El Heraldo
Virgilio Montaño, juez de paz, organiza su archivo de casos acumulados en la localidad de Suroriente. Hansel Vásquez
Barranquilla

“Judicatura no nos ha dado ni un lápiz”: jueces de paz de Barranquilla

Un vocero de los conciliadores aseguró que desde su posesión en 2017 les han prometido recursos al Consejo Superior de la Judicatura para ejercer su labor.

Sin hojas de papel ni lapiceros; ni despachos ni computadores. Así trabajan los jueces de Paz de Barranquilla, según las denuncias hechas por algunos de los 58 que fueron elegidos democráticamente hace dos años para un periodo de cuatro años.

“Nos prometieron que nos iban a ayudar con recursos y materiales para nuestro trabajo, pero eso nunca ha sucedido”, manifestó Juan Álvarez, vocero de estos conciliadores.

“Cuando fuimos elegidos, hace dos años, el Distrito y el Consejo Superior de la Judicatura nos prometieron recursos para nuestro trabajo. No pedimos un sueldo, pedimos herramientas para poder seguir ayudando a la gente”, indicó Álvarez, juez de Paz de la localidad de suroccidente.

Distribuidos en las cinco localidades de la ciudad, los 58 jueces de paz y reconsideración pertenecen al poder judicial de Colombia. Su función, la de conciliar disputas entre ciudadanos, resulta de vital importancia para esta rama del poder nacional, pues son ellos los encargados de descongestionar a otros despachos como los juzgados de pequeñas causas, atiborrados de casos, y las inspecciones de Policía. Estas instancias son a las que, generalmente, acuden los ciudadanos para conciliar casos de menor cuantía.

Aunque reconocen que su trabajo es ad-honorem, por lo que no reciben honorarios, los jueces de Paz dicen que han solicitado a la Alcaldía de Barranquilla y al Consejo Superior de la Judicatura que les den la mano en estos temas. 

“Varias veces nos han convocado para hablar del tema y siempre es lo mismo: puro contentillo y nada de certeza. El Distrito nos prometió que nos iban a dar herramientas para trabajar, nosotros solo pedimos hojas, lapiceros, un computador y los despachos para ejercer nuestras funciones”, agregó Virgilio Montaño, juez de paz de la localidad Suroriente.

Jueces de paz en una capacitación en Barranquilla. Hansel Vásquez

Sin despacho

El problema principal, según denunciaron, es que no tienen oficinas en ninguna de las cinco localidades de la ciudad. En algunos casos, como en Suroriente, Virgilio Montaño atiende en la oficina del Consultorio Jurídico de la Alcaldía de esta localidad; y en Suroccidente, algunos están asentados en la Casa de Justicia. 

“No tenemos oficinas en las diferentes localidades como debería ser. El Alcalde se comprometió en nuestro evento de posesión a darnos todo lo necesario para el óptimo desarrollo de nuestras funciones y hasta hoy nada”, denunció Álvarez, quien —como otros jueces de Paz— ha tenido que “dar de su bolsillo” para costearse las herramientas de trabajo.

El distrito

Ante estas denuncias, la Secretaría de Gobierno de Barranquilla indicó que la responsabilidad del funcionamiento o condiciones de trabajo de los jueces de Paz es del Consejo Superior de la Judicatura (CSJ), de acuerdo con la ley 497 de 1999. Por lo tanto, señalaron que los recursos para tales fines los debe destinar, por ley, CSJ.

“La labor que cumplen los jueces de Paz en la ciudad es muy importante porque ayuda en la solución integral y pacífica de los conflictos que se pueden presentar en la comunidad o entre particulares. Estas soluciones se dan de manera directa y logran que casos menores se resuelvan a través del diálogo y de forma imparcial”, explicó el secretario de Gobierno del Distrito, Clemente Fajardo. 

Aunque, según recalcó la Secretaría de Gobierno, “los jueces de Paz no fallan en derecho, sino en equidad”. Es decir, los jueces de Paz intervienen en conflictos que sean negociables y conciliables, reduciendo así los casos pendientes en las instancias de justicia ordinaria.

Sin herramientas

A pesar de que los fallos emitidos por los jueces de Paz tengan total validez y deban acatarse, estos conciliadores trabajan muchas veces sin las “herramientas adecuadas”, que pueden ir desde un lápiz o una hoja, hasta un despacho en el que atender las conciliaciones que presiden diariamente.

“Trabajamos casi que con las uñas. No contamos ni con auxilio de transporte ni con ningún tipo de ayuda. Nuestro trabajo es ad-honorem, sí, pero lo mínimo que pedimos es contar con los recursos para llevar a cabo nuestras labores. Pedimos al Consejo Superior de la Judicatura y al Distrito que cumplan lo que nos prometieron”, expresó Rubén Ortega, juez de Paz.

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