
Cuando al final de su mandato (1966-1970) Carlos Lleras Restrepo inauguró el distrito de riego de Repelón, anunció optimista que el sur del Atlántico se convertiría, a partir de ese momento, en la despensa alimenticia de Barranquilla y de otras ciudades de la región.
No fue tanto así. Pero sí alcanzó altos niveles de productividad. En el informe que recibió el ministro de Agricultura Juan Camilo Restrepo pocos días antes de que se produjera el boquete en el Canal del Dique el sur del Atlántico estaba produciendo 100 mil litros diarios de leche. Tenía 40 mil cabezas de ganado, y una actividad intensa en piscicultura, que producía toneladas de tilapias, bocachicos y bagres. También, como no, fue informado de que en el pasado, algunos empresarios ilusos y poco expertos habían fracasado con un proyecto de cultivo masivo de maracuyá (después de las millonarias inversiones descubrieron que el jugo que daba el fruto no servía para comercializar porque era muy salobre). Otros se embarcaron en una aventura con extensas plantaciones de caña dulce, que resultó dando ‘guarapo salado’. Y lo último fue la inversión de cerca de 25 mil millones de pesos en estudios de prefactibilidad, factibilidad y primera etapa de prueba en el distrito de riego de Santo Tomás-El Uvito. Cuando ya estaba todo sobre ruedas, se determinó que debía cambiarse el objetivo de cultivo del proyecto porque, como estaba enfocado sólo con cítricos, era un fracaso. Porque el jugo de sus limones era más que ácido, amargo, al igual que las expectativas de quienes habían depositado sus ahorritos en la compra de parcelas en el área del abortado proyecto.
Sin embargo, la Gobernación del Atlántico en los tres últimos años ha puesto una enorme confianza en el llamado cono Sur. El motivo de esa esperanza es que se trata de tierras fáciles de irrigar y cultivar. Además, el mandatario Eduardo Verano recuerda que, luego de la nefasta inundación de 1984, esa zona tuvo las tierras más fértiles y productivas de toda la región. Por eso, desde la llegada al cargo, puso todos los huevos de la canasta en esa zona. Un ambicioso proyecto que, de un solo soplo, se vino abajo. El nuevo desbordamiento arrasó con cultivos de pancoger, fincas reforestadas, lagos artificiales de cría de peces, pastos para la ganadería. Todo quedó bajo el agua en el vasto Sur.
Según Verano, uno de los aspectos más positivos de esa zona del Atlántico es (o era) el imperio del minifundio. No hay grandes extensiones en poder de un solo dueño. Hay uno que otro ‘señor feudal’, pero más hacia el centro del Departamento y hacia la zona costera con el mar Caribe. En el corazón del Sur lo que abundan son los dueños de pequeñas parcelas. Eso que en cualquier otra parte del mundo podría ser una situación virtuosa, acá se estaba convirtiendo en motivo de discordia, porque no había un criterio general, una unidad de mando, para enrutar el uso de la tierra. Unos querían destinar su parcela –grande o pequeña- a la cría de ganado. Aseguraban que era más confiable y rentable. Otros, en cambio, alegaban que eran campesinos acostumbrados a sembrar la mata de yuca, ñame, plátano y a criar el cerdo y las gallinas para el consumo en casa.
“Ahora, por la acción de la naturaleza, van a tener que ponerse de acuerdo para definir a qué cría de peces y de patos se dedican. Porque las aguas del río Magdalena, que penetran por el Canal del Dique, reclaman con furia sus contornos naturales”, dice el suboficial de la Armada Carlos Ramírez.
Era la gran despensa
Al momento del desastre, el sur del Atlántico tenía en plena producción 3 mil hectáreas de maíz (para harina y los bollos de mazorca), 10 mil de yuca, 2 mil de sorgo y 15 mil de frutales (especialmente mango y guayaba). En total se perdieron 20 mil hectáreas de pasto, según el presidente de Asoganorte, Luis Vicente Támara, lo cual hace necesario que el Gobierno Nacional, cuanto antes, aplique planes de choque para recuperar todo lo que quedó sepultado. Y para pagar los compromisos bancarios.
Por:Rafael Sarmiento Coley