Las tumbas más olvidadas de Barranquilla son las que están bajo la tierra de Jardines del Recuerdo. El primer cementerio campestre construido en Colombia tiene al menos 30 secciones con cerca de 500 lotes en cada una y con cinco trabajadores de planta que no reciben paga. Tienen una carpa rota que no da sombra, una guadañadora que no da abasto y un lago que no tiene agua.
De tanto abandono, sus empleados tienen en vez de labores, pesares, sobre todo en los últimos cinco años. A Pedro Domínguez, de 64 años, un soledeño con camisa mangalarga y gorra, que dice mantener en su cerebro el croquis del cementerio, le ha tocado asumir labores múltiples a cambio de 'cero pesos'.
Domínguez, quien trabaja hace 35 años en el camposanto, hace tareas de administrador, secretario, podador, sepulturero, barrendero, pintor y carpintero, entre otros oficios varios. Por lo anterior, sin embargo, hace diez meses no recibe el pago de su salario.
'Si me pudiese ir, lo hiciera. Pero este cementerio me debe unos $7 millones y si me voy, quizás por abandonar el trabajo, ya no me paguen, ¿y qué empresa va a contratarme a esta edad?'. La respuesta a ese cuestionamiento es justo el mayor temor de Domínguez, quien asegura tampoco poder exigir nada a sus compañeros, a quienes les adeudan el pago mensual durante el mismo tiempo.
Cuando era joven, cuenta, y apenas ingresaba a trabajar en el parque cementerio, le daba tristeza ganar dinero 'con el dolor y llanto ajeno'. Tres décadas después, dice sin más ciencia ni anestesia que 'el que llora soy yo por haber perdido mi cosecha'.
Él y sus colegas recuerdan que a principios del año 2000 Jardines del Recuerdo recibía al menos 90 cadáveres mensualmente. Es decir, al día unos tres en promedio.
Hoy, mientras traga saliva y se limpia el lagrimal, el de rostro redondo e hinchado confiesa que llegan 'apenas tres en los treinta días'. Si tenían 50 empleados de planta, hoy tienen cinco, a quienes los acompañan tres perros y dos gatos.
El cementerio
Jardines del Recuerdo abrió sus puertas en Barranquilla hace 52 años y desde entonces alberga los restos de más de 2.000 personas (cifras de 2011), incluyendo personajes ilustres de la música vallenata como el líder del Binomio de Oro, Rafael Orozco (1954-1992)y del periodismo como el escritor Fabio Poveda Márquez (1940- 1998).
Estas dos tumbas son, de hecho, las que más cuidan y arreglan los jardineros. Confiesan que son sectores a los que le ponen 'mucho empeño' puesto que les daría mucha pena que algún visitante se encuentre con flores marchitas o césped amarillento.
El camposanto se encuentra ubicado sobre el kilómetro cinco del Corredor Universitario que comunica a Barranquilla con Puerto Colombia. Está localizado entre la Universidad del Norte y el Colegio Sagrado Corazón.
La gestión de su construcción estuvo a cargo de la relación del barranquillero Eduardo Mendoza Lince y el estadounidense Rey Limberch, quienes quisieron introducir en Colombia un estilo de cementerio más americano.
Jardines del Recuerdo fue el primer escenario sagrado del país en incluir el concepto de jardín en un cementerio y de prestar el servicio de embalsamar.
Durante sus épocas doradas, en las décadas del 70, 80 y 90, las familias más pudientes de la ciudad preferían este lugar para guardar los restos de sus seres amados.
Así lo recuerda Gladys Mendoza, viuda de Mendoza Lince y quien destaca que la intención de Jardines fue 'cambiar el pensamiento de los cementerios para dignificar la muerte'.
'Eduardo viajó a Estados Unidos y alistó todo con un empresario para venir a Colombia. Fue una lucha muy dura porque en ese tiempo los cementerios los manejaba la curia y no existían placas ni se embalsamaban los muertos', recuerda Mendoza, quien resalta que en Colombia 'en ese momento la idea parecía aterradora'.
Incluso, narra que su esposo tuvo que convencer a una prestigiosa familia de la ciudad, cuyo apellido no recuerda, para que dejaran embalsamar por primera vez en el país a un difunto.
'Logramos que la gente dejara de ver los cementerios como lugares tristes y que fueran a visitar los domingos con short', expresa Gladys Mendoza.
En su memoria está intacta 'lo precioso' que eran las figuras del Cristo Redentor, la enorme biblia blanca y las manos en oración, obras alzadas por un escultor italiano.
Hoy los jardines piden agua y que los poden. Las esculturas con toque italiano, una brocha con pintura blanca y los floreros que les regalen flores.
Hoy a la mayoría de tumbas del cementerio se las come el monte, como el olvido a los recuerdos.
¿A quién pertenece?
Como socios de la sociedad y por ende, responsables de los aportes e inversiones, aparecen registrados Juan Bautista Fernández De La Rosa y Rafael Joaquín Fernández, según información revelada por la Cámara de Comercio.
Su deterioro, explican sus trabajadores, obedece al olvido en el que ha caído el cementerio. Su administrador general es Orlando Jiménez Rubio, quien se negó a dar declaraciones a EL HERALDO.
'El señor (Jiménez Rubio)visita este cementerio cada cinco años y siempre dice que no hay dinero para invertir', coinciden los empleados.
A finales de enero, este medio reveló que la casa donde funciona la funeraria, en calle 53 No. 50-57, afronta un proceso de subasta por deudas en el Impuesto Predial ($84.185.000) y Valorización ($48.549.000).
Según las funcionarias, la caída en picada de la casa funeraria es producto de la falsa idea de que 'nosotros no funcionamos cuando en realidad sí estamos prestando servicios'.
Incluso, aún con el remate en marcha, la enorme mansión blanca, que funciona de manera individual al cementerio, continúa prestando sus servicios funerarios, entre ellos la recogida del cuerpo, velación, transporte y capilla para ceremonias.
Mientras tanto, el cementerio se sostiene a partir de las novedades fúnebres, especialmente por las exhumaciones, que tiene un precio cercano a los $900.000.
De resto, hasta las visitas a tumbas se han reducido, pues lo único que crece en el cementerio, según sus más fieles trabajadores, es la maleza en su jardín y las peticiones de los familiares de llevarse los restos de sus difuntos para otra parte.
'La verdad es que la gente se quiere ir de acá apenas ven cómo están las cosas', coinciden.
Con estas épocas, los cinco empleados se limitan a buscar ganancias a través de otros medios.
'Uno consigue para el almuerzo y los transportes es gracias a la ayuda de quienes pagan por mantenimiento de las tumbas, que nos dan algo para que mensualmente las lápidas estén limpias', explica Roberto Pabola, de 56 años, mientras carga dos palanganas con sopa.
Mientras camina bajo el sol de un mediodía, utilizando lamentos de un hogar que pasa al olvido barranquillero, para reír de las desgracias.
'Pero así es la plata del pobre... no vale na', porque cuando la coge la va a pagar', expresa Domínguez, citando la canción La vida, de Diomedes Díaz.
Suspiran ambos. Detrás de ellos está la estatua del Cristo Redentor con los brazos abiertos, sobre una montaña de pasto quemado.
Más adentro, se observan los trabajos de la única guadañadora que hay. El césped cortado salta a la vista, pues para el contraste, el resto de él se convierte en monte pálido.
Los jardineros explican que esto ocurre porque 'cuando cortamos acá, se nos crece allá porque solo somos uno con la máquina'.
Confiesan que aunque los pocos visitantes les reclamen, no hay mucho que ellos puedan salvar.
Las estrechas carreteras del parque se invaden por boquetes que el tiempo le ha arrancado. Para lo anterior, expresan, tendrían que comprar cemento y herramientas con las que actualmente no cuentan.
'Hasta allá no da el amor', replica Domínguez.
¿Plan de salvaguardia?
Hace dos años, el monseñor Jairo Jaramillo, arzobispo de Barranquilla, había iniciado una campaña para recuperar el camposanto, a través de un llamado de solidaridad a los feligreses para que mediante un fondo se invirtiera en el embellecimiento del cementerio.
En ese entonces, el prelado comenzó la celebración de una eucaristía en la capilla La Última Cena, con el objetivo de animar a los fieles a apoyar económicamente, pero la iniciativa terminó sin éxito alguno.
'No llegamos a nada esa vez porque para eso la gente no se presta. Yo pensaba que si reuníamos 1.500 personas, me motivaba a apoyar para la recuperación del cementerio, pero máximo llegaron 50', recuerda el monseñor Jaramillo.
Sobre la rehabilitación del jardín, el epíscopo lamenta que 'ese proyecto no haya salido adelante' y dice que 'no creo que exista alguien que quiera salvar a Jardines del Recuerdo'.
El sentimiento lo comparte Gladys Mendoza desde Bogotá, ciudad que copió el modelo nombre de Jardines del Recuerdo en Barranquilla (pero que funcionan independientemente) para hacer una sede del mismo cementerio en la capital del país.
'Este cementerio aquí en Bogotá está majestuoso y bien cuidado. Me da mucha tristeza que en Barranquilla haya ganado la desidia y el olvido. La vida es así, la vida es olvido', es su consigna.
Mientras Domínguez y el resto de trabajadores se pasean por las tumbas cubiertas de maleza, aún existe una esperanza de vida y color.
Según revelaron algunas funcionarias de la funeraria, y tras la subasta de la casa, existen 'algunos proyectos' que se estudian en silencio para salvar de las garras del olvido a un cementerio cuyo jardín está cerca de ser solo un recuerdo.
Personajes de Barranquilla que yacen en el cementerio
De acuerdo con la información suministrada por Domínguez, el primer muerto que fue enterrado en el cementerio Jardines Del Recuerdo, fue William B. Chapman S. El jardinero señaló que este hombre fue sepultado el día de la inauguración del lugar, el 13 de agosto de 1965. Agregó que Chapman era un reconocido empresario de industria textil en la ciudad.
El cementerio Jardines del Recuerdo, al ser primer recinto campestre en el departamento del Atlántico, ha albergado un sinnúmero de personalidades importantes de la sociedad barranquillera.
De hecho, en este jardín yace Ricardo Char Zaslawy y Herlinda Abdala de Char, ambos padres de los empresarios, Fuad Char Abdala, Jadid Char Abdala, Farid Char Abdala, Simón Char Abdala, Mary Char Abdala y Miguel Char Abdala.
Ricardo y Herlinda son los abuelos del alcalde del Distrito, Alejandro Char.
Otro de los personajes recordados por la ciudad, que descansa en su tumba en este lugar, es el periodista barranquillero, Carlos Lajud Catalán, reconocido como un periodista arriesgado y valiente al momento de informar las noticias que se daban en el día a día en Barranquilla.
Lajud, fue asesinado el 19 de abril de 1993, por dos sicarios, cuando se dirigía a una emisora local en la ciudad.
Estos son otras de las personalidades que se encuentran sepultadas:
1. Boris Vergara De La Rosa.
2. Armando J. Verano Prieto.
3. Ofelia De La E. De Verano.
4. Leticia Verano De Dennis.
5. Angelina Verano Prieto.
6. Jaime Arturo Espinosa Gerlein.
7. Eduardo Espinosa Gerlein.
8. Jorge Segebre Segebre.
9. Nicolás Segebre Abdala.
10. Eduardo Enrique Pulgar Lemus.
11. Antonio Elías Abuchaibe.
12. Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez.
13. Nellit Abuchaibe Abuchaibe.
14. Amny Lemus de Llinás.
15. Joseph Awad Abuchaibe.
16. María Antonia Chapman de Urquijo.
17. Luz Mila Santos de Ashton.
18. Eduardo A. Espinosa Merlano
19. Danilo Escaff Terán


