Bola’e trapo, una tradición que se resiste a desaparecer
Miguel Ángel Márquez es uno de los pocos artesanos que la fabrican en la ciudad. Desde hace nueve años vende sus productos en el parque El Golf con el objetivo de mantener vivo este juego.
Sus manos están llenas de cicatrices que son quizás el reflejo de tantas obras que ha hecho con ellas. Su producto ha llegado a diferentes países del mundo de forma orgánica, tanto que hasta Falcao pudo tenerlo, y hasta donde se conoce, es de los pocos fabricantes que quedan en la ciudad. Él tiene la capacidad de traer a esta época, mayormente digital, uno de los juegos tradicionales más importantes de tiempos pasados: la bola’e trapo.
Miguel Ángel Márquez, de 64 años, sigue trabajando para conservar esa “reliquia” con la que crecieron y se formaron deportistas como Valenciano, ‘Pachequito’ o ‘el Pibe’ Valderrama. Esa es una de las principales razones por las cuales se levanta cada mañana y le ha permitido sacar adelante a su familia.
“Desde los 12 años comencé a fabricar bolas de trapo, me enseñó un señor que las hacía en el barrio y yo aprendí viéndolo”, cuenta.
Desde hace nueve años este exfutbolista barranquillero se traslada desde su casa ubicada en el barrio Las Ferias hasta el parque El Golf, entre la carrera 59 B y C con calle 81 esquina, con la esperanza de fortalecer un negocio del sur en el norte de la ciudad.
Yo trabajo tres días a la semana: viernes, sábado y domingo. Pero en época de Navidad vengo el 24, 25 y 31 en la mañana porque en el barrio hacen campeonatos, sancochos, y vendo bastante.
Comenzó a trabajar en la fabricación de la bola de trapo por curiosidad, esa que luego se convirtió en una pasión que hoy se preocupa por mantener.
En barrios populares como Carrizal, Simón Bolívar, Las Nieves, El Ferri, Rebolo, La Chinita, Barrio Abajo, Montecristo, entre otros, se pateaba mucho la bola de trapo.
Los sábados y domingos desde muy temprano se podían ver los marcos pequeños adornando las calles y en sus bordillos un público que llegaba al lugar para apreciar lo bueno y malo de quienes, a pie descalzo o con zapatos, se animaban a jugar.
Lo que otros hacían como hobby le daba trabajo permanente a Miguel Ángel, quien vendía en las diferentes tiendas la docena de bolas de trapo para sacar adelante a sus cinco hijos y brindarles a sus 14 nietos una mejor calidad de vida.
Miguel ha hecho de todo. Trabajó la carpintería, pintura y en el área textil, pero ser artesano es algo de lo que jamás ha podido desligarse.
“Yo un tiempo dejé de hacer bolas de trapo y comencé a fabricar pantalonetas de futbol, las cortaba y todo, tenía mi clientela en toda la ciudad. Pero con este negocio pude sacar adelante a mi familia y aquí estoy hasta que Dios mande”, expresó.
Hasta el momento Miguel no alcanza a calcular cuántas de estas pelotas pesadas y artesanales ha hecho durante su vida, solo recuerda que en sus mejores épocas llegó a distribuirlas en todo el Atlántico, algunos pueblos de Magdalena e incluso para el exterior.
“Aquí llegó una señora que vive en New York a comprarme porque el hijo me vio en internet y le encargó una. También Aquí vino un pelao que quería conocer a Falcao y lo llevaron donde estaba para entregarle una bola de trapo que yo hice. Yo he recorrido el mundo”, recuerda entre risas.
El precio varía de acuerdo con su tamaño, material y diseño. La de colores forrada con cuerina cuesta 12 mil, la de silicona a 20 mil y las más grandes a 25 mil.
La bola más vendida es la de silicona de color amarillo, que es la más pesada y tiene mayor valor porque garantiza una duración de cuatro partidos y quien quiera echarle más goma lo puede hacer para que dure más.
Materiales y fabricación
Esponja de colchón blanca o negra, hilo para filetear, hilo grueso y un pedazo de bollo de yuca, son los materiales que se necesitan para hacer una bola’e trapo. Él último ingredientes es indispensable para que cuando el jugador la pise no se aplaste.
Sentado en el bordillo del parque o en el patio de su casa, Miguel tiene la destreza de fabricar alrededor de 80 pelotas en seis horas.
“Algunas bolas llevan cuerina y se forran con bóxer. En la amarilla, cuando ya tiene el hilo grueso coloco uno más delgado, que es el que pule la bola, y luego la engomo. Yo no tengo maquinaria, la máquina son mis manos. Esto es hecho a mano, totalmente artesanal”.
¿Por qué debe recuperarse?
La bola’e trapo es diferente y especial porque tiene la capacidad de sobrevivir hasta si un carro la pisa. No se daña, por el contrario “queda mejor y más fuerte”.
La recuperación y permanencia de este tipo de juegos es un reto para quienes tuvieron la oportunidad de vivirlo y disfrutarlo.
El historiador cultural Adlai Stevenson explicó que la importancia de estos juegos es que “constituyen una tradición cultural relacionada con la infancia de otra época y esa tradición corresponde a la esencia de un momento de la ciudad que irremediablemente ya perdimos”.
Reiteró que la labor de recuperación de juegos como la bolita uñita o la bola’e trapo es muy difícil. “El tiempo actual no refleja en la niñez ese tipo de propuestas lúdicas, ya que hoy son digitales”.
Elvis Mejía, comprador y vecino del sector, manifestó que “esto debe rescatarse porque estamos absorbidos por la tecnología y deberíamos retomar algunas cosas del pasado que hacían felices a los niños”.
Finalmente, Stevenson recomendó hacer un plan especial con una oficina distrital especializada en esa categoría para hacer una especie de remembranza sin pretender la recuperación absoluta de los mismos.
Por su parte, Miguel sigue aferrándose a no dejar morir esta tradición, se mantiene en pie de lucha para que las nuevas generaciones también puedan conocerla.
“Esto es una reliquia, ojalá se abrieran más espacios para jugar, esto le quita las malas ideas a los pelaos. A mí me piden que no deje morir esa tradición, yo quisiera que más personas pudieran aprender a hacerlas, porque si yo llegara a morir hoy no creo que alguien pueda hacerlas”.