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La preocupación está latente por la salud de Miguel Ángel Russo. El entrenador de Boca Juniors se encuentra en un estado “grave” en su casa, según anunció este lunes el equipo argentino.

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A sus 69 años, sigue siendo el líder sereno de Boca, aunque hoy no pueda estar en el banco. Desde fines de septiembre, el entrenador atraviesa uno de los momentos más delicados de su vida. La lucha que comenzó en 2017, cuando le diagnosticaron cáncer de vejiga y próstata, se ha vuelto más dura. En el último mes fue hospitalizado tres veces por complicaciones en su salud, y actualmente se encuentra bajo atención médica domiciliaria, en un estado grave.

Su última aparición en el banco fue el 21 de septiembre, en el empate 2-2 ante Central Córdoba. Aquella noche, Miguel no se levantó del banquillo en ningún momento. Era una señal. Desde entonces, no volvió a dirigir al equipo. Pero su presencia, dicen todos en el club, sigue ahí. Aunque no esté físicamente, Russo sigue siendo la cabeza de este Boca.

Claudio Úbeda, su ayudante de campo, lo dejó claro tras la goleada 5-0 frente a Newell’s: “Este triunfo se lo dedicamos a Miguel. Por más que no esté en el día a día, está al tanto de todo. Lo queremos mucho y queremos que se ponga bien”. Leandro Paredes, capitán del equipo, se sumó al homenaje: “Le mandamos mucha fuerza. No es nada lindo lo que está pasando. Miguel es nuestra guía”.

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A lo largo de su carrera, Russo demostró una capacidad única para sacar lo mejor de sus jugadores. Campeón con Vélez, con Rosario Central, con Millonarios en Colombia, y, por supuesto, con Boca, dejó huella en todos los vestuarios que pisó. Nunca necesitó gritar. Su estilo era otro: firmeza en la calma, respeto en la autoridad, humanidad por encima del ego.

Miguel Ángel Russo siempre fue un tipo de perfil bajo. De esos que hablan poco pero dicen mucho. De los que ganan sin hacer ruido, con convicción, con trabajo, con códigos. Desde sus días como jugador en Estudiantes de La Plata, donde hizo toda su carrera, hasta su consagración como técnico campeón de América con Boca Juniors en 2007, Russo construyó su camino con humildad, profesionalismo y una fuerte presencia silenciosa.

Hoy, ese mismo temple lo acompaña en esta pelea. No es la primera vez que enfrenta la enfermedad, ni tampoco la primera vez que da un mensaje de fortaleza. “Mi enfermedad requiere atención constante. No podés descuidarte”, dijo alguna vez con entereza, sin esconderse, pero sin buscar protagonismo.

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El fútbol argentino lo mira con admiración y preocupación. Sus jugadores lo abrazan con las palabras que pueden, su cuerpo técnico intenta honrar su legado cada vez que pisa una cancha, y los hinchas le devuelven con afecto lo que él dio durante décadas: compromiso, trabajo y corazón.