Sábado de Carnaval. Ese es el día. El momento cumbre. La fecha resaltada en el calendario de los barranquilleros. La tradicional Vía 40, desde temprano, se va atestando de curiosos, amantes del Carnaval, bailadores, turistas, en esa batalla que nadie se quiere perder.
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Una batalla en la que los heridos son por ceguera, debido a la maicena en los ojos. En la que el rojo de las prendas no es sangre sino cualquier cantidad de pintura.
Esa es la Batalla de Flores, un evento que reúne una amalgama de manifestaciones culturales alrededor de la fiesta y que este 2023 cumple un siglo y dos décadas desde su primera realización.
Fue el 21 de febrero de 1903. Las calles de la ciudad se vieron adornadas por una batalla en la que las balas de la Guerra de los Mil Días que había azotado al país se convirtieron en flores, en una forma de resignificar la violencia, encontrar una forma de unión en medio del conflicto.
La Guerra de los Mil Días
El origen de esta festividad, que con el pasar del tiempo se convirtió en el más importante evento, se debe al festejo o la conmemoración del fin del conflicto que vivió el país entre el 17 de octubre de 1899 y el 21 de noviembre de 1902.
Fue idea del General Heriberto Arturo Vengoechea realizar esta celebración, que también marcó el regreso del Carnaval que se vio suspendido por las mismas razones.
El ‘General Carajo’, como era conocido, le agregó un día más a la fiesta que, para ese momento, iniciaba en domingo.
Por otro lado, según indicó el Sociólogo y Doctor en Historia, Jairo Alonso Solano 'Barranquilla estaba un poco distante de esos campos de batalla porque era una tierra comercial, donde existía una convivencia porque los imperativos de la ciudad y la confluencia racial eran por motivos comerciales'.
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Asimismo, comentó que de manera esporádica hubo una invasión a la ciudad en las guerras previas a la de los mil días.
'Fue de parte de un ejército del interior del país, sobre todo de Ricardo Gaitán Obeso en 1885. Sin embargo, en la ciudad no habían esas diferencias, entonces, fácilmente la Guerra de los Mil Días se tomó como algo que sucedía en el interior del país, pero que nosotros en Barranquilla le dábamos una connotación distinta', dijo el historiador a esta Casa Editorial.
Es así como 'a las batallas que habían en el interior, aquí se configuraron como una batalla de flores, y es a principios del siglo 20, cuando ya empieza a denominarse de esa manera', concluyó el experto.
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A las 4 sonaron los cañones
Un nuevo día se añadió al Carnaval y, sin pensarlo, se convertiría en el momento cumbre. 21 de febrero la fecha señalada, a las cuatro de la tarde sonaron tres cañonazos y los coches de cada bando, por un lado, el del presidente y por otro el del vicepresidente del Carnaval, quienes eran las máximas autoridades.
'El General Vengoechea definió el punto de partida y estableció que el recorrido se haría alrededor del Camellón Abello (Paseo Bolívar). Cuando se encontraron frente a frente se prendió la batalla. Se tiraban huevos rellenos con agua perfumada, polvos de colores y flores. De ahí su nombre: Batalla de Flores', explicó la investigadora de Carnaval, Mabel Gasca.
La investigadora señaló que la intención del general era darle un sentido diferente a la palabra batalla resignificándola, cambiando su connotación bélico militar y que la gente la asociara con el Carnaval, con la fiesta, la recocha, la alegría, los perfumes, los polvos de colores, las risas, la música, el baile y los disfraces.
Paralelamente, Gasca también indicó que 'su éxito fue tan grande que convocó masivamente a propios y a extraños. Serían tantos los interesados en verlo y en participar que poco a poco tuvieron que abrirlo y permitir que se integraran danzas, grupos folclóricos, disfraces, comparsas y carrozas'.
'Mis cenizas en la Vía 40'
La Batalla de Flores ha impactado en la vida de miles de personas. Hacedores y espectadores. La vida de otros miles cambió al momento de estar ahí, un Sábado de Carnaval en la vía 40 o en los distintos sectores en los que se ha hecho a lo largo de un siglo y dos décadas.
Álvaro Bustillo, es uno de esos afortunados que el trasegar de su vida se ha visto impactado por el folclor, la sabrosura, el brillo y ritmo de la Batalla de Flores. El director del Garabato del Colegio Marco Fidel Suárez, tuvo la oportunidad de ser Rey Momo en 2014.
Estar ahí, un Sábado de Carnaval 'es algo hermoso. No hay palabras para describir esa sensación'. Y es tan así, que Bustillo lo tiene claro. 'Yo le he dicho a mi esposa que si muero primero que ella, mis cenizas quiero que las arrojen en la Vía 40 durante una Batalla de Flores', dijo el gestor cultural a EL HERALDO.
Sobre su participación en las diferentes Batallas de Flores que ha tenido la oportunidad de estar, ha sido 'deliciosamente disfrutada, bailada, cantada, disfrazada. Saqué por primera vez, después de muchos años, el Monocuco que había desaparecido, precisamente en una Batalla de Flores, allí los disfraces y grupos folclóricos se renuevan'.
Asimismo, para el hacedor este evento 'conjuga una cantidad de expresiones en un solo día, la música, la danza, las decoraciones' y agregó que 'significa un hecho histórico, de paz, armonía, integración colombiana. Vida. Ese fue el gran legado que dejó el general ‘Gran Carajo’, Heriberto Arturo Vengoechea'.
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Defensores de la tradición
En 120 años de Batalla de Flores que se han realizado, los cambios han ido de la mano. Desde sus primeras ediciones en Camellón Abello, a su paso por la avenida Olaya Herrera, hasta la actualidad en Vía 40.
Asimismo, las tradiciones se han ido modificando, los disfraces han ido cambiando. Sin embargo, hacedores del Carnaval como Ubaldo Mendoza, quien fuera Rey Momo en 2004, aseguró que con su comparsa La Revoltosa 'soy muy defensor del patrimonio cultural. Me gusta conservar lo que nuestros abuelos nos dejaron. El único grupo de cumbiamba que sigue asistiendo al Carnaval con el vestido original de flores es La Revoltosa'.
Por eso, para él, la Batalla de Flores es 'la apertura del Carnaval y cómo el pueblo quiere recibir esta fiesta. Estar ahí es magnífico, todo el derroche de cultura y tradición que se mantiene hasta el día de hoy es algo indescriptible'.




















