Por: Gustavo Arrieta
*Usuario Wasapea
Recuerdo que la noche había transcurrido con tranquilidad, incluso logré dormir con rapidez esa noche, algo poco común en mi caso.
Entrada la madrugada, entre las dos o tres, me vi recostado en mi cama. El sueño parecía muy común, pensé, pero rápidamente noté algo muy peculiar. Empecé a sentir el cuerpo muy pesado, no podía siquiera mover la cabeza de la almohada. Me costaba respirar debido a que la presión en mi pecho se hacía más fuerte en cada momento.
Fue allí cuando lo noté. Del lado derecho de mi cama surgió una figura oscura, aunque de su rostro solo podía notar su sonrisa escalofriante y perturbadora. El tiempo parecía haberse detenido. La aparición se posó cerca de mi pecho e hizo el gesto de colocar su mano sobre él.
Poco a poco se acercaba más, dejándome ver su sonrisa, era como si disfrutara de mi agonía. Ese momento no duro más de unos minutos, pero para mí fue una eternidad. Luchaba por alejarme del horrendo ser sin lograr nada, cualquier esfuerzo era en vano. Hasta que así como empezó, acabó. Poco a poco dejó de sonreír y la presión que sentía sobre todo mi cuerpo fue disminuyendo.
Vi cómo se alejó y se mezcló con la oscuridad que yacía en una de las paredes de mi cuarto hasta desparecer.
Me tomó unos momentos volver en mí y recobrar fuerzas para levantarme de mi cama. Me levanté y me acerqué a la pared de la cual se había desvanecido, pero no había nada raro. Salí de mi cuarto y revisé las demás habitaciones, no había nada extraño. Fue como si nada hubiera ocurrido.