Por Lina Scarpati, periodista barranquillera
Los creyentes festejaron el Domingo de Ramos, jornada inicial de la celebración de la Semana Santa. Un período de reflexión que en infinitas ocasiones ha hecho parte de quien no se profesa seguidor de ninguna afiliación religiosa. Precisamente, en estos días la reflexión común está dirigida no sólo hacia nuestra sobrevivencia, sino hacia un valor universal y colectivo como la solidaridad, expresado tanto en reglas para contener la expansión de la pandemia como en el saber entregar.
Vea aquí: Diario de una barranquillera en Italia | La esperanza que se vive en esta Semana Santa
Donar una llama de esperanza sin reservas y prejuicios a quien desde el otro lado lo requiere, es insigne de la región Emilia-Romagna(donde habito), considerada como el epicentro de la colaboración humanitaria nacional e internacional y la segunda Región por contagio de COVID-19 en todo el país. Aquí, desde hace años la costumbre de adquirir un huevo de Pascua hecho de chocolate por medio de una asociación, fundación y a favor de comunidades desventajadas o proyectos científicos que requieran fondos es un regalo para el espíritu del donador, dejando relegado lo comercial a las góndolas de los supermercados.
Aclaro que el huevo de Pascua no es una invención anglo ni norteamericana. Llegó desde Persia a través de Italia al inicio del Cristianismo, esparciéndose por toda Europa como parte de una simbología que en primavera con el resurgir de la vegetación, adquiere un fuerte significado: El renacimiento, la vida unívoco para toda la humanidad y vigente en este momento.
Comencé a investigar los orígenes de la donación del huevo de Pascua, buscando una relación intercultural que entrelazara las tradiciones gastronómicas afrocaribeñas con Europa. ¡Sí que existen! esas raíces profundas y unívocas nos conducen hacia la esperanza, invencible y manifiesta en éste inicio de Semana Santa,universal y afín a cualquier pueblo. Buona Pasqua.