Nunca pisó una facultad o escuela de periodismo, y en repetidas ocasiones ha declarado que de este oficio no sabe 'nada de nada'; sin embargo esta argentina emprendió un viaje en 1992 hacia algo que no sabía que quería, pero que finalmente la terminó atrapando, hasta el punto de decir que le 'hace falta hacer de todo' en el periodismo.
En 2010, Leila Guerriero ganó la novena convocatoria del premio Nuevo Periodismo Cemex FNPI –Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano–, con el trabajo Rastro en los huesos, texto publicado en la revista Gatopardo de México, que trató sobre los médicos forenses que investigaron restos de los desaparecidos durante la dictadura argentina.
La periodista estará de visita en nuestro país para liderar el taller de periodismo ‘Construyendo personas reales: cómo se hace un perfil’, dictado en el marco del Premio García Márquez, que inicia hoy.
Guerriero habló con EL HERALDO sobre su rutina laboral y la percepción que tiene de su oficio como periodista.
En Colombia se ha conocido su trabajo a través de escritores y periodistas del país que la admiran, ¿cómo se siente que sus letras lleguen tan lejos?
Se siente muy grato y rarísimo. Me parecería una especie de milagro, si yo creyera en ellos. Digo 'milagro', pero debería decir 'equívoco'. Quizás en eso consista todo el asunto, en un equívoco.
¿Qué razón la impulsó a ser periodista?
Mi llegada al periodismo fue absolutamente casual. Dejé un texto de ficción en un periódico argentino, el director del diario lo leyó, le gustó, lo publicó, y meses después me ofreció un trabajo en su revista dominical, donde trabajé durante dos o tres años. Yo no sabía que quería ser periodista hasta que lo fui, y después no quise ser ninguna otra cosa.
¿Cómo es la rutina de trabajo de Leila Guerriero?
La rutina, en mi caso, es necesaria para escribir. Pero cuando estoy reporteando o editando el trabajo de otros, la rutina es más diversa. Si escribo, lo hago durante muchos días seguidos, sin salir de casa, y usualmente desde temprano –nueve de la mañana– hasta las ocho o nueve de la noche, sin más interrupción que la de salir a correr. Si estoy reporteando, la rutina la impone la agenda de mis entrevistados. A eso, claro, se suman una enorme cantidad de viajes, así que a veces la rutina se ve bastante alterada en algunas épocas del año.
¿Por qué se ha inclinado por los perfiles?
No creo haberme inclinado por los perfiles, he hecho muchos, pero también escribo crónicas. Sea como fuere, a mí me producen curiosidad las historias en general, más allá del género.
¿Cuál ha sido su personaje favorito de entrevistar y el más difícil?
Todo es difícil si uno quiere tratar de hacerlo bien. Solo hay que tratar de ser flexible, saber que no todo el mundo es igual de receptivo o igual de arisco. El entrevistado puede parecernos más o menos simpático, más o menos abierto, pero nunca es personal, nunca es algo que se hace a favor o en contra del periodista.
¿Cuál ha sido el trabajo o el personaje que más la ha marcado?
Todo deja huella, pero por muchos motivos, siento que la historia del Equipo Argentino de Antropología Forense fue muy importante para mí, en muchos sentidos.
¿Cómo define usted el estilo periodístico de Leila Guerriero?
Podría decir que trato de ser discreta y paciente en el reporteo, y que cuando escribo trato de hacer pocos movimientos, pero que esos movimientos sean movimientos fuertes.
¿Qué tan importante considera usted la ética en el periodismo? ¿El fin justifica los medios?
El fin no justifica los medios, no solo en el periodismo, sino en la vida. Uno no es periodista por un lado y persona por el otro. Así que, claro, la ética es importante. Yo no podría hacer como periodista lo que no haría jamás como persona.
¿Qué le falta hacer como periodista? ¿Tiene a algún personaje en la mira?
Por suerte me falta hacer de todo, porque creo que no hay nada peor para alguien que se dedica a algo creativo que sentir que ya lo ha hecho todo. Y sí, tengo varias personas e historias interesantes en el horizonte.