Educación emocional: una necesidad vital en las universidades

Un flagelo inminente del que aún se palpitan secuelas, ese que luego de incrementarse en pandemia no ha dejado de ser la ‘oscura sombra’ de miles de jóvenes en el país y el mundo.

La crisis sanitaria trajo consigo un cúmulo de efectos colaterales que se vieron obligados a entrar en un confinamiento que, pese a presentarse como una medida para reducir la tasa de contagios, generó una disminución de su bienestar emocional.

Los niños y jóvenes reemplazaron las aulas de clases por espacios en casa. La pantalla de un computador o dispositivo móvil se convirtió en el tablero que a diario solían observar, ahora sin la compañía cercana de compañeros y maestros. Las sensaciones propias de un grupo de estudiantes juntos en un salón no volvieron a sentirse.

Las filas para comprar una merienda dejaron de existir, así como también los diálogos durante los recesos. Los escenarios de esparcimiento en donde se realizaban actividades físicas se mantuvieron vacíos, es decir, el contacto físico con sus compañeros se hizo nulo.

Las cifras se tornan alarmantes. Haber dejado de vivir este tipo de experiencias causó un impacto psicológico en este grupo. Y es que según la OMS, En el mundo, uno de cada siete jóvenes de 10 a 19 años padece algún trastorno mental, un tipo de trastorno que supone el 13 % de la carga mundial de morbilidad en ese grupo etario y el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años.

'Nuestra medición, encontró adicionalmente que un 37 % de los encuestados, presentan sintomatología o dificultades de riesgo en relación con su salud mental', explicó Ana María Restrepo, decana del Medio Universitario de la Universidad del Rosario.

Esta realidad también es palpable en otras instituciones de educación superior, lo cual hace más urgente la necesidad de implementar programas de intervención que promuevan el desarrollo de habilidades sociales y emocionales para afrontar situaciones desafiantes de la vida.

La salud mental implica una mirada de múltiples factores que se relacionan con el bienestar y la percepción personal sobre las propias capacidades y recursos para atravesar por las dificultades o retos propios de la vida cotidiana.

De acuerdo con Judy Velásquez, Psicóloga de la Universidad del Rosario, empezaron a tener presencia emociones intensas de miedo, tristeza y ansiedad que incidieron negativamente en las relaciones con otros.

'En este panorama la desconfianza aumentó y debimos tejer nuestras relaciones con el otro a la distancia, pues, aunque quizá le teníamos miedo, le necesitábamos a la par y afectó más a la población joven'.

Por su parte, la profesora del programa de Psicología de la Universidad Simón Bolívar y doctora en Métodos Alternos de Solución de Conflictos, Zulgenis Fornaris, pudo observar rezagos por parte de sus estudiantes que en diversas ocasiones solicitaban ayuda emocional, así como el ejercicio de hablar en clases sobre cómo se sentían.

'No podemos atribuirle todo a la pandemia porque esa falta de competencias socioemocionales venían desde antes. Lo teníamos allí presente, pero ahora se agudizó'.

Las aulas de clase deben representar un lugar que genere no solo bienestar académico, sino emocional en los estudiantes y en eso hace énfasis María Isabel Ochoa, Psicóloga y coordinadora del Centro de Atención al Estudiante de la Universidad del Norte.

'El aula de clases debe contar con un ambiente amistoso de comunicación abierta y participación activa, donde se promueva el respeto, la sana convivencia y se facilite el aprendizaje, lo que requiere de la participación y compromiso de docentes y estudiantes'.

Fortalecer lazos entre estudiantes y maestros fue otro de los aspectos que resaltó la profesora del programa de Psicología de la Universidad Simón Bolívar, Zulgebis Fornaris.

El compromiso debe ser permanente, la necesidad de reforzar la educación emocional en las universidades es de carácter vital. Es por ello que Jean David Polo Vargas, profesor de Psicología de la Universidad del Norte y doctor en Comportamiento Social reconoció la importancia del nuevo observatorio para monitorear la salud mental y el bienestar de la población que se instauró en la institución.

A pesar de que los diagnósticos de trastornos mentales son más frecuentes en la población, su tratamiento aún representa grandes desafíos, sobre todo, a nivel social. 'Seguimos siendo una cultura donde las personas se sienten avergonzadas o son ridiculizadas cuando hablan de buscar apoyo y queremos quitar ese estigma'.

Además de atenderlo con la comunidad estudiantil, Polo también manifestó que se pretende extender al resto de la población barranquillera.