Su sonrisa es capaz de desafiar la oscuridad. Desconociendo los límites, Stephanie Dager iluminó su vida de esperanza con un alma valiente, cuyo corazón se negaba a ceder ante las garras del cáncer. En ese álgido escenario donde otros podrían desmoronarse, ella encontraba motivos para sonreír.
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Esta barranquillera de 42 años fue otra de las millones de personas que en algún momento de su vida han recibido el temido diagnóstico de cáncer. En su caso fue el Linfoma no hodgkiniano (también conocido como LNH o simplemente como linfoma).
El capítulo amargo para la economista empezó en el 2021. El panorama de su cotidianidad empezaba a cambiar drásticamente, pero una nueva historia estaba por contarse, aquella en la que la esperanza llevaba consigo la promesa de la victoria.
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'Me tocó en la clínica sola porque nadie podía entrar. Mi marido con mis hijos solos en la casa. Gracias a mi Dios, después ya abrieron los vuelos, entonces viajaba mi mamá y mis hermanas y me acompañaban. Pero digamos que todas las intervenciones y todo en la clínica era solita. Fue demasiado fuerte'.
Cada sesión de quimioterapia era un paso más hacia la recuperación, un recordatorio de que la adversidad no podía apagar su luz interior. Y es que seis meses después, Dager recibió la anhelada noticia de que lo había vencido. Sin embargo, su lucha continuó dos años más y actualmente sigue recuperándose.
Marcando un nuevo ciclo
Posterior a la batalla, no solo cambió en ella su fuerza interior, sino las ganas de vivir con más intensidad, de valorar los pequeños momentos y de ¿por qué no? Empezar su nueva vida en el mismo lugar donde la inició.
Barranquilla había dejado de ser su casa por más de 22 años. Trazó sus proyectos profesionales y familiares en Bogotá. Allí nacieron sus dos hijos y se convirtió en la presidenta de un fondo de inversión.
'Soy apasionada por mi trabajo y me tocaba el siguiente paso. ¿Cómo hago yo para negociar para yo poderme venir para acá? Porque yo no quería dejar mi trabajo. Entonces, además, yo presido la compañía. Logré negociar trabajar desde acá'.
En definitiva, más de dos década en la capital no le hicieron perder su acento, pero varias costumbres debían ser dejadas atrás. Todo un cambio rotundo que hoy agradece contemplando desde la ventana de su sala el imponente Río Magdalena.
'Aquí hay de todo. Al principio nos costó mucho adaptarnos porque no conocíamos a nadie, pero ya después hasta nos gozamos el Carnaval. Si la gente quiere estar elegante y tú no quieres estar elegante, no estás elegante. Lo importante en esta ciudad es estar feliz'.
El calor de su tierra la abraza ahora en sus más difíciles momentos. Tiene la fortuna de levantarse día a día observando las maravillas que ofrece la naturaleza como el cielo azulado o un sol en su máximo esplendor que le recuerda que está viva.
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El podcast de la esperanza
Ser una sobreviviente de cáncer no solo implica superar los desafíos físicos y emocionales, sino también la responsabilidad de inspirar y guiar a otros en su camino hacia la recuperación.
En este sentido, la capacidad de influir en la vida de otros se vuelve invaluable.
Así lo entendió Dager que en honor a ello decidió crear un podcast que fue lanzado la semana pasada, el cual decidió titular ‘Yo me voy con el treinta’ y así mismo aparece en redes sociales.
'El nombre es porque la probabilidad de que el cáncer repita es en un 70 %, entonces yo decidí vivir mi vida por el 30 y no por el 70 y vamos a apostarle al 30. Siempre me visualicé viva y hoy puedo inspirar a otros. Como no sabía de esto, me ha ayudado un equipo de la Universidad del Norte'.
Desde allí, la economista sacó su lado más humano y cada episodio será una ruleta de emociones que tuvo vida con ‘Las emociones son como el río Magdalena’, el cual tuvo como invitada a su psiquiatra.
'Ella dice que las emociones son como el río Magdalena, aunque le ponga una tranca, sale por un lado o por el otro, el agua tiene que salir, por algún lado, entonces las emociones te tienen que salir, y ese fue como el capítulo. Uno, que suelte esas emociones, y dos, no podemos controlar todo, es imposible controlar todo'.
Es consciente de que los sobrevivientes al contar su historia, pueden ofrecer apoyo emocional, consejos prácticos y esperanza a aquellos que están en medio de la batalla.
La magia de las redes sociales hizo su efecto. Ese factor tan diferencial de hacer poder llegar un mensaje a miles de personas en cuestión de segundos, logró que recibiera múltiples mensajes de apoyo y admiración.
'Yo siempre quise ser profesora, tenía esa vocación, profesora de universidad, pero en la universidad que quería me decían que no, porque no tenía doctorado, y no he tenido tiempo para hacer ningún doctorado, y mira que en el podcast siento que de alguna manera estoy enseñando por unos micrófonos, que si le queda a la gente o no le queda a la gente'.
Le envía su fortaleza a todas aquellas personas que hoy padecen esta calvario. Espera que como ella, puedan ver la luz al final del túnel, la suya se encendió con su esposo en la Torre Eiffel.
'Uno tiene que vivir por uno, se tiene que amar y tiene que tener esa pasión por uno para sacar la energía para vivir porque los médicos hacen mucho, la fe hace mucho, pero la energía de uno hace toda la diferencia, yo siempre tuve la mejor energía. Me visualicé abrazando a mi marido en la Torre Eiffel y lo logré'.
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