Si entre Salamina y El Piñón llueve, por Guáimaro no escampa'.
Es así como los habitantes de este corregimiento –el único que en su jurisdicción posee Salamina– grafican el problema por la erosión que desde hace un poco más de 10 años, ante el temor de que el río parta en dos el municipio, los tiene con el ‘credo’ en la boca.
Una angustia generalizada que crece en medio del despilfarro de dineros por obras que se ha llevado el río.
Más de $2 mil millones se perdieron en el 2018 en una solución que no llegó a cumplir su fin. Fue la colocación de pilotes de metal con los cuales se armó una muralla para contener la socavación, pero el río se llevó algunas de las estructuras.
El alcalde de la época, José Nicolás Díaz, salió al paso de las críticas y tras solicitar concepto ténico de la Universidad del Norte manifestó que 'la obra no fue mal ejecutada, sino que hubo una falla geológica en el fondo del afluente'.
Sin embargo, la Contraloría General de la República, tras investigar el caso, determinó que se configuró un detrimento fiscal por la suma de $2.027.500.381.
La emergencia en Guáimaro va en aumento y ya alcanzó a impactar las calles 9, 10 y 11, que desde la finca Villa Denis (donde inicia) tiene ahora una longitud de más de 2 kilómetros.
Ha sido tan agresiva la erosión en este corregimiento, que ya ha arrasado con dos calles.
En lo que hoy es río, frente a la plaza, estaban el colegio de las monjas, la cárcel y las casas de Pedro Charris, Marily Mozo y Gregorio Rodríguez, entre otras familias.
Había frondosos trupillos, almendros y mango. 'El río mató este paisaje urbano', dicen en el pueblo.
En el 2012 y ante el riesgo por su ubicación en la franja costera, varias familias tuvieron que ceder sus casas para levantar el muro de protección, el mismo que hoy se cae a pedazos.
Había que hacer algo para contener la arremetida del río Magdalena y la solución fue construir el jarillón, pero para ello se tenía que tumbar las edificaciones que estaban en la línea de la obra.
Las casas de Jaime Pabón, Rafael de los Reyes Castro, Carmen Rodríguez, Gabriel Castro, Sebastián Muñoz y Alejandro Romeron fueron demolidas.
El personero de Salamina, Carlos Mario de la Cruz, sostiene que 'se está en medio de una situación que desespera a la comunidad y que urge la atención inmediata de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, Ungrd'.
'Es necesario que se destinen los recursos para que se atienda en forma integral el problema en esa franja', anotó.
Indicó que 'se esta gestando un movimiento social que está tomando fuerza y que pretende hacer un levantamiento popular para llamar la atención de las entidades del orden nacional'.
Actuar pronto
Para el concejal de Salamina Pedro Castro, oriundo del corregimiento, '¡Dios ha sido demasiado guaimarero!', esto en alusión a que pese a lo que sucede aún no ha ocurrido la tragedia que todo el pueblo vaticina.
'Dios ha tenido mucha compasión', dijo el político, no sin antes señalar que 'lo que se necesita es una pronta intervención'. 'Viene una nueva ola invernal y si no se hace nada vendrá una catástrofe', enfatizó.
El veedor Carlos Martínez González entiende que hay que actuar cuanto antes porque la erosión sigue creciendo.
'Que se comiencen los trabajos porque aquí no se van a perder cultivos ni animales, sino vidas humanas', manifestó.
Insistió en que 'los trabajos que se hicieron para mitigar el impacto frente a la iglesia no generaron nada'.
Piden Unidad de Víctimas
Los guaimareros piden que se tenga también en cuenta su condición de sujeto de reparación colectiva. Por ello, a través del personero municipal, proponen que se involucre a la Unidad de Víctimas ya que nadie desconoce que la población fue afectada por el conflicto armado.
A finales de los 90 y principios del 2000, la muerte se paseó a su antojo por las calles de Guaimaro.
Los paramilitares asesinaron a Lovigildo Charris y su hijo Elmer; a Alcides Rada y Never Sierra, al tendero Leonel Polo, a Samuel Charris y al concejal Humberto De la Rosa, desplazamiento ese que hoy podría repetirse, pero por causa de actores diferentes: la naturaleza y la desidia estatal.
Corregimiento
Guáimaro es el único corregimiento del municipio de Salamina, en el occidente del departamento del Magdalena.
Tiene 5.000 habitantes y se encuentra ubicado en el gran delta del río Magdalena, en una llanura de inundación compuesta por numerosos caños y pantanos de gran tamaño que son alimentados por las inundaciones del Río, haciéndolo generalmente plano, bajo y cenagoso.
Cuenta con una altura de 6 metros sobre el nivel del mar y su temperatura promedia en unos 35° C.
Está distante de la capital, Santa Marta, unos 175 kilómetros.
La dinámica propia del río Magdalena ha estado siempre presente en el desarrollo de la vida de los habitantes. A través del afluente es como se accede con mayor facilidad al corregimiento, convirtiéndolo en su principal vía de comunicación e intercambio.


