El Heraldo
Reinaldo Rivero, de camiseta naranja, selecciona los alimentos que le indica una cliente de su negocio. Luis Rodríguez Lezama
Barranquilla

Comerciantes del mercadito de Boston reclaman “soluciones”

Propietarios de negocios afirman que el lote baldío representa un “foco de infecciones e inseguridad”. Secretaría de Control Urbano dice que trabajan para “buscar una salida”.

La valla que desde hace varios años anuncia la construcción de un edificio residencial en una esquina de la carrera 44 con calle 58 sigue allí, con sus colores cada vez más desgastados. La misma estructura revela el nombre con el que se habría bautizado el inmueble: Torres de Boston. El proyecto no se ha concretado y, en cambio, la paredilla que delimita el terreno está hecha pedazos en varios tramos.

Una mujer camina por la zona con sombrilla en mano y se enfrenta con un escenario que resulta desagradable a la vista. Se desplaza por la acera sin dejar de mirar hacia su derecha, donde encuentra un lote enmontado que se ha convertido en botadero de residuos sólidos. Allí se encuentran escombros, neumáticos desgastados, pedazos de esponjas, tubos de polietileno rotos y toda clase de basuras.

Al doblar la esquina se hallan quioscos llenos de frutas, verduras y pescados. Los dueños de los negocios suelen asomarse para hablar entre ellos mientras esperan la llegada de algún comprador. Cuentan los comerciantes que sus clientes son “los más fieles”, debido a que otros han decidido no volver porque –según afirman- el entorno los ha perjudicado.

Uno de los más disgustados por el estado en que se encuentra el popular mercadito de Boston es Robinson Aduén, quien afirma haber tenido funcionando un restaurante en ese punto de Barranquilla por más de dos décadas. Que el espacio abandonado no disponga de un cerramiento adecuado le genera mucha preocupación, pues considera que eso facilita el ingreso de individuos que llegan con la intención de descargar cualquier clase de desechos.

Sobre los comentarios de algunos ciudadanos que endosan a los propios vendedores la responsabilidad de ensuciar el lugar, Aduén defiende sin titubeos a sus compañeros de tertulia. “Es imposible que unas personas que se ganan la vida por aquí sean los que tiren basuras; los que hacen eso son indigentes que llegan con carretillas a botar los desperdicios que traen”, apunta, al tiempo que advierte de los problemas de salubridad que acarrea el mal manejo de residuos sólidos.

Continúan las quejas

José Parejo es un contador público radicado en el barrio Boston desde hace 42 años. En su opinión, el lote se ha transformado en un “foco de infecciones” por las mismas razones expuestas por Aduén. “Las aguas estancadas, los mosquitos y los roedores hacen que eso se convierta en un problema para todos. Son cosas que afectan la salud y lo peor es que tenemos que lidiar todos los días”, agrega.

De igual forma, incluye como otro de los factores alarmantes la inseguridad que perciben sus vecinos cuando el sol se pone. Parejo dice que, después de las 6:00 de la tarde, la cautela se convierte en un requisito indispensable para desplazarse por la zona, pues alerta que el lote es usado por delincuentes como escondite para esperar a sus potenciales víctimas.

“A muchas personas las han atracado en la noche porque ese predio es un nido de inseguridad”, agregó, antes de sostener que las autoridades locales “han ignorado esta realidad” que encaran desde hace más de diez años.

Para el propietario de la frutera ‘La bendición de Dios’, Reinaldo Rivero, las condiciones del entorno han provocado una disminución en el número de compradores que los visitaban. Sostiene que el número de clientes ha decrecido pese a los intentos de “mantener limpio” el lugar.

El lote repleto de basuras que expelen olores desagradables, sumado a la inseguridad reinante cuando cae la noche, son los principales factores que tienen agobiados a los comerciantes ubicados en el sector. “Necesitamos soluciones”, asevera Reinaldo. Su llamado es el mismo de sus colegas, quienes aún guardan la esperanza de ver renacer el mercadito de Boston.

El lote baldío permanece lleno de residuos sólidos, entre los que sobresalen escombros, neumáticos y cartones.

Se buscan soluciones

El secretario de Control Urbano y Espacio Público del Distrito, Henry Cáceres, señaló que el pasado lunes sostuvo una reunión con el dueño del predio, Iván Osorio Vargas. Además, anticipó que el martes de la próxima semana sostendrán un nuevo encuentro con el objetivo de “buscar algunas soluciones”.

Estas, de acuerdo con lo expresado por el funcionario apuntarían a la reubicación de los comerciantes que tienen sus negocios instalados en la zona. “Eso es algo que tenemos que hacerlo en conjunto con el propietario porque ese era su compromiso. Estamos trabajando en ese tema para buscar una solución porque sabemos que es un tema complicado”, sostuvo el jefe de la cartera.  

Cáceres enfatizó que, adicionalmente, adelantarían un trabajo simultáneo con la Secretaría de Salud para buscar una salida a las dificultades de salubridad. El funcionario admitió que “existe la problemática”, por lo que precisó que el Distrito está presto a implementar las acciones requeridas para dar solución a un inconveniente de vieja data.

Así se originó la situación

En casi una década y media, el mercadito de Boston pasó de ser un proyecto significante de transformación de ciudad a un dolor de cabeza para los habitantes del barrio con el que comparte nombre.

La historia del proyecto se remonta al 1 de abril de 2002, cuando a través de escritura pública No. 838 de la Notaría Séptima del Circuito, se procedió a realizar la venta de este mercado, ubicado en la carrera 44 No. 58-15. El negocio fue realizado entre la Alcaldía de Barranquilla, a través de Edubar, y el entonces concejal Iván Osorio Vargas, uno de los accionistas de la firma UCO.

El proyecto Torres de Boston contemplaba la construcción de un edificio de 100 apartamentos, con una zona comercial donde, además, iban a ser reubicados los vendedores que llevaban más de 25 años trabajando en ese lugar.

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