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Inmortalizar los recuerdos de su infancia a través del arte y llevar por medio de los colores las alusiones más representativas de la magia de Barranquilla y su Carnaval ha sido el propósito de vida que Orlando González ha ido construyendo.

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Percibido como un diseñador de sueños y añoranzas, las memorias de su vida alojadas en la casa de su abuela en el Barrio Abajo y las tradiciones de la cocina típica servidas por su madre, le han permitido tener una historia propia que contar.

Sin mucho más que lo necesario, Orlando creció en un hogar en el que estimulaba la creatividad a partir de la imaginación, y en el que existía una amplia valoración hacia el esfuerzo y la dedicación como parte de la fórmula para la superación personal.

'En casa siempre se nos enseñó a disfrutar de las cosas simples, y éramos en extremo felices, aún por encima de los momentos difíciles. Pero eso sí, el tesón de mis padres nos recordaba que debíamos esforzarnos siempre'.

Su etapa por el colegio transcurrió muy rápido y consecuentemente tuvo que asumir junto a su hermano Antonio, algo de responsabilidad en casa ya que la situación económica requería del compromiso de ambos.

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El valor de las cosas

Su mamá, buscando una fuente de ingreso extra, comienza a preparar comidas por encargo, de lo cual Orlando se encargaba de la venta y los domicilios.

'Esto nos formó mucho, la dignidad que otorga el trabajo es valiosa. Con esto nos empezó a ir bien, mi mamá ya tenía un pequeño restaurante y logré ir a la universidad'.

Orlando se convirtió en el primer profesional de su familia y aunque no estudió lo que realmente quería, se dedicó completamente a la administración de empresas, profesión con la que forjó una carrera exitosa en el sector financiero.

Sin embargo, después de muchos años acostumbrado a un estilo de vida muy cómodo que le brindaba su trabajo, su mamá se enferma y le toca hacerse cargo de ella. Su vida se reconfiguró, y entendió que era momento de cambiar varios aspectos.

'Mi mamá se enfrenta a un cáncer del que sale victoriosa, pero yo no quería volver a los bancos, y recordé el arte, siempre había hecho cosas, muy personales la mayoría, pero esta vez presentía que iba a ser diferente'.

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Su encuentro con el arte

La vida lo obligó a encontrarse a sí mismo, comenzó a crear rosarios, luego bolsos, vestidos, hasta línea de ropa resort para hombres. Cuando se desata la pandemia y todos los proyectos que tenía proyectados para crecer, estos se vinieron a pique.

'Hasta ese momento yo no había explorado la pintura, pero mi mamá me llamó y me dijo que tenía dos jarras y quería que se las pintara para ella servir agua de panela en estas. Me las envía, yo las pinto, le tomo fotos y las subo a mis redes y ahí arrancó esta locura'.

El número de seguidores aumentó y la gente comenzó a hacerle pedidos, no tenía idea de los costos de esos productos, pero se arriesgó a hacerlo porque necesitaba dinero.

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Un arte especial

'Yo no entendí qué le veían de especial a mis pinturas, hasta que viajé a Estados Unidos. Un amigo me lleva a una galería de arte en la que muestro mi trabajo y cuento la historia de mi mágica Barranquilla y su Barrio Abajo, y la dueña quedó fascinada y me pidió 10 cuadros'.

Al regresar a Colombia la limitante de sus recursos le impide cumplir con el pedido, pero tanto le insistió la mujer que prestó el dinero, a la semana todas sus obras se habían vendido y le estaban haciendo más pedidos.

'Ahí sí me fui con toda, no solo llevé cuadros, sino cucharas, cucharones, jarras y bandejas, pero siempre teniendo claro que mi arte busca exaltar a Barranquilla y su Carnaval'.

Actualmente, González ve la vida como un espacio sin límites en el que sus colores intensos, casas amontonadas, gatos y la figura de una mujer en rizos que es su mamá.