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Por años, Luis Miguel Caraballo (o simplemente Ralán), como lo conocen en Libertad, cargó una inquietud que no sabía cómo nombrar. Creció en ese corregimiento de San Onofre en medio de disparos a lo lejos, familias huyendo en silencio y velorios que se volvieron paisaje cotidiano.

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La inocencia de su niñez jugó a la escondida con un conflicto armado que se metía por las hendijas de las casas y por los oídos de todos. En ese ambiente, la música no llegó desde los tambores del Caribe. En las afueras de las casas, se escuchaban los parlantes callejeros, esos en donde predominaba la champeta, vallenato, hip hop y reguetón.

Mientras los abuelos conservaban la tradición del bullerengue, las nuevas generaciones crecían sin saber siquiera que existía. En ese panorama nacieron sus primeras rebeldías. Ralán y un grupo de jóvenes, sintiendo que algo en Libertad iba mal, empezaron a rimar contra el olvido. Primero fueron ‘Los Dioses del Rap’ y luego ‘AfroMúsica’.

Con el tiempo, descubrieron que en las reuniones comunitarias los viejos cantaban preguntas y respuestas acompañadas solo de palmas. Así fueron entendiendo que aquella sonoridad escondida era bullerengue. Así nació lo que se conoce hoy como ‘Bullenrap’.

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“Significa un diálogo sonoro, un diálogo intergeneracional. Wieden Rat es el abrazo de nuestra comunidad, es el reencuentro de nuestra gente. Es el reencuentro con nuestra historia, es ver en el arte también la posibilidad de hallar una herramienta que nos permita contarle nuestra historia al mundo, porque nuestra historia también es la historia de muchos otros, así lo vemos nosotros desde el inicio”.

Luis comanda ese barco que quiere seguir sanando heridas en un país históricamente golpeado por el conflicto. “Nos dimos cuenta de que allí mismo teníamos comunidades hermanas que estaban atravesando lo mismo que nosotros, y herramientas como por ejemplo, nosotros nos inventamos, éramos súper locos, más locos que ahora, obviamente”.

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Contar también sana

Juan José Pérez nació en Cartagena y hoy es uno de los rostros más jóvenes del colectivo a través de la percusión. Contó que cada integrante llegó con su propio lenguaje, su manera de improvisar, su estilo de golpear el cuero. “Todos nos guiamos por las letras de Ralán. Ellas fueron como la brújula”.

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Para él, el proyecto es una respuesta ante un país herido. “La sociedad colombiana está fracturada por la violencia. Hay personas que creen que no son víctimas del conflicto, pero a todos nos ha tocado”.

En su caso, tocar es también contar. Porque cada golpe, cada improvisación y cada coro tiene algo de memoria, algo de denuncia y algo de alivio. “Es un modo de expresión. Es importante contar, y mediante ese contar hay un proceso de sanación”.

A veces la música llega como un tropiezo afortunado. Así le ocurrió a Juleisy Contreras, la corista de BullenRap que hoy es una de las voces más cálidas del proyecto, pero que en 2021 ni siquiera imaginaba subirse a un escenario. Llegó al proyecto cuando la agrupación había sido seleccionada para una convocatoria que financiaría la grabación de su álbum.

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“Grabé los coros y luego, cuando ganaron la convocatoria, Javier me dijo: ‘Yule, si grabaste en el proyecto, lo más justo es que tú seas quien grabe en el álbum Los Bullenraperos de Colombia”.

Desde entonces, su voz acompaña el proyecto, guiada por una motivación que va más allá del gusto musical.

“Lo que me mueve por estar en BullenRap es eso: el concepto social, el movimiento. Son abanderados de la paz. Me siento muy agradecida. Cualquiera que haga parte de esto debe sentirse afortunada de llevar mensajes tan lindos. Al fusionar bullerengue con rap es más llamativo”.

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