En los últimos ocho días lo vimos dos veces. Enfrentó a Deportes Tolima en la serie previa de la Copa Libertadores. Ofició de centro delantero y su equipo, Corinthians de Brasil, fue eliminado por el club colombiano. Me refiero a Ronaldo Nazario de Lima. El mundo del fútbol lo conoció y disfrutó simplemente como Ronaldo. Es el máximo goleador en la historia de los mundiales con 15 anotaciones. Su capacidad goleadora se impuso en todos los equipos que lo tuvieron en sus nóminas.

Brasil, Holanda, España e Italia disfrutaron en vivo del fantástico don goleador del apodado Fenómeno. Y también la selección brasileña. Y también, mesura a un lado, todo el planeta fútbol.

Ronaldo fue la perfecta simbiosis entre la potencia y la técnica. La explosión y la habilidad. La estética y la eficacia. Era sorprendente ver una galopada de Ronaldo a tanta velocidad, sin perder el dominio del balón y eludiendo a cuanto rival aparecía en su camino. Y lo mejor es que esa demostración de fina aplanadora, tenía generalmente un desenlace afortunado: el gol.

Su feudo era todo el frente de ataque. Su punto de despegue, el centro del campo. Su velocidad, la máxima. Su destino, la portería rival. Ronaldo, aún a lejanas distancias del pórtico enemigo, presagiaba riesgo de gol si tenía el balón en sus pies, un espacio que recorrer, unos defensores que desairar y un arco que vulnerar. Combinó en dosis ideales, al velocista que llevaba en sus piernas, con el frio y calculador definidor que habitaba en su cerebro.

Dos gravísimas lesiones lo magullaron, pero siempre se las ingenió para salir airoso. Jairzinho, el inolvidable delantero de la selección Brasil, tricampeón mundial en 1970 expresó, en mi opinión, la mejor descripción de Ronaldo que se haya dado: “una mezcla de boxeador y bailarín, una combinación del cuerpo de Tyson y los pies de Nureyev”.

Si ha sido todo eso, ¿por qué, entonces, se presenta a una cancha a competir en el estado lamentable en que está? ¿Por qué no acepta las leyes naturales del fútbol y la vida, por injustas e implacables que parezcan? ¿Por qué pone en aprietos su prestigio? ¿Por qué dejarle a sus millones de admiradores, esa desgreñada última imagen? ¿Será que cree a pie juntillas en Jairzinho y no se ha enterado que Tyson fue vapuleado por la vida y Nureyev ya murió?

Javier Castell López

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