El Heraldo
Tumbas en el cementerio Santa María. César Bolívar
Barranquilla

Ni a los muertos dejan descansar en paz

Denuncian desaparición de tumbas y restos mortales en el cementerio Santa María.

En el cementerio Santa María, ubicado en la localidad Metropolitana de Barranquilla, los muertos parecen tener vida propia. Desaparecen de sus lugares de reposo y sin dar previo aviso de que no desean pasar sus últimos días en un solo lugar, no se vuelve a saber más de ellos.

O al menos eso aseguran las personas que depositan en ese camposanto, donde la maleza y la penumbra son el principal paisaje, los últimos restos que quedan de sus familiares, amigos y conocidos.

La familia Woo asegura desconocer el paradero de los restos de su padre. Wilson Woo Cantillo, que fueron trasladados hace tres años desde el cementerio La Paz hasta el Santa María, donde esta familia conformada por 10 hermanos asegura tener una bóveda y donde hace menos de un mes no saben qué pudo ocurrir con sus restos.

“Mi hermana era la que siempre estaba pendiente de venir a verlo, porque muchos de nosotros trabajamos y yo me enfermé y no podía estar tan pendiente. Entonces ella era la que venía y se dio cuenta. Llegó a la casa llorando y diciendo que habíamos perdido la tumba”, asegura Yesmi Woo mientras señala la bóveda 1654 donde debería estar su padre.

Según el relato de la mujer, en el sitio donde deberían reposar los restos de su padre hay otra persona enterrada. Una de la que nunca habían escuchado, jamás se enteraron de su muerte y de la que nunca han visto llegar familiares.

Yesmi Woo construye el nicho que le dieron junto a sus familiares. César Bolívar

Pero la mayor incertidumbre para ellos es desconocer hasta el momento qué fue de los restos de su padre, fallecido hace nueve años, y dónde llorarán cuando alguien más de esa familia pase al mundo de los muertos. “En la administración lo que nos dicen es que aquí nadie tiene nada y que están tomando las tumbas deterioradas y las están arreglando, pero que no nos preocupemos, que si a mí o a alguien de mi familia le llega a pasar algo nos consiguen otra bóveda”, afirma Woo, quien agrega que entre sus familiares acordaron aceptar un nicho que les ofrecieron para tener seguras las próximas muertes y un perdón durante cuatro años del pago de la administración del campo santo.

Unos metros más allá de donde los Woo construyen con bloques y concreto el nicho que les ofrecieron y pasando entre varias bóvedas, tumbas y matorrales que abundan en el paisaje mortuorio, Iván García Guerrero vive su propio drama.

Asegura haber comprado hace varios años un terreno dentro del cementerio por un valor cercano a los $300.000 que entregó al anterior administrador y que luego lo utilizó para enterrar allí a su tío Reinaldo García.

“Hace como seis meses se me dio por venir a visitar a mi tío, porque estaba en un entierro aquí mismo y cuando llegué me encontré con que ya lo habían sacado. Pregunté por los restos de él y nadie me dio respuesta”, dice Iván García junto a la tumba en la que asegura debería estar su tío y en la que ahora predomina una pequeña cruz de madera blanca en la que se alcanza a leer con letras negras: Alcides Hernández.

García Guerrero comenta que para él no es importante ese terreno ya; su madre murió hace dos meses y él alquiló ahí mismo una tumba por la que pagó $500.000, en la que le garantizará por cinco años un lugar donde descansar. Su verdadero problema es saber “dónde están los restos del tío mío”.

Iván García Guerrero señala la tumba donde debería estar su tío. César Bolívar

Los restos de cuerpos que no aparecen y la ‘sorpresa’ de no encontrar a su familiar esperado en el lugar donde debería estar no es todo lo que inquieta a los vecinos de la localidad Metropolitana.

Jhonys Ayala Manjarrez afirma que con “mucho esfuerzo” construyó un tercer nivel en la bóveda de su familia, porque “uno nunca sabe qué pueda pasar con la familia de uno” y también fue su sorpresa cuando llegó y encontró que un cuerpo que hace parte de linaje descansa en ese lugar.

“Nosotros construimos esa bóveda con esfuerzo y armamos el tercer piso para una emergencia porque uno nunca sabe qué pueda pasar con la familia de uno y llega la administración y alquila eso sin saber con cuánto esfuerzo lo hizo uno”, señala Ayala Manjarrez.

El hombre señala los muertos que hay enterrados en la que describe como la “bóveda familiar”. “En la primera parte está mi papá, en la segunda mi tío e hicimos el tercero para tenerlo ahí. Y mire ahora, ellos tomaron el atrevimiento de romper la bóveda para alquilarla”.

Ayala Manjarrez dice que se siente afectado con lo que le pasó a su bóveda. Sostiene que ese camposanto es de personas humildes y que desde hace años trabajan con sus propias manos y su propio esfuerzo para asegurar “lo único que uno tiene seguro en la vida”.

“Si alguien alquila y compra el predio eso es problema de cada persona, un administrador tiene que respetar los espacios porque uno nunca sabe si hay personas viajando, si no están o qué para que vengan con el atrevimiento de alquilarlas”, finaliza.

Nosotros construimos esa bóveda con esfuerzo y armamos el tercer piso para una emergencia porque uno nunca sabe qué pueda pasar con la familia de uno y llega la administración y alquila eso sin saber con cuánto esfuerzo lo hizo uno

La administración

Sobre estos casos, el administrador del cementerio, Javier Ariza, asegura que la función de ellos no es otra que recuperar las bóvedas y lugares que están en el abandono.

“Nuestra labor es recuperar las bóvedas que están desocupadas y abandonadas. El señor Manuel (anterior administrador) hizo una figura en la que aseguraba que le vendía a la gente, pero en realidad él no les vendía nada, les daba era un contrato de arrendamiento y les daba un documento”, explica el administrador.

Según información entregada por Ariza, lo primero que hizo al hacerse al frente del cementerio, el pasado 28 de mayo, fue organizar un censo para detectar las condiciones en las que se encontraban las bóvedas, nichos y tumbas del lugar.

“Hay gente que dura hasta 10 y 20 años sin venir acá y ahora aparecen a decir que las bóvedas son suyas y que son propietarias de eso. Nosotros con el censo hemos venido trabajando las bóvedas que están dañadas y desocupadas”, afirma Ariza y agrega:

“Hay muchos casos que ocurrieron en la administración anterior y de eso no puedo responder, si no del 28 de mayo para acá, pero yo a nadie le he dado autorización que abran nada porque eso es un delito”.

Tras el censo, la administración afirma que en ese cementerio hay unas 3.000 bóvedas, entre ocupadas y vacías, y un sinnúmero de tumbas en el suelo en el “que ya no se puede enterrar más porque uno está cavando y se encuentra con cuerpos ahí abajo”.

“Aquí hay gente que viene y me dice que les venda un terreno, pero yo no puedo vender nada a nadie, porque esto no es mío; esto es del distrito y aquí todo lo hacemos arrendado. El día que a mí me digan vende, yo vendo; pero de resto no. Yo estoy dispuesto a dialogar con todas las personas que tengan algún inconveniente; pero que vengan a hablar”, concluye Ariza.

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