Compartir:

Cuando se encienden las luces en Barranquilla comienza la jornada del taxista nocturno. Entre las 6:30 y las 7 p.m. a Robert Manuel Quiñones Turizo, de 45 años, le llevan a su casa un taxi tipo zapatico que maneja hace cuatro meses.

Se despide de su esposa y sus dos hijos, se encomienda a Dios y le pide que le permita regresar a su hogar. Con los homicidios de dos compañeros en los últimos 13 días, aumenta la incertidumbre de no saber qué sucederá.

Dice Robert, como lo llaman sus colegas, que su trabajo es de alto riesgo, 'una lotería, una ruleta en la que cualquiera está expuesto a que lo maten'.

Su recorrido va de sur a norte y de este a oeste. No tiene zonas vedadas. La noche no se lo permite y a excepción de viernes y sábado, los servicios escasean.

Hay noches muy calmadas y ahí es donde está el peligro –anota–. 'Siempre está la presión de cumplir una tarifa, de llevar un dinero a la casa y no se discrimina ningún sector ni a ninguna persona. Toca medírsele', comenta el taxista mientras conduce.

Según Álvaro Forero, presidente de Conaltaxis y gerente de la cooperativa Coochotax, en Barranquilla y su área metropolitana hay más de 30.000 conductores de taxis que conducen unos 15.000 vehículos.

Calle 65 con carrera 9, sector al que llaman La Loma del Peligro, barrio el Bosque.

De esas 30 mil bocas que derivan su sustento de prestar este servicio público, clave en el funcionamiento de cualquier ciudad, solo el 10%, aproximadamente es dueño de su carro, afirma Jorge Guerrero, Presidente del Sindicato de Conductores de Taxi del Área Metropolitana (Sinchotaxi).

Recorrido riesgoso. La ruta diseñada por Robert comienza por el sector conocido como Fidel Castro, calle 70C con carrera 15, barrio La Esmeralda. La gente del sector observa con extrañeza el carro, las mujeres miran de reojo y los jóvenes lo hacen detenidamente, sin disimulo y de forma agresiva.

Dice nuestro guía que a ese barrio no llega después de 10 de la noche ni así esa sea la peor jornada de todas. Una moto con dos Policías está cerca de la esquina donde parqueamos. El fotógrafo desciende del automóvil, dispara su obturador hacia una calle destapada y la atención de los habitantes aumenta.

Tomamos la vía destapada y Robert aprovecha para acotar que esas vías 'o caminos de herradura' son aprovechadas por los delincuentes para atracarlos, una vez se reduce la velocidad.

Recuerda que cuatro veces lo han atracado y en una ocasión le robaron el taxi.

Calle 70C con carrera 15, sector conocido como Fidel Castro, en el barrio La Esmeralda.

Dice que eran tres tipos y el que estaba armado lo encañonó en un solitario sector del barrio Paraíso. 'Me dijeron que necesitaban el carro y yo no puse resistencia', narra el taxista.

Agrega que contó con la suerte que el taxi se les varó a los delincuentes y dejaron el vehículo abandonado.

El recorrido sigue y ahora el sector visitado es conocido como la Loma del Peligro, calle 65 con carrera 9, barrio El Bosque, según el conductor.

Afirma que esa es otra zona en la que los ladrones suelen llevar a los conductores. Una vez los encañonan, los bajan y se llevan el carro sin tocarlos, cuando corren con suerte.

El turno ahora es para la carrera 6 con calle 52C, barrio La Sierrita. Pasamos rápido por sugerencia de un habitante que se nos acerca y nos dice que unos reconocidos atracadores están cerca. 'Por aquí atracan', recalca el hombre.

Luego vamos a la carrera 8Sur con calle 62, sector de Siete de Abril. Se va haciendo más tarde, son las 9:40 p.m. y el sector luce más desolado. Hay pocas personas en las calles y son más las motos que aceleradamente suben y bajan por la carrera.

Le pregunto qué usa para defenderse en casos de emergencia y me muestra la varilla del gato que siempre tiene a su lado. 'Esta es por si acaso', contesta.

Luego el hombre busca la avenida Circunvalar y en silencio, como símbolo de respeto llega al sitio donde mataron a su último compañero de oficio, Manuel Antonio Martínez Rico de 37 años.

Señala con su dedo el lugar exacto. Ahí lo dejaron, nos indica. El sector es el de la mencionada vía, casi en frente del cementerio Jardines de la Eternidad, en Siete de Abril.

Avenida Circunvalar a la altura del cementerio Jardines de la Eternidad sur. Allí asesinaron al último taxista.

Continuamos por la Cicunvalar y Robert se estaciona en la entrada del barrio Villa San Carlos. Dice que antes ese era un sector tranquilo, 'pero últimamente se ha dañado'.

El recorrido termina y los dos coincidimos que en los barrios visitados son mayoría la gente buena y trabajadora. Sin embargo, las acciones delincuenciales de unos pocos dañan la imagen de esos sectores.

Otro taxista. José Barahona, lleva también 15 años conduciendo taxi. No duda en afirmar que 'ama su trabajo' porque gracias a él alimenta a su familia, construyó su casa y le dio educación universitaria a su hija.

Lo han atracado tantas veces que ya perdió la cuenta: con cuchillo, revólver, pistola y chopo.

Una vez creyó que lo iban a matar. Narra que los tipos lo amarraron, le vendaron los ojos y lo tiraron cerca del Caño de la Auyama.

Dice que hoy en día desconfía de cualquiera. Que la forma más común de atraco lo cometen en grupos de tres y siempre utilizan a una mujer para despistar.

Que también se da en moto y es para robarles lo producido del día. Que en la Circunvalar es peligroso recoger pasajeros y allí lo han atracado dos veces.

Que sospecha cuando ve a las personas secreteándose o mirándose sospechosamente y que por lo general son las mujeres las que esconden el arma en caso de que la Policía los pare. 'A ellas no las requisan', revela.

Barahona comenta que antes de taxista era soldado profesional y abandonó la milicia por pedido de su esposa. Lo que ella y yo no sabíamos –comenta– es que ser taxista es mucho más peligroso.