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Una cola interminable rodea desde el amanecer el memorial José Martí en la Plaza de la Revolución de La Habana, donde miles de cubanos con rostros de tristeza, emoción contenida y lágrimas acudieron ayer primeros a rendir tributo al comandante, cuyo legado es 'eterno' e 'inmortal'.

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Puntual, a las 9 de la mañana el memorial José Martí abrió sus puertas y los primeros fieles al comandante, muchos entre llantos y otros con la mano en el pecho, comenzaron a desfilar frente a uno de los tres puntos de homenaje instalados, casi idénticos, con flores blancas, imágenes de Fidel, y sus condecoraciones militares.

No estaba la urna con las cenizas del comandante, como muchos en la fila esperaban, aunque los restos cremados de Fidel sí viajarán a partir de mañana por la isla, hasta Santiago de Cuba, cuna de la Revolución, donde se celebrará su funeral el 4 de diciembre.

'He venido a cumplir con mi deber patriota y revolucionario, en honor a nuestro comandante en jefe, que murió como comandante invicto', afirmó a Efe Jesús, un hombre de 85 años que colaboró con la lucha clandestina antes de la Revolución en Ciego de Ávila.

Recuerda con cariño esos años en los que conoció a Fidel, antes de convertirse en comandante en jefe de la Revolución, a quien recuerda como un hombre 'humilde, alegre y campechano' que se convirtió luego en un líder mundial cuyo legado 'estará vivo por los siglos de los siglos'.

Su 'compañera' de lucha, Mercedes Cabrera, fue quien le avisó la noche del viernes de la muerte de Fidel y ayer le acompañó a homenajearle al memorial José Martí: 'Nuestro comandante vive, no ha muerto. Sigue y seguirá en todas las generaciones futuras'.

'Fidel nos enseñó a luchar y a ayudar a ancianos, niños, pobres y humildes. Él dijo desde el principio que esta Revolución era de los humildes y para los humildes y así ha sido', afirmó Cabrera, que integró el Ejército Rebelde en los años de la lucha guerrillera en la Sierra Maestra.

Rolando Pujol/EFEUn anciano llora al pasar frente a la foto de Castro.

Otros simpatizantes

Tampoco quisieron dejar de despedirse del comandante estudiantes de secundaria como Idoliris, de 16 años, quien, mientras esperaba en la larga cola para entrar al memorial, sentía 'tremendo orgullo' de poder despedirse de Fidel y 'tremenda pena' por haber perdido a un líder de su magnitud, aunque 'su recuerdo estará siempre presente'.

'Fue una sorpresa. En mi casa todo el mundo se puso a llorar. Y en la calle hay tristeza', contaba sobre la muerte del líder histórico de la Revolución cubana, a los 90 años, el 25 de noviembre a las 10:29 de la noche, cuando Raúl Castro realizó el anuncio.

'Orgullosa' y 'eternamente agradecida' a Fidel, se desplazó hasta la Plaza de la Revolución para decirle adiós Bárbara Guerra, maestra jubilada de 78 años, consciente de que sin los logros de la Revolución, ella como mujer negra no hubiera disfrutado de los 'derechos y oportunidades' que ha tenido.

Lo queríamos de corazón

'Aquí se siente mucho dolor. Todos estamos muy consternados por la muerte de nuestro comandante porque todos lo queríamos de corazón, sin hipocresía', aseguraba a Efe Félix Jardines, un abogado de 58 años, mientras esperaba en la cola para entrar al homenaje.

Para él, que no ha podido pegar ojo desde la noche del viernes, Cuba sin Fidel va a seguir igual: 'Revolución, socialismo, tratar de hacer las cosas mejor cada día, desarrollarnos más para lograr más bienestar para el pueblo, que fue por lo que él luchó'.

Los cubanos en La Habana tendrán hasta hoy para homenajear a Fidel en esa plaza, donde a las 9 de la noche se celebrará un multitudinario acto de despedida al que acudirán mandatarios y personalidades.

Sigue el festejo

El barrio de la Pequeña Habana, de Miami, el corazón del exilio cubano, prosigue la fiesta que se desató desde la madrugada del sábado, poco después de que se diera a conocer la muerte del histórico líder Fidel Castro.

Desde primeras horas de ayer las inmediaciones del icónico café Versailles, aunque en menor número que el sábado, se vieron colmadas de exiliados cubanos y personas de varias nacionalidades que festejaban la 'muerte del tirano', entre gritos por la libertad y por la instauración de la democracia en el país caribeño.

Algunos de los presentes en la icónica calle ocho utilizan las cámaras de las televisiones locales como ventana para volcar una catarsis colectiva, tras largas décadas de espera, en la que no escasean las palabras cortadas, los ojos con lágrimas, el recuerdo a los caídos y hasta deseos de algún tipo justicia.

En los archivos de la revista Bohemia y del Instituto Nacional de Reforma Agraria en Cuba reposan las fotos con virado a sepia de Sartre y Beauvoir con un grupo de intelectuales en la sede del suplemento literario Lunes de Revolución, del periódico Revolución —órgano del Movimiento 26 de julio—. En la imagen se ven tomando sopa china —para los cubanos el caldo, vendido en uno de los más antiguos y grandes Chinatowns de América Latina, era capaz de levantar a un muerto—, en el Mercado Único, plaza en la que Benny Moré vendía frutas y hierbas medicinales, a mediados de 1936, antes de ser el Sonero Mayor de Cuba.

La relación entre los pensadores franceses y el régimen cubano se fracturó en 1971 cuando el poeta Heberto Padilla fue encarcelado. Fecha en la que Carlos Droguett, novelista y cuentista chileno vinculado a la generación literaria de 1938, señalaba: 'Debiéramos contratar a Fidel por unos seis años para arreglar estas cosas de la cultura'.

Padilla escribió el libro Fuera de juego, premiado en un concurso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). La entidad aceptó la publicación con la condición de escribir un prólogo en el que acusaba al autor de contrarrevolucionario. El libro tampoco fue distribuido. Caso similar a la acusación del dramaturgo, novelista, poeta y ensayista Antón Arrufat, ganador del premio de teatro de la Uneac en 1968 por Los siete contra Tebas.

Después de la cárcel, Padilla fue obligado a retractarse de sus críticas al gobierno comunista en una declaración pública que dirigió a la Uneac.

El descontento de varios intelectuales, que encontraron en la Revolución una plataforma del Boom literario latinoamericano, se materializó en una carta en la que se afirmaban: 'Creemos un deber comunicarle nuestra vergüenza y nuestra cólera. El lastimoso texto de la confesión que ha firmado Heberto Padilla solo puede obtenerse mediante métodos que son la negación de la legalidad y de la justicia revolucionaria'.

Una larga lista de escritores, cineastas, filósofos, poetas y pensadores, como Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre, Mario Vargas Llosa (quien gestó la iniciativa), Italo Calvino, Octavio Paz, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Marguerite Duras, Jaime Gil de Biedma, Alberto Moravia y Pier Paolo Passolini firmaron la carta pidiendo explicaciones al gobierno por los métodos que recordaban a los usados por la Unión Soviética.

Una nueva política fue asumida por Castro, que sentenció en la frase: 'Somos un país bloqueado y por lo tanto el arte también debe ser un arma defensiva de la Revolución'. En tono similar a la expresada años antes cuando dijo: 'Dentro de la Revolución, todo. Contra la Revolución, nada'.

El caso Padilla dividió a la intelectualidad iberoamericana. Algunos permanecerían constantes en su apoyo al régimen durante décadas, entendiendo como necesaria la reacción de lo ocurrido con el poeta cubano. Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Benedetti y, en un principio, Carlos Fuentes, a quien La Habana condenó por escribir en la revista Life, mantuvieron su amistad con Castro, que finalmente, debido al descrédito y a las presiones internacionales, liberó a Padilla, exiliado hasta su muerte en los Estados Unidos.

A su llegada a Cuba, Ernest Hemingway se paseaba por las noches por dos de los bares más famosos de la isla: El Floridita y La Bodeguita del Medio. Se encontró con Castro por primera vez el 15 de mayo de 1960, y se afirma que mantuvieron una breve amistad. Sin embargo, en julio de ese año, según información del diario El País de España, 'trasladó a una caja fuerte los manuscritos y papeles que consideró más valiosos. Su finca y cerca de 6.000 volúmenes de su biblioteca fueron nacionalizados por el gobierno cubano tras la invasión de Bahía Cochinos'.

El desencanto de los intelectuales podría resumirse en 'La Revolución no tiene quien le escriba', así fue como tituló su capítulo Vázquez Montalbán, haciendo referencia a uno de los amigos que Fidel tuvo hasta el final entre los escritores latinoamericanos, Gabriel García Márquez. Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Abilio Estévez, José Manuel Prieto, Norberto Fuentes y Zoé Valdés fueron algunos de los escritores que callaron o se exiliaron.

En el caso de Cabrera, las protestas que hizo por la prohibición de un corto dirigido por su hermano Orlando Jiménez Leal en el que celebraba la vida nocturna de La Habana, causaron su transferencia a la embajada cubana en Bruselas. Antes de su viaje había empezado una novela que finalmente tituló Tres tristes tigres. Regresó en 1965 a la isla, para asistir al entierro de su madre, para luego no volver.

Sobre el aclamado escritor cubano Leonardo Padura se dice que no está dentro de la Revolución, pero tampoco en contra. Padura decidió quedarse en la isla para escribir, y se ha convertido en un 'recolector de la memoria del presente que tendrá el futuro', como manifestó él mismo.

Los filósofos franceses Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, en una visita a Cuba.

Agravante

Tres secuestradores de una embarcación cubana que buscaban llegar a los Estados Unidos, y el encarcelamiento de 75 disidentes en 2003, entre los que se encontraba el periodista y poeta Raúl Rivero, abrió un nuevo debate sobre la situación cubana. El premio nobel de Literatura José Saramago y el escritor uruguayo Eduardo Galeano rechazaron los hechos a través de declaraciones críticas. 'Hasta aquí he llegado. Desde ahora en adelante Cuba seguirá su camino, yo me quedo. Disentir es un derecho que se encuentra y se encontrará inscrito con tinta invisible en todas las declaraciones de Derechos Humanos pasadas, presentes y futuras', publicó Saramago en un medio español.

Galeano, quien hasta ese momento mantenía una afinidad ideológica con el régimen, reflexionó: 'Son muy malas noticias, en cambio, noticias tristes que mucho duelen para quienes creemos que es admirable la valentía de ese país chiquito y tan capaz de grandeza, pero también creemos que la libertad y la justicia marchan juntas o no marchan'.

La otra carta. La Habana acusó también a Neruda por asistir a una reunión del Pen Club en Nueva York —asociación mundial de escritores, fundada en Londres en 1921—, en 1966.

A pesar de Canción de Gesta, la condena al poeta chileno fue secundada por escritores cubanos como Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Heberto Padilla, Mirta Aguirre y Roberto Fernández Retamal.

'Si a pesar de esta situación, los EEUU otorgan ahora visas a determinados izquierdistas, ello tiene pues otras explicaciones: en unos casos, porque tales izquierdistas han dejado de serlo, y se han convertido, por el contrario, en dirigentes colaboradores de la política norteamericana; en otros, en que sí se trata de hombres de izquierda, como es el caso tuyo, y el de algunos participantes más del Congreso, porque los Estados Unidos esperan obtener beneficios de su presencia', escribieron 'fraternalmente'. A la que respondió Neruda: 'Por infundada, me extraña profundamente la preocupación que por mí ha expresado un grupo de escritores cubanos'.

Persona non grata

Por encargo del expresidente chileno Salvador Allende, Jorge Edwards partió en 1970 a Cuba en calidad de diplomático. Allí se encargaría de abrir la embajada de su país en La Habana.

Ante el caso Padilla, Edwards rechazó las medidas del gobierno cubano, lo que se tradujo en la desaprobación de Castro, quien lo calificó como 'persona non grata' y lo expulsó de Cuba. En el libro Persona non grata, publicado en 1973, habla de su 'ingrata experiencia' con el régimen que lo recibió.

En el momento de la publicación, Mario Vargas Llosa llamó a Edwards 'el francotirador tranquilo'. En una entrevista al diario El País, afirmó que Pablo Neruda, su jefe en París, le comentó que lo escribiera, 'pero no lo publiques todavía, no seas ingenuo', le dijo.

Casa de las Américas

A solo cuatro meses del triunfo de la Revolución cubana, el Gobierno Revolucionario creó la Casa de las Américas, institución 'que sigue realizando actividades de carácter no gubernamental' y que ha buscado promocionar, investigar, auspiciar, premiar y publicar la labor de escritores, artistas de la plástica, músicos, teatristas y estudiosos de la literatura, las artes y las ciencias sociales del continente. Anualmente la institución otorga el premio Casa de las Américas.