María Macías estaba tirada en el sendero peatonal del Malecón del Río. Las piernas estiradas y se quejaba de un dolor en abdomen. Había terminado los 21 kilómetros y a la sombra de una carpa con el sol de justicia aún mantenía sus gafas de sol.
'A veces el cuerpo no responde. Hoy no fue el día. En los primeros seis kilómetros sentí que no podía. Paré tres veces en la carrera por un dolor en el bazo', contó María Macías, una madre de cuatro hijos, viuda y dedicada a las confecciones en su vivienda.
Esta mujer mayor mostró al igual que una decena de atletas el costo del esfuerzo y pagaron con alguna dolencia, desmayo o golpe de calor.
Un funcionario de la Alcaldía aseguró que cuatro de los atletas aficionados que partieron en los 5 kilómetros, 10 y 21k llegaron a la meta necesitaron de asistencia con oxígeno y minutos después tuvieron que ser llevados a clínicas, y superaron horas después fueron estabilizados. Eran pacientes con enfermedades de base. 'No debieron presentarse a la carrera', dijo el funcionario.
El maratón de Barranquilla Baq2023 fue un río humano de 8.660 personas que arrastró todo un ecosistema tejido sobre la actividad física y la recreación: familias, novios, amigos, parejas, menores de edad, bebés en coches, adultos mayores, discapacitados, militares, visitantes, extranjeros, disfrazados y hasta las mascotas.
Jair, Sebastián y Dilan, tres pequeños sorprendieron en la masa de atletas por ir delante de su tío Juan Blanquiceth, un caleño que estaba de paso por el sector La Playa y ánimo a los sobrinos a terminar los 5 kilómetros.
Si un buen número de participantes tenía solo como objetivos partir y terminar, nunca abandonar, cada zancada fue un desafío. Acabar, así sea de último, lleno de orgullo a Rodrigo Rueda Rozzo, un bogotano que dice que participó en un Iron Man .
Sorprendió que Rueda Rozzo llegó a la meta con un vendaje en su rodilla derecha; cojeaba como los piratas de pata de palo. Venía de un pequeño viacrucis que empezó después de unos primeros 10 kilómetros que recorrió en 43 minutos.
En el kilómetro 15, al paso por la Ventana del Mundo, Rodrigo contó que sintió un pinchazo en la rodilla. Paró en uno de los puntos de atención, que según atletas consultados indicaron que no había señalización kilómetro a kilómetro. En la presentación del evento la semana pasada, la organización dijo que sería cada 2 kilómetros.
'Me atendieron, me vendaron y me levanté y continué pero caminando', precisó Rodrigo Rueda. En el kilómetro 18, en el retorno de la Universidad del Norte, paró por su segunda vez, cargó su cruz y siguió. Al Malecón del Río arribó más de tres horas y lo primer que hizo fue preguntar por su medalla de participación. Se habían acabado. Jenny Campo, otra bogotana como Rueda, también había cumplido su propósito y con la respiración jadeante preguntaba por su medalla.
Preguntó a un uniformado de la Escuela de Suboficiales de la ARC Base Naval y no encontró respuestas. Le habían dicho uno de los que recibió la medalla que ellos las estaban entregando.
'Esto no puede ser. Nadie me regaló la inscripción. Terminé el maratón por lo menos tengo que recibir la medalla de participación', dijo Rueda.
'No vuelvo a competir en la maratón', agregó Jenny Campo que no miro las mesas de hidratación en la llegada que estaban a unos 80 metros. 'Ni agua nos han dado'.
A la hora en que Jenny y Rodrigo habían llegado, después de las 9:00 a.m., el personal de logístico había roto filas. Los orgullos atletas, los que se quedaron rezagados de la masa y el pelotón llegaban como las olas que mueren en la orilla.
'Estoy apenado'
A las 9:55 de la mañana uno de los coordinadores del sistema de registro de llegada dijo que aún faltaban por llegar una centena de atletas. Las medallas de participación centraban la atención de los que llegaban rezagados en los 42 kilómetros. Ese fue el lunar y Edgardo Pantoja le puso el pecho con cara de poema. 'Estoy muy apenado', reconoció delante de decenas de atletas que buscaban su presea. 'Los muchachos que entregaron algunas de las medallas, se las colgaron a los que no eran', agregó Pantoja a otro grupo de mujeres.
Entre ese murmullo de fastidio, Nicolás Peraza no se mordió la lengua. Se identificó como un joven de 26 años, que bajó de peso entrenando boxeo, que aplazó su primera pelea en el ensogado, que se preparó para el Maratón de Barranquilla y su mayor estímulo era tener una medalla de participación. 'Hace un año pesaba 120 kilos, hoy peso 60. Esto era el ápice. Me he matado para entrenar, tengo rabia. El chupo afuera. Soy el 166 en carrera, de los primeros que pagó la inscripción'.
Peraza dijo que Pantoja le había explicado que se les salió de las manos no tener las medallas. 'Que no las mandarán a la casa', agregó Nicolás Peraza.
La organización tomó atenta nota con un listado en mano de esas personas que no tenían medallas. Prometió enviarlas por domicilio.
María Macías antes de levantarse de la sombra y con la mirada vigilante de Elsa de la Hoz, amiga y que la ha acompañado al final de cada carrera, reconoció que un golpe que se dio el 2 de marzo en la cabeza, la tenía como preocupada. Y así quiso igualar sus mejores registros en 21k en el Mbaq 2023. 'No he ido al médico. Me presenté a la carrera y no es lo mejor que hecho en esta distancia. He ganado cuatro veces las 10K, he sido tercera y cuarta en la 21k. Ha sido una carrera bien organizada'.
Macías es cuñada del futbolista del Sporting de los años 80 y 90, Cheddy Devenish. Tiene un hijo que juega en España, e la segunda división. 'Es el que me ánima a correr'.
El telón del Maratón Mbaq cayó con elogios y sugerencias por parte de visitantes como Oded Rentería Mendoza, uno de los organizadores de la Maratón de Quibdó. Corrió y subrayó que se puede mejorar la entrega de los kit para los atletas, la salida que fue algo estrecha y en la estampida en embudo hubo uno que otro corredor que metió un freno.





















