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Algo se siente al entrar a una cuadra del populoso barrio Hipódromo de Soledad. Desde la distancia se ve un corre corre que se toma tres casas. Un techo de polisombra en la terraza ayuda a mitigar el fuerte sol que muere en la entrada de una casa blanca, lugar del que viene todo ese movimiento. Personas que cargan sombreros, espumas, telas y lentejuelas van de un lugar a otro. Es el taller de la diseñadora Diana Rolando, el vestuario detrás de la inauguración de los Juegos Centroamericanos y del Caribe.

Un vaso de café y a trabajar otra vez. Sus ojos cansados delatan —a pesar del maquillaje— las horas que lleva sin dormir. 'Son más de 3.000 prendas confeccionadas en dos meses, con muchos acabados artesanales, en los que se han invertido más de 5.000 metros de tela', contó Rolando, guardándose los detalles porque el evento será una 'gran sorpresa para Barranquilla'.

Faltan seis días para el magno evento deportivo y en cada rincón del taller se respira la adrenalina de la entrega contrarreloj. Tres turnos en los que se dividen 120 trabajadores entre costureras, diseñadores, maquiladores, personal de corte, cierre, bordados, inspección y otras funciones se llevan a cabo en aquel espacio cargado de color y fantasía, donde fluye la inspiración de esta creadora made in Soledad.

'Este ha sido un gran reto para mi trayectoria', confiesa la diseñadora, orgullosa de lo lejos que le ha llevado su talento empírico para la creación y el diseño. Un trabajo 'de Soledad para el mundo'.

Vestida con un traje amarillo y sandalias de plataforma, Diana Rolando toca algunas prendas dispersas por la enorme sala, telones que por sí solos no parecen tener ningún sentido, pero que en la mente de ella cuentan una historia. La que se relatará en la inauguración de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, el próximo 19 de julio en el Estadio Metropolitano Roberto Melendez.

'La temática gira alrededor de una historia muy bacana y original que dará un giro grande y al hacerlo el vestuario cambia totalmente, será un show fantástico', señaló.

Las telas fueron diseñadas especialmente para el evento, algunas se trajeron de Bogotá y Medellín, y las demás fueron adquiridas en Barranquilla.

'La mayoría del trabajo se hizo aquí y una pequeña parte en talleres satélites por cuestiones de tiempo. Desde ya nos estamos mudando para el Metro, en un camerino que tendremos disponible para la parte de vestuario', explicó.

Asegura que la pasión y disciplina por su trabajo le ha abierto muchas puertas.

'En Carnaval yo me le mido a todo. Visto comparsas, carrozas, reinas y personalidades. El resto del año vivo de los trajes de novias. La oportunidad con los juegos llegó después de los Bolivarianos en los que mi trabajo salió muy bien. Cuando empezó la licitación para los Centroamericanos yo sentí que iba a estar en la producción y así fue. Evento en el que esté mi nombre yo lo siento mío, y trabajo de sol a sol para que salga perfecto', agregó.

Marlene Galvez, de 78 años tiene 50 cosiendo. Esta mujer de lentes y cabello canoso toma la tela con la maestría de una experta y la extiende sobre la mesilla de la máquina. En un abrir y cerrar de ojos los pliegos de tela están unidos.

'Me gusta mucho la costura. No lo hago todo el tiempo porque cuido a mi esposo enfermo, pero cuando hay mucho trabajo en el taller siempre me llaman', manifestó.

Rolando asegura que para ella lo más importante a la hora de contratar personal es que tenga ganas, 'después que se deje guiar'.

Para ella, el éxito de un trabajo de esa magnitud se da cuando se delegan correctamente las funciones de cada una de las partes.

Katerin Urina, de 22 años, camina de arriba a abajo con una carpeta en la mano y un bolígrafo en la oreja. Su función es dirigir el turno de la noche, entregar la producción y recibir indicaciones.

En su normal día a día, esta joven que empezó a trabajar en el taller desde los 20 años, decora, corta o borda vestidos de novia, de fiesta o Carnaval. Ad portas de los Centroamericanos y del Caribe 2018 es una de las manos derechas de Rolando, junto a sus tres hijos, a los que llama su 'fortaleza'.

'Mis hijos le han metido el alma a esta vaina al igual que todos los que trabajan conmigo', contó.

Rolando dice que con este proyecto ha podido incluir a personas de su municipio 'gente con la que se sentía en deuda', además de algunas mujeres de Piojó y Pital de Megua.

'Una de mis planchadoras cumplió años ayer, celebramos y le compramos una torta. Me dijo con lágrimas que en sus 30 años de trabajo nunca la habían felicitado. Esas acciones nos demuestran cómo es la situación laboral y humana del país. A mí me gusta ponerle el alma y el corazón a todo lo que hago'.