Reconocida a nivel mundial por su talento para el modelaje y la actuación, Maritza Rodríguez, ahora conocida como Sarah Mintz, la barranquillera que logró traspasar fronteras y conquistar escenarios internacionales, hoy se encuentra alejada completamente de la fama.
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Y es que como ella lo dice, en la necesidad de reencontrarse consigo misma halló la respuesta que siempre estuvo buscando, reconciliarse con su alma judía, la cual sirve en gratitud a Dios.
Aunque han pasado los años, en la memoria de un país como Colombia aún viven los recuerdos de los personajes que alcanzó a interpretar como el de Amparo Rojas en la serie El Señor de los Cielos. Alejados o no de la realidad, la crueldad de sus papeles tendría un final total, cuando por decisión propia decidió darle un giro de 180° a su vida espiritual.
Sus inicios en el mundo artístico permanecen con claridad en su mente, de hecho los asocia a un éxito apalancado por el esfuerzo y la disciplina, habilidades que ha ejercitado con el tiempo y que ahora en su nueva vida aplica más que nunca.
'Cuando comencé en este mundo del arte todo era nuevo, más aún del lugar dónde venía, la gente muy comúnmente se preocupaba porque fuese de una clase social alta, pero yo venía del barrio San José en Barranquilla, y estaba ahí no por dinero, sino por mi talento'.
Su carrera surgió muy rápidamente, tanto así que estando en Bogotá comenzó a hacerse reconocida por sus papeles como villana en telenovelas y posteriormente en series. Además, comenzó a explorar la presentación en televisión.
Sin embargo, en lo que ella misma define como la cúspide de su carrera en Estados Unidos, decide darle un vuelco a su vida, dándole prioridad a las necesidades de su ser interior.
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Encontrando respuestas
En ese recorrido encontró muchas respuestas, algunas erradas y otras más acertadas, pero en cada una de estas le tocó enfrentarse a sí misma y sobrevivir a su terquedad, que en parte se dejó vencer poco a poco por el amor del ser supremo.
'Yo estoy segura que si hubiera seguido mi carrera ahora estaría en Hollywood. Pero ese no era el propósito para mí, Dios tenía algo superior que era primeramente reconciliarme con el amor, y segundo hacerme una vocera, desde mis espacios, de ese mismo amor que es lo que tanto necesita el ser humano'.
Mantenerse en la decisión de sacar lo precioso, de su ser interior, fue sin duda de lo más complicado que le ha tocado enfrentar, en sus palabras: una prueba de la que intentó salir victoriosa todos los días.
A todo esto se fueron sumando momentos de profunda reflexión y meditación, sin embargo, una de las revelaciones que más les costó asumir fue el cambio de su nombre.
'Cuando me di cuenta que mi alma era judía no cambié enseguida, nadie lo hace, es imposible, todo lleva un proceso, pero si algo fue definitivo en todo ese proceso fue el cambio de mi nombre, yo me rehusaba a llamarme Sarah, pero él me convenció'.
Según lo que narra la barranquillera cuando alguien se convierte al judaísmo debe tomar un nombre que pertenezca a la cultura.
En sus búsquedas constantes el nombre de ‘Sarah’ la perseguía de alguna forma hasta que un día se dejó conversar.
'La definitiva fue en medio de un rodaje en Miami, en el que me llama un productor y lo hace refiriéndose a mi como ‘Sarah’, y aunque yo me negué, él me lo afirmó y entendí que era un mensaje superior'.
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Nuevo comienzos
De las cosas la gratificantes para Sarah es su familia, el sentir que diariamente sus hijos y esposo fortalecen el vínculo de fe en el que se desarrollan.
'Sin duda alguna uno de los momentos más especiales para mi es cuando comparto con mis hijos, ellos lo son todo y cuando veo que crecen en el temor a Dios, eso me llena aún más'.
Sobre los mensajes que daría Sarah al mundo, está la necesidad de la reconciliación con el ser superior.
'El gran problema de la humanidad es que ha olvido que existe Dios, y sin ese principio crece el ego, que es lo que daña todo'.
Dentro de los nuevos proyectos, que tiene la barranquillera está poder escribir un libro en el que no solo se cuente su historia, sino que también pueda seguir promoviendo el amor de Dios.
