Buscando algo de sombra y respiro, en medio de un Malecón del Río que a las 10 de la mañana hierve a más de 35 grados centígrados, Isaac Cure Ferrer rememora “con satisfacción y nostalgia” los días en que los practicantes de skateboarding solo eran vistos como rebeldes o vándalos que atentaban contra el mobiliario urbano de Barranquilla.
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“No nos querían en ningún lado. Siempre estábamos en el Parque Venezuela, ahí nos reuníamos, pero entrábamos en conflicto con los que jugaban microfútbol en la cancha de hockey. Ellos salían golpeados en las canillas con las patinetas que seguían de largo y nosotros nos llevábamos unos balonazos de vez en cuando”, recuerda Cure Ferrer.
“Una vez los vecinos del sector recogieron firmas para sacarnos de ahí. Los ‘skaters’ estuvimos en peligro de extinción aquí porque no teníamos a donde ir. Ya estábamos aburridos porque nos echaban de todos lados”, apunta este barranquillero que con 37 años de edad y una hija de solo cinco, Isabella, no vive arriba del skateboard, como en su época de adolescente, pero sigue conservando intacta la pasión por este deporte.
“A mi hija le gusta, y a veces salimos a rodar, pero ya a mí me da miedo que me vaya a caer y a fracturar”, admite.

Hans Burchardt, otro de los primeros ‘skaters’ de la ciudad, ya con 46 calendarios encima, todavía cabalga en el monopatín con la misma emoción y osadía de aquellos días en los que se reunía con Isaac y un combo de muchachos que se enamoraron de esta actividad deportiva y recreativa que nació en California, Estados Unidos, en los años 50, como una idea de los surfistas, que quedaban con sed de adrenalina cuando el oleaje se atenuaba, y decidieron ponerle ruedas a sus tablas.
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Todos esos trucos que se ejecutaban sobre la patineta en superficies como rampas, barandas, bancas y cualquier obstáculo callejero, combinando equilibrio, técnica y creatividad, entraron por la Puerta de Oro de Colombia y tocaron la fibra de muchos para siempre.
“Yo tengo dos hijos gemelos de 16 años, Karl y Ralph, pero sigo dándole”, afirma Burchardt.
Jonathan Orta Visbal, mejor conocido en el ámbito como ‘Laver’, con 39 velitas apagadas, es parte de esa ‘vieja guardia’ que mantiene encendida y expande la llama del skateboarding en ‘Curramba’. Difícil que se la extingan. Toda su vida gira alrededor de las cuatro ruedas y la tabla. Tiene una tienda de skate (Born to roll – nacido para rodar) y un restaurante, el Pataconcito, junto al Parque Venezuela, con decoración alusiva a todo esto. “Ese es mi mundo”, dice sin titubeos.

FELICES POR EL SKATEPARK
Los tres, Isaac, Hans y Jonathan, sonríen y festejan la creación del Skatepark del Malecón del Río, un espacio como el que ellos soñaban y clamaban hace 23 años, cuando los dos primeros aparecieron en una crónica de EL HERALDO hablando al respecto.
“Qué bueno que al skate no lo vean ya como una cuestión de chicos rebeldes, que sea respetado como un deporte más. Es un orgullo ver que en Barranquilla la administración Distrital le apuesta a eso, uno se siente orgulloso. No me tocó a mí, pero sí a la generación que viene y me siento muy satisfecho”, dijo Hans Burchardt, quien asistió el lunes 3 de noviembre a la inauguración del nuevo skatepark de la ciudad, diseñado por uno de sus camaradas de aquellas viejas épocas, Daniel Lizcano, arquitecto de la Universidad del Atlántico.


“Este gremio es crítico y perfeccionista, pero Daniel le calló la boca a todo el mundo con este skatepark. El que hicieron en el Parque Venezuela no dejó a todos conformes, es un escenario exigente, más para expertos, en cambio acá hay espacios para principiantes, para nivel medio y para profesionales, muros de todas las clases”, comentó Isaac.
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Son 2.400 metros cuadrados insertados en el que se ha convertido en un sitio emblemático de la ciudad y el más visitado de Colombia, frente a la majestuosa arteria fluvial, y justo detrás de la estatua de Shakira, como si la artista barranquillera también le diera su ‘espaldarazo’ al skateboarding. Es exactamente todo lo que querían esos niños, adolescentes y jóvenes que se sostuvieron en pie de lucha cuando eran rechazados por todos.
“Tuvimos muchos enfrentamientos con la Fuerza Pública e hicimos protestas. Cuando inauguraron el skatepark de la Plaza de la Paz, no querían dejarnos practicar allá”, recordó Jonathan Orta Visbal.

Ya existían en la ciudad unos skateparks en Las Gardenias (que no es muy utilizado por la problemática de seguridad del sector), en Simón Bolívar (lo van a intervenir en el plan de recuperación del bulevar de ese barrio), en el Parque Muvdi (cuyas rampas fueron retiradas), en Puerto Colombia (está sin terminar), en Caribe Verde y en el Parque Venezuela, pero ninguno con las características del que se construyó en el Malecón del Río.
“La ciudad ha mejorado en todos los aspectos, así como le dejamos de dar la espalda al río, le dejamos de dar la espalda a estos deportes”, destacó ‘Laver’.
DEPORTE OLÍMPICO
Ver consumado ese anhelo añejo los hace pensar que no fueron en vano sus reclamos, esfuerzos, peticiones y aspiraciones. “Hay un cambio de percepción, afortunadamente, porque esto ayuda a alejar a los jóvenes de malas andanzas. Ya noto que no son únicamente jóvenes solos, también he visto muchos padres creando ese vínculo deportivo con sus hijos en este nuevo skatepark”, resalta Hans.
“Mis gemelos no alcanzaron a entusiasmarse con el skateboarding porque cuando lo practicaban no existía un escenario adecuado. Pero ahora sí tenemos uno de categoría nacional e internacional”, agregó.

El desafío ahora, de todas las generaciones del skateboarding en la ciudad y el departamento, con el respectivo respaldo de las autoridades deportivas, Secretaría Distrital de Deportes e Indeportes, es formalizar mucho más los entrenamientos y competencias de esta disciplina que hace parte del programa olímpico desde Tokio-2020.
Forma parte de la Liga de Patinaje del Atlántico, pero se requiere que exista un mayor número de clubes y que operen con formadores que ayuden a promover un semillero que germine y brinde frutos panamericanos, olímpicos y mundiales en un futuro.
En ‘la Arenosa’ existen alrededor de 900 o 1.000 ‘skaters’, pero con este nuevo epicentro, que también recibe a los practicantes de BMX freestyle y roller freestyle, puede crecer esa cifra rápidamente si se brinda el apoyo necesario para la formación, capacitación y competitividad.

Ya el Distrito tiene en su programa de Escuelas de Formación Deportiva oportunidades para los interesados en el skate, aunque todavía hay muchísimo por explotar con el surgimiento del recién estrenado escenario.
Debajo de un árbol de almendra, que todavía está lejos de ser el refugio ideal para el calor tan insoportable que se siente por estos días en Barranquilla, nostálgico, pero orgulloso, Isaac Cure Ferrer contempla el skatepark y suelta una conclusión coloquial: “El que quiera más, ya es ganas de joder”.

























