autorización de la Asamblea y ha expresado públicamente su compromiso con el tema, y que solicitarán un nuevo avalúo con el fin de actualizar su precio de venta.
Al mismo tiempo, expresó que intentarán recuperar, mediante diferentes actividades programadas cada fin de semana por la propia administración, el flujo de turistas hacia Puerto Colombia.
Mientras las tan anunciadas soluciones llegan, la problemática para los caseteros se agrava, hasta el punto de que el alcalde se vio obligado a declarar la urgencia manifiesta el pasado lunes.
Ellos, que poco conocen de procedimientos y de los prolongados plazos de las obras públicas, dicen no querer mercaditos ni colchonetas. Piden ser reubicados en otro sector.
Otros han optado por tomar la solución en sus manos, y construir de sus propios recursos, espolones artesanales.
Por Rafael Pereira Martínez



















