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Los gritos y la algarabía que provenían de la calle llamaron la atención de José Guerrero, que descansaba tranquilo dentro de su pequeña casa de madera. Para esa época que recuerda José, no había energía eléctrica, por lo que se mecía con ritmo lento en su mecedora intentando refrescarse bajo el estático ventilador. Tampoco había agua, lo cual explicaba el escándalo de afuera.

También recuerda que al otro lado del portón de madera, que permanecía abierto para que las abundantes corrientes de viento refrescaran la vivienda, una multitud se revoloteaba en torno a un camión viejo, pidiendo a gritos que los hombres a bordo les facilitaran lo que ofrecían: agua. Como si se tratase de oro o de alguna mercancía exótica, el líquido era comercializado entre los sujetos del enorme vehículo y los residentes de esa zona de Barranquilla. Eran los primeros años del barrio Buenos Aires.

José Guerrero, pintor industrial, había llegado a la Buenos Aires de Barranquilla hace unos años, cuando por necesidad -y en búsqueda de un rancho propio- se unió a otro grupo de invasores que habían colonizado esa tierra, al igual que otros que llegaron a Carrizal y otros barrios cercanos. La capital del Atlántico, en ese entonces un centro urbano rodeado de grandes extensiones de tierra virgen, vio como sus nuevos pobladores se asentaban en lo que anteriormente habían sido haciendas y cultivos de todo tipo de productos agrícolas.

El nombre Buenos Aires, según coinciden varios de sus residentes, proviene de una de las haciendas cuyos terrenos se extendían por toda la zona. Así como otros sectores del sur de Barranquilla, sus primeros pobladores fueron invasores, quienes acudieron a la ciudad huyéndole a la oscura tempestad de la guerra.

En aquél entonces, cuando el pintor José Guerrero se mudó a Buenos Aires, las casas eran de tablas de madera, las únicas calles estaban privadas de pavimento y contar con energía eléctrica o agua potable era un sueño lejano. A pesar de llevar el mismo nombre que la capital Argentina, ciudad en ese entonces epicentro cultural de una Latinoamérica pujante, el pequeño barrio barranquillero apenas si se proyectaba como un caserío digno.

El nombre, según cuenta la leyenda popular, proviene de las frescas brisas que circulaban por la zona, debido a la falta de construcciones y a lo verde de los terrenos. Buenos Aires, como aquella ciudad orgullo del sur del continente, no es más que una referencia para muchos de sus habitantes, pues gran mayoría de ellos no la conocen y no la han podido visitar.

'La gente llegó a Buenos Aires primero que a Carrizal', contó orgulloso José Guerrero, quien lleva más de 50 años de vivir en el barrio. 'En ese entonces no teníamos nada, pasábamos muchas necesidades, pero logramos salir adelante y hoy en día tenemos un barrio muy bonito; colorido', agregó.

Cada vez que llegaba el camión de agua, proveniente de las empresas públicas de la época, los vecinos del incipiente Buenos Aires se aglomeraban en torno a los vehículos, llevando en alto los tanques que esperaban llevar repletos a sus hogares. Así pasaron varios años de necesidades hasta que, como en otras zonas de la ciudad, el acueducto y las redes eléctricas llegaron hasta sus casas.

'Cuando la gente llegó acá la única referencia histórica que teníamos era el castillo La Alboraya, que escuchábamos que había sido propiedad de un español. Todo esto era monte y la gente se las arregló para construir sus primeras casas, que muchos mantienen hasta el día de hoy', señaló el veterano poblador.

Sentado en una mecedora, quizás la misma de esa época, José Guerrero conversaba junto a su esposa Berta. En la misma casa en la que nacieron dos de sus hijos y formó una familia, este anciano disfruta del panorama de un barrio que ha crecido -y mejorado- en sus años de vida; y seguramente en los que le quedan.

Buenos Aires, un barrio colorido de pocas calles y gente alegre, está rodeado de otros sectores también tradicionales como Carrizal, La Magdalena y La Alboraya. Su panorama actual dista completamente de sus comienzos, siendo hoy en día una zona de calles pavimentadas y casas como arcoíris. Sus habitantes, cifra que ronda el millar, están felices y tranquilos con lo que se ha convertido, tras muchos años de trabajo duro y esfuerzos.

'Estoy muy feliz de vivir acá, la verdad es que es un barrio muy tranquilo. Aquí nací, crecí y tuve mis hijos. Como somos unidos todos nos ayudamos y no hay mayores problemas como sí los hay en otros barrios cercanos', expresó Glennys Quintero.

A miles de kilómetros del obelisco o de la Casa Rosada, construcciones emblemáticas de la capital de Argentina, la gente del barrio Buenos Aires se regodea de la tranquilidad del sector y de la unión entre sus vecinos. 'Acá somos felices, vivimos todos en conjunto. Como el barrio es pequeño nos conocemos todos', dijo Beatriz Núñez.

'Yo he vivido acá toda la vida, más de 40 años. Estoy muy contenta con lo que se ha convertido el barrio porque es una zona muy tranquila, además que por ser central estamos cerca de todo', agregó.

Beatriz, reunida junto a otros vecinos del barrio en el parque cinco esquinas, una pequeña porción de tierra ubicada en medio de varias intersecciones viales, manifestó que lo que le hace falta a Buenos Aires es un 'parque en condiciones'.

Como ella, otros residentes del sector señalaron que en el barrio no tienen una zona pública a la que puedan llevar a los niños o para compartir en familia. 'Por acá solo hay casas y pavimento, nos gustaría tener un espacio en el que compartir cualquier día de la semana', aquejó Felipe Cardona, residente de Buenos Aires.

'Nos preocupa el tema del espacio, porque no sabemos dónde lo podrían construir, si así pasara algún día. Acá en el parque cinco esquinas nos reunimos, pero esto se queda chiquito en días de partidos de fútbol o cualquier domingo, por lo que sí es necesario ampliarlo; la cosa es que no hay pa‘ donde', expresó Cardona.

Risueños, despreocupados y alegres, los residentes que descansaban en el pequeño parque se mostraron confiados con respecto al futuro, pues le auguraron al barrio Buenos Aires un panorama 'mucho mejor' del que ya tiene. A pesar de que hay muchas cosas por mejorar -según manifestaron-, como en cualquier otro lugar del mundo, están felices con su barrio, el cual respira una tranquilidad reconfortante.

'Vamos a ver cuándo conocemos la Buenos Aires de Argentina', dijeron, entre risas, varios de los pobladores de este barrio. 'Pa’ ver qué es la vaina, porque en fotos se ve bien bonito, casi como el nuestro', concluyeron.