El desfile era encabezado por el sonido del bombo y del clarinete de la banda de Puerto Giraldo, el contoneo de 20 faldas cumbiamberas seducidas por la tambora y el millo, y por la melodía de la danza Son de Pajarito, herencia musical de las poblaciones asentadas a orillas del Canal del Dique.
El ganadero Manuel del Cristo Martínez Romero convirtió su muerte en una fiesta; el cortejo fúnebre, en un desfile de Carnaval. Su cajón recorrió cinco calles del corregimiento Puerto Giraldo, en el municipio de Ponedera (Atlántico) con música, baile y licor hasta llegar al cementerio.
'El planificó su muerte hace cinco años, pero data de hace tres cuando lo escribió. Siempre hacía poemas sobre la muerte porque decía que iba a planificar su funeral e iba dejar todo pago', explicó Flor Martínez, la menor de sus ocho hijos, en el patio de su sobrina Vanessa Bolívar, alcaldesa de Ponedera.
Flor ha bailado durante más de dos horas cumbia, fandango y pajarito con la pollera que lleva puesta. No ha tenido tiempo para llorar. Lo hace solo cuando está sola, pero durante el día cumple el último mandato de ‘Mañe’ Martínez: 'menearle la falda hasta su entierro o de lo contrario dijo que me puyaba la nalga'.
Martínez Romero falleció el lunes a las 7:30 de la mañana, a los 87 años de edad, en la Clínica del Caribe en Barranquilla. Murió mientras dormía, como lo había deseado.
Nació en el municipio de Candelaria. Fue cuentero, compositor de canciones de la danza del Pajarito, líder comunal de Puerto Giraldo y concejal. Además, socio fundador de una empresa de lácteos, promotor de las corralejas del Atlántico e hizo parte de la Asociación de Ganaderos de la Costa (Asoganorte).
Antes de morir, hizo firmar a sus hijos un documento donde se comprometieron a hacer valer su macondiana voluntad: que durante tres días la gente le cantara y bailara, que estuvieran alegres como lo era él. Que en el cortejo fúnebre tocaran una papayera, un grupo de millo y otro de Pajarito. Que ninguna persona llevara ropa de color negro. Dejó paga una vaca para hacer sancocho y se repartieran sus carnes entre las personas que llegaban a rendir las honras fúnebres. Dejó pagas cuatro cajas de aguardiente y cuatro libras de clavito. Y dejó organizado a las 12 mujeres que iban a bailar en su funeral, pero al final se sumaron más a la causa.
'Él no quería que estuviéramos de luto, pero son sentimientos encontrados el tener que menear la pollera, mientras el corazón está destrozado', expresó su nieta-alcaldesa, en la terraza de la casa.
Las lágrimas en su rostro se mezclaban con las gotas de sudor, mientras en la sala la tambora ponía a bailar a Flor y más allegados.
Un afiche en una de las paredes mostraba la cara de Martínez con una expresión seria, que contrastaba con el sentimiento alegre que encomendó. Debajo se podía leer una de las frases que solía decir cuando se sentía indispuesto. 'Aquí, como barco a la deriva, con el casco roto hundiéndose con las luces encendidas'.
'El hombre era un personaje, siempre tenía un chiste o un comentario preciso para las situaciones', comentó un visitante entrado en años, habitante de Puerto Giraldo, que se acercó al féretro y observó por unos segundos el cadáver.
A la vivienda número 11-04, en la calle 4 del barrio San José, cualquier conocido podía llegar a darle el último adiós a ‘Mañe’ y degustar de un vaso de sancocho, gaseosa o aguardiente. Todo, amenizado por música de Carnaval.
El martes en la noche, en la calle del corregimiento denominada La Santa, los habitantes de Puerto Giraldo hicieron una ronda de fandango alrededor del féretro. La mayoría eran mujeres, mientras los parejos bebían licor.
Minutos antes de partir hacia la iglesia y luego al cementerio, Luz Mila Carrillo, cantora del Son de Pajarito, de 75 años, regaló ayer unos versos prometidos a Martínez. Los grupos musicales entregaron sus notas, las hijas derramaron lágrimas y los rostros tristes se escondieron entre máscaras carnestoléndicas.
Ayer, el desfile hacia el cementerio era encabezado por el sonido del bombo y del clarinete, el contoneo de faldas cumbiamberas y la melodía de la danza Son de Pajarito. El cajón recorrió cinco calles del corregimiento en medio de una macondiana ‘Gran Parada’ hasta la bóveda del camposanto municipal. ‘Mañe’ dijo adiós como lo planeó: entre baile, aguardiente y sancocho. Como lo pregonó y dejó por escrito.


