Barranquilla amaneció con un aire distinto. La humedad pesada de la ciudad se confundía con la ansiedad de cientos de hinchas que, desde muy temprano, comenzaron a acercarse a los alrededores del Hotel Dann Carlton, punto de concentración de la Selección Colombia.
No importaba el sol intenso ni las incomodidades de esperar de pie sobre el andén: la cita era inaplazable. Había que estar cerca de los jugadores, verlos aunque fuera unos segundos y, sobre todo, hacerles sentir como en casa.

Con camisetas amarillas, banderas y carteles, los aficionados fueron acomodándose en la calle queda para la salida de uno de los parqueaderos del hotel, por dónde saldrían los jugadores de la Selección para ir a la segunda práctica en suelo barranquillero. Los niños se subían en los hombros de sus padres, los más grandes agitaban pancartas, y las gargantas, como un solo coro, se dejaban escuchar con la fuerza que solo despierta la pasión por ‘la Amarilla’.
La primera oleada de gritos llegó cuando algunos jugadores se asomaron en la entrada. El estruendo fue inmediato: “¡Lucho! ¡Lucho! ¡Lucho!”, se repetía una y otra vez cada vez que alguien mencionaba a Luis Díaz, el jugador que hoy es símbolo de orgullo en todo el país. No menos fuerte fue la ovación para James Rodríguez, quien sigue siendo el referente de toda una generación de hinchas. El nombre de Dayro Moreno también se entonó con insistencia, como si la veteranía del delantero se transformara en un grito de confianza. Richard Ríos, en ascenso dentro de ‘la Amarilla’, también sintió el respaldo de la multitud que coreaba su apellido con fervor.

Pero el momento más especial lo protagonizó el técnico argentino Néstor Lorenzo. Mientras la mayoría de jugadores se limitaba a saludar de lejos, el seleccionador decidió acercarse a la gente. Con calma, atravesó la calle y se aproximó a los hinchas, quienes compartieron un momento emotivo con el entrenador. Lorenzo firmó camisetas, estampó su rúbrica en carteles y hasta se dejó tomar algunas fotos que quedarán como tesoros personales en la memoria de quienes lograron alcanzarlo. Ese gesto encendió aún más la euforia y generó un agradecimiento colectivo que se tradujo en cánticos interminables: “¡Colombia! ¡Colombia! ¡Colombia!”.
La escena era la de un carnaval espontáneo. Los cánticos se turnaban, como si un director invisible marcara el ritmo: primero era “¡Dayro! ¡Dayro! ¡Dayro!”, luego “¡Colombia! ¡Colombia! ¡Colombia!”, para terminar de nuevo en el ensordecedor “¡Lucho! ¡Lucho! ¡Lucho!”.

El momento también sirvió para que los fanáticos emblemáticos de la Selección en todo el país se uniera en un solo grito de apoyo. ‘El Cole’ (de Barranquilla), ‘Pulpito’ (de Cúcuta), ‘Chirapo’ (de Jumbo, Valle) y ‘Halcón’ (de Bogotá), todos con Mundiales encima, se juntaron para mostrar unión previo a una fecha especial, la jornada que nos dará la clasificación.
‘El Cole’, referente barranquillero, habló con EL HERALDO del significado de su corte, un chulito en señal de aprobación.


“El corte se llama el aprobado. La razón es porque este es un chulo de aprobación. ¿Cuál es el mensaje? Que ganándole a Bolivia está aprobada nuestra clasificación al Mundial como una de las 48 selecciones que estarán en la máxima cita orbital, donde espero estar. Es un mensaje de motivación, de optimismo, de fe”, afirmó.
Mientras los hinchas alentaban, los jugadores de la Selección subían uno a uno al vehículo con sonrisas tímidas, algunos levantando la mano en señal de agradecimiento.

Cuando finalmente las puertas del bus se cerraron y el vehículo arrancó lentamente entre la multitud, el coro no se detuvo. La gente acompañó con palmas y gritos el trayecto inicial, como si quisieran empujar a la Selección con su voz hasta la cancha de entrenamiento.
Barranquilla volvió a confirmar por qué es la ‘Casa de la Selección’. La pasión desbordada, la entrega sin reservas y el calor humano fueron, una vez más, el mejor recibimiento para un equipo que sueña con clasificarse este jueves al Mundial. Un triunfo ante Bolivia le dará el ansiado tiquete a ‘Estados Unidos, México y Canadá 2026’.
