El Heraldo
Ledys Margoth López Polo, una cordobesa víctima del conflicto armado. Sebastián González.
Colombia

Lo que la violencia no le pudo arrancar a Ledys

En el 10 aniversario de la Ley de Víctimas, EL HERALDO cuenta la historia de una cordobesa afectada por la guerra con cuatro hechos victimizantes.

 Por: Jéssica Rocío Mora y César Augusto Marín (Periodistas de la Unidad para las Víctimas).

“Ese día mataron a mi padre, a dos de mis hermanos y a cerca de 10 personas más, al tiempo que me violentaban sexualmente, me pegaban un tiro en la cabeza, me torturaban y me partían el brazo izquierdo”.

Ese es parte del relato de horror que vivió Ledys Margoth López Polo el 20 septiembre de 1993 cerca de San Pedro de Urabá (Antioquia) luego de que integrantes de un grupo paramilitar incursionaran en una finca bananera en la que vivía con su familia y varios vecinos.

Ledys nació en Canalete (Córdoba), pero su infancia y adolescencia las vivió en Urabá. Al momento de los hechos violentos ella tenía 19 años y dos hijas bebés. Recuerda ella que hacia las 4:00 a. m. de ese día hombres armados entraron a la finca y “todo fue oscuridad”. 

“Llegaron partiendo y tumbando las puertas, les prendieron fuego a las casas y dividieron a los hombres por un lado y a las mujeres por el otro. A mí me amarraron a una mata de plátano con las manos atrás, al tiempo que a mi hermana y a un grupo de vecinos los pusieron a cavar una fosa”.

Cerca de las 6:00 a. m. mataron a la primera persona. “Fue a un vecino que se encontraba cerca de mí”. Uno de los hombres armados le preguntó a Ledys quién era esa persona, a lo que ella respondió que lo conocía porque todos eran vecinos. El tipo siguió haciendo otras preguntas y, de un momento a otro, le disparó y lo asesinó. “Hasta sangre me chispió en la ropa”, recuerda.

Mientras eso ocurría, apareció un grupo de personas a caballo que fueron obligadas a desmontarse y amarradas con el resto de los hombres. Simultáneamente, otros cavaban sus propias fosas mientras los sonidos de los disparos acallaban los llantos y lamentos de los presentes.

 

La mujer lidera su propio negocio. Sebastián González.

Clamores

“Luego me pasaron por donde ya habían asesinado a varias personas y yo vi horrorizada esos cuerpos. Uno de los hombres me golpeó con la cacha del revólver y el otro me rompió el vestido con un cuchillo y quedé prácticamente desnuda. Ahí fue donde me abusaron entre varios de ellos. Luego me doblaron el brazo para atrás y me lo partieron, estando así me volvieron a amarrar. Me patearon estando desnuda. Hubo un momento en que me caí y llegó otro de ellos, se abrió la cremallera de su pantalón y me orinó. Yo solo le suplicaba a Dios que no me abandonara. Cuando ya terminó vi que sacó el revólver y me pegó un tiro en la cabeza que entró por la parte de atrás y salió por el lado izquierdo. En seguida perdí el sentido. Al rato me desperté y cuando me iba  a levantar no pude, sentí que estaba toda mojada y pensé que me había orinado y no; todo era sangre”.

Para ese momento, los paramilitares ya habían asesinado a varias personas entre esas a su padre Miguel Ángel y a sus hermanos Linet del Carmen, de 16 años, y Miguel, de 22, e incinerado todas las viviendas.

Ledys no podía mover la pierna izquierda ni el brazo fracturado pues la inflamación era extrema, solo clamaba y clamaba a Dios que la ayudara a salir de esa situación.

“Había un silencio sepulcral porque los agresores ya se habían ido y lo único que escuchaba era el llanto de un bebé. Como pude, y casi arrastrándome, llegué hasta allá y resulta que era mi hija de ocho meses. Después me contó mi abuela que cuando le prendieron fuego a la casa lo primero que hizo fue coger a mi hija menor y dejarla cerca de un tanque de agua, allí la encontré. Cogí la niña y le di seno. Estaba toda moradita del frío”.

Al rato, cuenta la mujer que se encontró a un niño quien le dijo que su hija mayor estaba en una quebrada, donde la encontró. Ese niño, huérfano por aquella masacre, fue adoptado por Ledys pues no tenía otro futuro.

Transcurrieron unos minutos y pasó un hombre en un caballo y la llevó a un hospital en donde le enyesaron el brazo, le curaron la herida de bala de la cabeza y le revisaron el cuerpo debido a la agresión sexual.

En la fosa que ayudó a cavar su hermana quedaron los cuerpos de ella, su padre, su hermano y cerca de 10 personas más asesinadas ese día. Tras esta tragedia decidió irse para Montería con sus hijas. Tenía que salir de aquella zona lo más pronto posible.

Para ese momento se acercó a la Red de Solidaridad Social y a la Fiscalía. “Quedé muy maltratada, cuando orinaba sentía que olía a feo, sentía que estaba podrida”, comenta ella recordando que eso mismo les comentó a las personas de la Fiscalía. Después vino una cirugía y un tratamiento médico que le ayudaron a recuperarse físicamente. Con el paso del tiempo se reencontró con su madre a quien daba por desaparecida luego de la masacre.

Ofrece su productos a toda la comunidad. Sebastián González.

Señalamientos

Se instaló en Montería donde por aquel entonces toda persona que arribaba desplazada por la violencia la estigmatizaban porque decían que era de la guerrilla. Por ello sus hijas también fueron víctimas de matoneo en el colegio, sumado al hecho de que Ledys era madre soltera.

En Montería asistió de manera virtual a unas audiencias de Justicia y Paz e identificó a uno de sus victimarios conocido con el alias de ‘El burro’.  “De él si me acordaba claramente porque era afro, calvo y alto”. También habló virtualmente con alias ‘Monoleche’, quien aceptó que la Casa Castaño había ordenado esa masacre y le pidió perdón a través de aquella pantalla, a lo que Ledys le respondió: “Que los perdone Dios que es el único que lo puede hacer”.

Sin embargo, la violencia estaba lejos de irse del entorno de Ledys. En 2015 otro de sus hermanos, Miguel, fue asesinado en una calle de la capital de Córdoba. “Él, días antes, me comentó que sentía que lo estaban siguiendo y le dije que seguro era paranoia, pero resultó que sí era cierto y lo mataron”.

Su vida comenzó a tener otro rumbo. En su trasegar encontró en entidades como el Sena y la Unidad para las Víctimas el apoyo para volver a nacer.

Receta para olvidar la violencia. Tras vivir esa pesadilla de aquel septiembre negro, con el paso del el tiempo, Ledys empieza su día con una sonrisa. Abre su recetario exquisito lleno de emociones que le permiten iniciar su jornada feliz, luego prende su fogón y deja lista la preparación de sus almuerzos, congelados y jugos que componen el menú de su negocio “Las Delicias de Ledys”.

Su historia de reparación empezó con un deseo real de progreso, de no abandonar sus sueños más profundos y con un corazón pidiendo a gritos compensación integral que le permitiera dejar su dolor en el olvido. Su determinación fue clave en el proceso y para iniciar ella empezó a recibir acompañamiento psicosocial a través de la estrategia de reparación emocional de la Unidad para las Víctimas, permitiéndole perder el miedo de pertenecer a la fundación “Mujeres víctimas de violencia sexual del departamento de Córdoba”.

“Este espacio me sirvió para desahogarme, gracias a Dios no quedé en estado de embarazo, ni tampoco me dejaron nada incrustado como a otras compañeras; sí me dejaron muy herida, pero lo logré superar”.

Así mismo, le brindaron apoyo entidades como la Fiscalía y el Sena en otros ámbitos, como el de su preparación educativa: “fue algo espontáneo. Decidí estudiar gastronomía y a través del Sena tuve primero una preparación de seis meses, cumpliendo con los requisitos, uno de ellos era ser madre cabeza de familia desplazada y con ganas de trabajar. Empecé a tener buenos resultados y me pasaron para recibir una educación superior a las universidades Cooperativa y Universidad Pontificia Bolivariana. Me enseñaron a manejar un computador y a practicar el manejo adecuado de los alimentos; la verdad nunca pensé que se me iban a dar tantas cosas”.

A partir de allí, el deseo ferviente de servir aumentó. Tocó las puertas del Centro Regional de Atención a las Víctimas en Montería para que le permitieran dedicarse desde las 5:00 a. m. a mantener el lugar acondicionado, barriendo el patio y recogiendo las sillas. Cerraba su día escuchando las historias de otras víctimas a las cuales también les compartía la suya, expresándoles que era como una terapia que todos necesitaban porque así sentía que expulsaba todo el rencor y el dolor que guardaba y le ayudaba a sanar.

Pronto los directivos, tras notar su colaboración y dedicación, dispusieron de un espacio para que desarrollara su talento: comenzó a cocinar las comidas de los funcionarios de la entidad mientras vendía sus congelados.

Años después volvió con la Fiscalía y otras autoridades para tratar de exhumar los restos de sus tres familiares y las personas que fallecieron en aquella masacre, pero la lluvia de aquel día fue tan fuerte que impidió la diligencia. Por el momento Ledys espera que se vuelva a programar nuevamente la histórica cita con su familia y vecinos para darles, por fin, cristiana sepultura.

Otro obstáculo

Cuando todo iba bien, otra crisis se antepuso: la pandemia del covid -19. La entidad cerró sus oficinas limitando así su modo de subsistencia. Sin embargo, esta mujer de hierro encontró una nueva oportunidad. Se le ocurrió la gran idea de montar su emprendimiento con todo lo que había aprendido y a su negocio lo llamó “Las delicias de Ledys”.

Con sus tenis blancos, recorrió la urbanización donde reside y encontró un lugar para arrendar por $200 mil; adelantó dos meses de una vez. Con su fe intacta y arrodillada en su cama, le pidió a Dios provisión y en ese momento sus hijas le aportaron la idea del préstamo del dinero. Consiguió el monto solicitado y empezó a organizar su negocio, pintándolo con los pocos recursos que le quedaban, en marzo de 2021.

“Estoy muy emocionada porque puedo innovar con mis productos; ahora los estoy haciendo a base de una marca de gaseosa como lo son: panzerotti, empanadas, deditos de tres variedades: arequipe, bocadillo y queso. La idea de la gaseosa surgió porque el agua se había ido y vi un litro de esa gaseosa puesto en la mesa, entonces al ver la necesidad tomé la harina, la mezclé con la gaseosa y manos a la obra. Me dije, no voy a perder esta venta y empecé a trabajar con mis hijas, quienes han vivido todo este proceso de lucha”.

“Tengo un cuaderno de contabilidad que mi hija la que estudia esta misma carrera me ayuda a sacar las cuentas. La otra hija que estudia administración también me apoya. Yo hago los alimentos en la mañana y mis hijas vienen en la tarde, terminan de vender conmigo y me dicen:  mami así sea $100 que cojas, lo debes de anotar”.

Este negocio le aporta para cubrir sus necesidades básicas y personales haciéndola más fuerte y positiva. Hoy en día, Ledys es ejemplo de valentía y empuje. No solo hace domicilios, también vende en la urbanización donde vive, que está compuesta por más de 3.000 apartamentos. Se proyecta a un año, conseguir un local más grande y ofrecer productos de mejor calidad con máquinas de alta tecnología

Quienes frecuentan su negocio saben que le pone amor a todo lo que hace. Lo que no saben es que detrás de esa mujer que se esfuerza diariamente, hay una historia de dolor, que ella aprendió a mirar atrás solo con una receta que le funciona perfectamente: “Todo lo que hagas, hazlo con el corazón”.

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