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Ningún deporte sedujo tanto a Andrea Morón como el rugby. Entrenó patinaje junto a la ‘Chechi’ Baena, disputó balones como defensa y alejó el peligro en su pórtico jugando al fútbol. Sin embargo la velocidad, su mayor virtud, la destinó para hacer estragos buscando siempre el try, el mayor puntaje (5 puntos) en el rugby.

Fue Cartagena la ciudad que la vio nacer un 2 de abril de 1998, pero Barranquilla, a sus 11 años de vida, la arropó como una hija más. Sus palabras lo demuestran. 'Me considero barranquillera', dice en diálogo con EL HERALDO.

Andrea, rugbista desde 2017, se ganó a pulso un lugar en la selección Colombia femenina que disputará, desde el 7 de marzo ante Brasil (en Medellín), las eliminatorias al Mundial de Rugby 15, a realizarse en Nueva Zelanda en 2021.

La llegada de Andrea a las filas de Las Tucanes enriquece su valor porque se convierte en la primera jugadora, del registro del Atlántico, en cumplir ese objetivo.

'A mí me emocionó mucho el llamado. Varias compañeras me decían que era la primera jugadora de Barranquilla que escogían para Las Tucanes. Las chicas se presentaban, pero no las elegían. No soy de expresarme mucho, pero me alegré porque estuve trabajando bastante. Duré todo este tiempo entrenando aparte en mi club. Lo hice en un gimnasio especial junto a mi entrenador (Jonathan González). También tenía un plan especial que me ayudó a mejorar varias cosas en el rugby', expresa Andrea, quien se desempeña como wing o fullback.

Fuera del césped, Andrea se muestra como una mujer serena. Su mirada no presenta la agresividad que exhibe cuando el curso de la pelota y el adversario se cruza por su horizonte. Por esa zona, nada pasa.

'Afuera de la cancha soy sumisa, pero todo cambia, el chip cambia cuando entro a la cancha. Me considero, además, una jugadora disciplinada, responsable. Me esfuerzo mucho y no me gusta faltar a ningún entrenamiento. Siempre llego una hora temprano. Si tengo que ir al gimnasio voy. Soy alegre, me gusta apoyar a mis compañeras', añade la referente del club Rhinox de Barranquilla y residente en el barrio El Pradito, en Malambo.

Salir adelante

Ayudar a su familia, a través del deporte, es casi un lema para Andrea. Su padre, Cristian Morón, es mototaxista. Su madre, Doris Morón, es ama de casa. El dinero escasea y muchas veces es su entrenador Jonathan o el club Rhinox, quienes patrocinan los pasajes para que atraviese la ciudad hasta el parque de Buenavista, sitio de entrenamiento al norte de la ciudad.

'Mi meta es seguir presentándome a cada convocatoria que hagan en Las Tucanes para que me sigan eligiendo. A las chicas les dan un sueldo, las ayudan con el gimnasio, la alimentación, el transporte, todo. Situación que me ayudaría porque no estoy haciendo nada. No tengo plata para pagar un gimnasio y es por eso que no voy constantemente', explica Andrea, quien se graduó en Enfermería Superior el año pasado en la Universidad Rafael Núñez, pero aún no ejerce su profesión.

'Elegí esa carrera porque mi abuela paterna (Miriam González) fue enfermera, estudió en la Universidad de Cartagena. Me gustó todo lo que hizo. No encuentro trabajo porque piden experiencia. Empecé a estudiar a los 16 años y me gradué a los 20. Tengo mi tarjeta profesional, he metido hojas de vida, pero no me llaman'.

Admiradora de la neozelandesa Portia Woodman, Andrea fue la más anotadora (145 puntos) en el Torneo Gustavo Rocha.

Casi que como una sombra, Jonathan González ha sido otro de los pilares en la formación de Andrea. Nacido en Mérida, Venezuela, el joven de 31 años no se guarda los elogios para definir a su pupila.

'Es una persona con bastante calma. Diría que es una jugadora calculadora y fría, sus decisiones en la cancha son muy arraigadas a la estructura del juego', manifiesta.