El Heraldo
Deivis Crespo abraza a su mama, Josefa Constante. César Bolívar
Barranquilla

“El odio de Maduro a los colombianos es inexplicable”

Deivis Crespo, otro de los liberados, llegó ayer a Barranquilla. A Sincelejo arribaron el lunes dos de los detenidos en Caracas. 

Deivis Crespo regresó a Barranquilla tras permanecer 15 años en Venezuela. Ayer bien temprano, a las 5:45 de la mañana, ya estaba cruzando el puente Pumarejo, unos metros más adelante se bajó y tomó un taxi hasta su casa, en el barrio La Luz.

Al llegar fue recibido por los abrazos de su madre, Josefa Constante, y demás parientes. “Fueron 15 años fuera de casa, de los cuales tres estuvo preso. Aunque no perdí la fe nunca, la resignación en mí se iba apoderando poco a poco. Yo no me imaginaba este momento”, dijo la mujer.

Crespo venía desde Cúcuta, ciudad a la que llegó el pasado sábado luego de que la justicia venezolana ordenara su libertad y posterior deportación, tras permanecer dos años y nueve meses detenidos junto a otras 58 personas en Caracas, por órdenes de Nicolás Maduro, quien los acusó en septiembre de 2016 de ser “paramilitares” y “mercenarios”.

“En Maduro siempre hay un mensaje xenofóbico inexplicable hacia los colombianos. Para él somos paramilitares y delincuentes. Muchos les creyeron su mensaje y se ensañaron con nosotros”, señaló  Crespo desde la terraza de su casa. 

Las condiciones de detención de este hombre de 33 años se dieron en condiciones diferentes a la de la mayoría de las otras personas que estuvieron detenidas con él. 

Las OLP

El 13 de julio de 2015 el gobierno del presidente Nicolás Maduro anunció la entrada en funcionamiento de la Operación de Liberación del Pueblo (OLP), una estrategia para “resguardar” la seguridad de los venezolanos, “frente a las pretensiones de algunos sectores de importar la práctica del paramilitarismo de Colombia”. 

“Miembros de la OLP se metieron en mi casa la mañana del 26 de agosto de 2016. Fueron muchos policías, me sacaron de mi casa, me pidieron los documentos, pero yo no estaba legal y me llevaron a una comisaría. Yo estaba con mi esposa y mis dos hijos, uno de tres años y uno de 4 meses”, relató Crespo. 

El procedimiento de los operativos consistía en el despliegue de un grupo de uniformados que tomaban de manera temporal una zona. Retenían a las personas mientras eran verificados en un sistema de información policial, a fin de determinar si habían cometido algún delito. 

Un año antes, en agosto de 2015, el gobierno de Maduro anunció el cierre de la frontera entre ambos países, lo que conllevó a la deportación masiva de colombianos, “abusos policiales e incluso ejecuciones extrajudiciales”.

“Maduro hizo que algunos de los policías se ensañaran muy feo con nosotros. Nos pegaron y nos humillaron. Pareciera que bajo ese trato hacia los colombianos quisiera ocultar lo que se dice de él, que es de Cúcuta”, apuntó el barranquillero. 

Junto a Crespo también llegaron:  Alberto de León,  Daniel Rojano y Pedro Suárez; de Campo de La Cruz y Elder Escorcia de Manati, con este grupo finaliza el proceso de retorno a sus ciudades de origen de los colombianos que estuvieron detenidos arbitrariamente en la capital venezolana. 

El cautiverio que dejó huellas

 Dos de los 12 sucreños que estaban detenidos en Caracas llegaron a Sincelejo la tarde del lunes con un solo propósito: reencontrarse con sus familias.

El lunes festivo Yair Tapia Valdez, uno de los liberados, arribó junto a Darwin Quiroz, otro joven encarcelado, a la tierra que  lo vio crecer. A ellos, las circunstancias los convirtió en hermanos de la vida.  

El afán que tenía el joven, de 29 años, era para ver a su madre, su hijo y demás familiares. Cuando llegó a su vivienda en el barrio El Salvador, norte de Sincelejo, todos al verlo llegar se confundieron entre abrazos y lágrimas.

A él, como a los demás liberados, le tocó viajar con lo poco que les dejaron sacar el sábado de donde estaban detenidos. A muchos la caridad de varias personas los tiene hoy en sus casas.

Para Tapia Valdez, que se trajo con él,  el marcado acento venezolano, en especial, el hablado caraqueño, población del estado de Miranda,  no ver a su familia  se convirtió en su peor pesadilla, ya que ese mismo año, su mamá dos meses antes fue deportada, por lo que se quedó solo.

El tercero de seis hermanos viajó a esa nación  con la ilusión de un mejor futuro. Le tocó dedicarse a pegar cerámica y otras labores de albañilería.

Todas las tardes en  el galpón, como llaman ellos el lugar en el que los tenían privados de la libertad, realizaba ejercicios, y en otras ocasiones jugaba dominó, oían la radio, leian y jugaban en sus telefónos. 

Hubo momentos en que Yair pensaba en que no iban a salir de ese lugar.

 “A veces pensábamos que nos iban a matar. Yo creo que eso lo hizo Maduro por capricho y por la mala que le tiene a  los colombianos”, agregó el secreño.

Al preguntarles a Yair y a Darwin  que le dirían a Nicolás Maduro, dijeron jocosamente esta expresión: “Mejor pregúntanos qué no le diríamos”.

Sin embargo, anotó que lo que le diría se lo dice desde acá de Colombia, pues de frente es capaz de hacerles algo, expresaron entre risas.

Contó que había noches que no dormía, por lo que se ponía a rezar y a recordar las cosas que haría estando en libertad. 

“En una ocasión una infección en la piel me atacó y eso me bajó el ánimo. Muchas veces llamé a mi mamá llorando, porque eso fue horrible”, narró.

La primera vez que se los llevaron con la excusa de verificar sus antecedentes fueron hasta una estación de Policía llamada Mari Pérez. Allí, duraron 15 días y  los pusieron a la merced del sol y del agua.

Entre tanto, Darwin quien no sabía para donde iba debido a que es oriundo de Cartagena, se embarcó en una buseta que salió rumbo para hacia el municipio de Tolú, a eso de las 6:15 de la tarde del lunes, a encontrarse con su padre.

El muchacho, de 25 años, contó que fue una experiencia desagradable, pues en ocasiones las comidas se las llevaban con clavos y vidrios, por lo que muchas veces no comían.

Agregó que también fue doloroso despedirse de la familia que crearon en ese recinto. El adiós, a muchos, les costó lágrimas.  

La mayoría de los liberados afirman que volvería a Venezuela, pues a pesar del mal rato, este país también les brindó momentos felices. 

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