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La mayoría no lo creía. Otros no tenían ni idea de lo que pasaba y los que poco a poco se enteraron decidieron dejar de hacer lo que fuera que estuvieran haciendo para conocer, de primera mano, porqué el Rey Felipe VI, el mismísimo hijo de Juan Carlos I y la princesa Sofía de Grecia y Dinamarca, un tipo de casi dos metros de altura, barba ceniza y con el mando supremo de las Fuerzas Armadas ibéricas, abandonó por unos días la Casa de Borbón, un finísimo palacio real, para estar en nada más y nada menos que en el corazón de Barranquilla, caminando sobre alfombra roja bajo un sol canicular por los alrededores de la renovada Plaza de la Paz y hasta atender y tener como despacho propio la Casa Catinchi.

Y, como para variar, con la presencia del presidente de Colombia, Iván Duque. El ‘chisme’, aunque parezca increíble, no voló de manera rápida, pero apenas se esparció lo suficiente, paralizó la operación de un concesionario cercano, con clientes a bordo y todo, hasta la jornada laboral de construcción en un gigante proyecto urbanístico a solo unas cuadras.

Los obreros dejaron la pala, el estuco, la pintura y el martillo, y subieron hasta la azotea a ‘comerse’ el cuento desde las alturas, por lo que los trabajos, al menos por un día, estarán un tris retrasados. A ras de suelo era todo distinto.

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El desfile de guayaberas blancas, los pantalones beige, la avanzada de camionetas de alta gama y un estricto operativo policial, que incluyó pastores belgas, holandeses y golden retriever, que olfatearon toda la zona, llenó de intriga a los cientos de barranquilleros que, solo a través del sistema de transporte masivo Transmetro, pudieron transitar por la carrera 46. Los usuarios, curiosos ante la escena, estamparon en más de una ocasión el rostro ante el vidrio de los articulados. Tomaron fotos. Cabecearon de un lado a otro y, con las manos, intentaron pedir explicaciones de qué personaje estaba en la zona.

La intriga fue grande y, aunque durante varios días los medios de comunicación habían publicado que nada más y nada menos que el Rey de España iba a pisar, por primera vez, suelo barranquillero, la novedad generaba mucha curiosidad. '¿A lo bien, loco?, '¿Y ese señor qué va a hacer acá o qué'. Le consultó un vendedor informal de la Plaza de la Paz a uno de los reporteros luego de que los organismos de seguridad le insistieran en que no podían estar en la zona. De resto, la zona fue un corre-corre de lado a lado.

{"titulo":"Esta es la placa conmemorativa del monumento 'a la paz y la democracia'","enlace":"https://www.elheraldo.co/barranquilla/congreso-juristas-barranquilla-esta-es-la-placa-conmemorativa-del-monumento-la-paz-y-la"}

Cada tanto llegaron nuevos personajes, entre ellos Margarita Cabello, procuradora General; Wilson Ruiz, ministro de Justicia, y Alexander Vega, registrador Nacional, que arribó molesto con su staff por un atraso de más de media hora. En medio de esa agenda, sonaron varios cañonazos como parte de los honores militares. Felipe VI, con el rostro un poco enrojecido por el sol, tras su arribo saludó de manera tibia, en pocos segundos, a los distintos integrantes de las fuerzas armadas que estuvieron en el sitio.

Un par de cuadras más arriba, en la carrera 46, entre las calles 53 y 53B, personas del común buscaron solucionar sus dudas.

'Hay que conseguirle novia', '¿a qué viene el Rey?', 'el sol está bravo, se va a quemar' y '¿dónde está el Rey?', fueron algunas de las expresiones que lanzaron los curiosos que se acercaron al lugar.

No fue un jueves cualquiera en Barranquilla. Fue un jueves real. Un jueves para recordar.

{"titulo":"Debemos trabajar para que florezca la democracia: Pumarejo","enlace":"https://www.elheraldo.co/barranquilla/congreso-juristas-barranquilla-inauguran-monumento-en-la-plaza-de-la-paz-870221?"}