Ha sido el doctor José Gregorio Hernández, un hombre rana, panadero gore, hombre de dolores, drag vampiresca, una florida farota, Santa Teresa de Jesús, o pieza de arte transportada en maquinaria pesada.
El momposino Alfonso Suárez, padre de la performance caribe, regresa con un remake de su clásica pieza 100 por ciento frágil, una puesta en escena que nos lo devuelve luego de ser etiquetado, rechazado, restaurado, anulado –como una mercancía deteriorada– por diferentes puertos del mundo.
La misma muerte se resigna a no haber obtenido esa pieza de arte en la que Suárez se ha convertido a lo largo de los años. Luego de sortear los embates del cáncer, llega a esta Latitud (suplemento literario de EL HERALDO) para contarnos acerca de su esperado regreso.
Pregunta: Estuviste ausente de la escena artística debido a problemas de salud. ¿Cómo fue este periodo y de qué forma influyó en tu percepción artística?
Pregunta: Regresas con una propuesta performática titulada ‘Vitrinazo No. 1’, pero en algunas imágenes promocionales agregas la frase '100% frágil', ¿tiene que ver con tu clásica performance del mismo nombre?
Pregunta: ¿En qué consistía tu intervención ‘100% frágil’ y en qué se diferencia de esta nueva propuesta?
Pregunta: Tú trabajas con el cuerpo, que es materia frágil, ¿podríamos afirmar que esta performance refleja tu estado actual?
Pregunta: En retrospectiva, ¿cómo ves tu trabajo artístico?, ¿crees que se le ha dado a tu trabajo el reconocimiento que merece?
Pregunta: ¿Sigue siendo la performance un arte ‘underground’, una rareza en el panorama del Caribe?
Pregunta: ¿Qué mensajes o qué intenciones guardan tus trabajos escénicos?
Pregunta: Además de tus ya conocidas representaciones, elaboras piezas a las que llamas sencillamente 'objetos'. ¿Qué relación guardan estos objetos con tu obra?
Pregunta: ¿Cuáles son tus referencias a la hora de intervenir algún espacio?
Pregunta: ¿Qué es más frágil, el cuerpo o permanecer en el campo del arte?





















