La tarde de sábado de José Luis Mesa había transcurrido tranquila y sin ningún tipo de inconvenientes. Él, un ganadero incipiente, salió de su parcela junto al arroyo León, en el barrio Los Ángeles de Barranquilla, a buscar un cerdo para matarlo y luego vender la carne. No llevaba prisa, pues le había pedido a uno de sus vecinos que le cuidara sus cinco vacas: una preñada, otra lechera y tres novillos.
Así, con paso suave y campante, recorrió el sendero de arena en búsqueda del porcino, que le garantizaría unos cuantos pesos para el fin de semana. De repente, como un zumbido atronador, el teléfono celular empezó a vibrar en su bolsillo. Era una llamada de su compadre, el encargado de cuidar las vacas, quien le notificó que los animales no estaban. Eran las cuatro de la tarde.
El hombre, oriundo de Pinto, Magdalena, corrió velozmente hasta llegar a la finca, solo para encontrar el hueco en el corral improvisado, montado con láminas de acero y algunos trozos de madera, por el que escaparon las cinco vacas. Junto a su compadre y su esposa partieron hacia las parcelas cercanas en búsqueda de los animales, que, para su pesar y desconocimiento, habían tomado una ruta diferente: arroyo arriba hacia la Avenida Circunvalar.
Cruzaron semáforos e invadieron andenes. Las vacas de José Luis Mesa se movieron como un transeúnte más ante las cámaras y flashes de los celulares de quienes, detenidos por la marcha de los animales, admiraron desde sus vehículos el andar paciente de las reses.
Unas 24 horas pasaron desde que partieron de la ribera del arroyo León hasta los pastos verdes de su destino, el parque de Villa Santos, al norte de Barranquilla. Once kilómetros fue la distancia del épico viaje, que concluyó el pasado domingo con un manjar de hierba fresca y jugosa.
Ahí, atendidas por el personal de guardaparques y por varios vecinos que transitaban la zona, las vacas tomaron agua y se alimentaron, mientras la Policía Ambiental llegaba hasta el parque. Cerca de las cinco de la tarde, luego de todo el viaje, fueron amarradas y contadas. Solo había cuatro, de las cinco que partieron del barrio Los Ángeles.
Con el transcurso de las horas, las autoridades contactaron a varios comerciantes y ganaderos de la zona, quienes se acercaron hasta el lugar para intentar dar con los dueños de los animales. Hasta las 9:00 de la noche, cuatro horas después de que llegaran al parque de Villa Santos, los propietarios, José Luis Mesa y su esposa Alexandra Arrieta, aparecieron en el lugar de los hechos, luego de que uno de los vecinos los contactara y les avisara del paradero de sus bovinos.
Las vacas, identificadas como Marbella, Mancha, Blanca y Corocito, fueron entregadas a sus presuntos dueños, quienes no pudieron entregar los registros de los animales pues aún no han sido marcados. El hierro, la cédula entre los bovinos, no ha sido tatuado en la piel de estas reses, por lo que fue una constancia de pago por ellas lo que atestiguó el derecho de llevárselas.
'Nos pusieron un comparendo, yo creo que por que los animales estaban sueltos y comieron pasto en el parque', dijo ayer, desde su finca, José Luis, quien ya tiene a las vacas nuevamente en su propiedad. 'Solo encontramos cuatro porque a la otra la mataron, la vimos cerca a la casa degollada. No entendemos por qué pasó eso'.
Alexandra Arrieta, la esposa de José Luis, estuvo ayer en la UCJ, la Unidad de Servicios en Convivencia y Justicia, presentando el denuncio correspondiente a la pérdida de los animales, más de 12 horas después de que fueran encontrados en el parque de Villa Santos.
'Mi esposo fue a buscar el cerdo a Galapa cuando nos enteramos de que las vacas no estaban. Buscamos toda la tarde del sábado y el domingo, pero no las encontrábamos. Un vecino, con el que mi esposo hace negocios, nos avisó que estaban por allá en el norte y ahí fue cuando salimos a recogerlas', explicó la mujer.
Además de las cuatro vacas, que comparten el mismo corral, la pareja tiene 23 chivos y unos cuantos cerdos. La parcela, ubicada junto al arroyo, es una tierra árida y seca, a la que, para entrar, hay que cruzar por un sendero improvisado de neumáticos viejos y llantas puestos sobre el agua.
'La que mataron era la mamá de Mancha, que ha estado bastante triste e intentó escaparse para buscar a su madre. En estos días tenemos que llevar el comparendo junto al certificado de compra de la vaca, que ya pedimos al vendedor en Juan de Acosta, a la Alcaldía, para conciliar ese tema', contó José.
Luego de este anecdótico viaje, que dejó como saldo un animal muerto y 11 kilómetros de camino, el gerente de la Agencia Distrital de Infraestructura, Alberto Salah, manifestó que los animales 'seguramente estaban perdidos y, buscando como alimentarse, llegaron al parque'. Además, indicó que los ciudadanos deben hacerse responsables por los animales que estén bajo su cuidado.
'Los responsables son los dueños de los animales, y son ellos los que deberán asumir lo que diga la ley 1801 por lo sucedido. Como propietarios y ciudadanos deberán reconocer que hay normas y obligaciones que deben cumplir', manifestó Salah.
Según indicó el funcionario, los guardaparques ya están trabajando en la zona afectada: unos cuantos metros de hierba deteriorada. En horas de la mañana de ayer, cuando EL HERALDO visitó la zona, el césped había sido mordisqueado y arrancado por los bovinos, que se alimentaron unas horas de la grama del sector.



















