Rutas de narcotráfico, la ubicación de un poderoso arsenal, campamentos de las disidencias, identidades de colaboradores y cabecillas de mandos medios, nombres de testaferros y otros datos clave sobre las disidencias de ‘Iván Mordisco’ están en poder de las autoridades luego de que Anderson Andrey Vargas Sun, alias Kevin, uno de los principales jefes de la estructura Carlos Patiño, se entregara a finales de agosto.

EL HERALDO conoció que desde que ‘Kevin’ se presentó voluntariamente a finales de agosto en el Cauca, sus confesiones han abierto un nuevo frente de debilitamiento para estas organizaciones armadas.
Con esos datos, las Fuerzas Militares llegaron en las últimas horas hasta la vereda La Floresta, en zona rural de El Castillo, Meta, donde descubrieron un escondite que parecía un arsenal de guerra.
En el lugar encontraron 23 fusiles semiautomáticos, dos morteros, 18 granadas para mortero, 30 explosivos listos para ser lanzados por drones, 15 minas antipersonal, además de munición, granadas, equipos de comunicación y material de intendencia. Todo este poder de fuego, según las autoridades, estaba destinado a atacar bases militares, estaciones de policía e infraestructura estratégica del Meta, como torres de energía y oleoductos.

La incautación no es menor: significa un duro golpe a la capacidad ofensiva y logística de las disidencias de Mordisco en un momento en que buscaban expandirse en Meta y Cauca, incluso en medio de confrontaciones con la facción de alias Calarcá. La pérdida del arsenal, sumada a la deserción de Kevin, afecta la moral y la financiación del grupo, pues limita el control sobre cultivos de coca, cristalizaderos y las extorsiones que les permitían sostenerse.
De acuerdo con la investigación, las armas habían sido entregadas a la estructura Martín Villa por los narcotraficantes invisibles alias Cheli y Toro, como pago por el resguardo de cultivos ilícitos y rutas de salida de droga. Pero la cooperación de Kevin terminó por cortar ese engranaje.
Vale mencionar que estos ‘narcos invisibles’ son dos hombres de 35 y 40 años, quienes desde su juventud ingresaron al negocio ilícito de la marihuana y luego al tráfico de pasta base y clorhidrato de cocaína.
De acuerdo con la información que pudo conocer este medio, con el paso del tiempo estos dos narcos invisibles acumularon cuantiosas fortunas que lavaron a través de testaferros en la compra de fincas, balnearios, ganado, apartamentos y vehículos de carga.
De acuerdo con información oficial, ambos envían mensualmente más de cinco toneladas de droga hacia Centroamérica, con destino principalmente a los carteles de Jalisco Nueva Generación (CJNG) y de Sinaloa. Recientemente se habría detectado una nueva ruta con la organización criminal La Nueva Familia Michoacana, que se encuentra en proceso de reacomodo y habría encontrado en los cargamentos colombianos un soporte económico clave.