Barranquilla

En video | Cuatro historias de desafío en el mercado laboral

Desde los vendedores hasta las emprendedoras, el día a día de estos trabajadores está lleno de retos.

En la vida de los trabajadores en Barranquilla hay retos y desafíos diarios que no solo los ponen a prueba, sino que también los obligan a reinventarse para mantenerse vigentes en el mercado laboral.

La ciudad, la segunda del país con menor tasa de desempleo con un 7,4%, según el Dane, tiene en sus trabajadores personas que se proponen cambiar todos los días.

Desde tomar clases de inglés para atender mejor a los huéspedes de un hotel hasta emprender con un negocio propio, en la ciudad algunos de ellos luchan por mantenerse ocupados.

Así mismo, por falta de oportunidades o por elección propia, los trabajadores informales también se esfuerzan, desde el que vende arroz de lisa hasta el que arregla relojes, por llevar el sustento diario a sus familias. 

El popular rebusque en Barranquilla es también una forma de vida a la que le dedican largas jornadas de trabajo, que pueden empezar en la madrugada y extenderse hasta bien entrada la noche.

Por otro lado, los jóvenes que apenas empiezan, deben adaptarse a las necesidades de un mercado laboral cambiante, que les exige ser cada vez mejores y a reinventarse, uno de los objetivos de los trabajadores en Barranquilla.

A propósito del Día Internacional del Trabajo, EL HERALDO cuenta cuatro historias de emprendedoras, vendedores informales, un botones de hotel y dos trabajadores de un call center, quienes reflejan algunos aspectos del merado laboral en esta ciudad que no solo se proyecta como destino turístico y cultural, sino también como centro industrial y de trabajo.

La receta del arroz al parque
Jimmy Ariza sirve arroz de cerdo. César Bolívar

Las madrugadas de Jimmy Ariza y John Jairo Guerra son a punta de arroz de cerdo y pollo, las comidas que venden todos los días en la esquina del Parque Suri Salcedo.

Desde las 2:00 de la mañana, cuando abren los ojos, estos cocineros y comerciantes empiezan su día preparando el arroz, mientras muchos barranquilleros duermen.

“Me acuesto como a las 7:00 de la noche porque llego muy cansado, pero así es esto. Afortunadamente podemos vender los calderos llenos”, dijo John Jairo, quien dice que vende cerca de 100 porciones de arroz al día.

Además del plato principal, estos vendedores tienen un arma secreta: el pegue (los acompañantes del arroz).

“A la gente le ofrecemos salchichón, queso, bollo, zaragozas y otras cosas para que acompañen el arroz, al que también le pueden echar salsa de tomate o suero”, explicó Jimmy.

Un plato sencillo, solo con arroz, tiene un precio de $1.500, pero el completo, con todos los acompañantes, tiene un valor de $3.500.

“La gente viene desde las 7:00 de la mañana a comprar, que es cuando nos instalamos acá. Nos ha ido bien, a la gente le gusta y le tenemos el sazón”.

El botones cinco estrellas
Jesús Pérez atiende una de las suites. César Bolívar

Jesús Pérez lleva 15 años sirviendo, su mayor pasión en la vida. Él, botones de oficio, ha sido el vínculo entre la alegría barranquillera y los miles de turistas que llegan al hotel Majestic, ubicado en El Prado. Entre maletas, consejos y bienvenidas pasa sus turnos en una de las posadas más tradicionales de la ciudad.

A pesar de que reconoce que no ha sido fácil adaptarse a los horarios y perderse las fiestas familiares, este hombre asegura que se ha realizado “sirviendo a los demás”, luego de tantos turnos y anécdotas dentro del hotel.

Europeos, asiáticos y visitantes de todas partes del mundo han conocido a Jesús, un botones cinco estrellas, quien les da la bienvenida al hotel, les da direcciones en la ciudad y acomoda sus maletas.

“Barranquilla se ha consolidado como un destino turístico, antes era más ejecutivo. Por ejemplo, entre semana había más ocupación en las habitaciones, pero ahora, con tantos monumentos como el Gran Malecón del Río o La ventana al mundo, los viajeros llegan a la ciudad a hacer turismo”, indicó Jesús.

“Esto despierta amores y odios”
Orlando Palencia y Osvaldo Vega. César Bolívar

Osvaldo Vega y Orlando Palencia se conocieron en uno de los call center que operan en Barranquilla. Uno empezó su carrera hace siete años, el otro hace tres, pero los dos coincidieron en lo mismo: su primer paso fue atendiendo clientes al teléfono.

“El tema de los horarios no fue fácil, pero acá siempre han sido muy comprensivos. En un call center tienes que entender al cliente para luego ayudarlo, que es lo más importante que hacemos”, dijo Osvaldo.

El inglés, una barrera para algunos, se convirtió en la oportunidad de Orlando, quien regresó de Venezuela hace tres años y consiguió trabajo en esta empresa.

“Fue el primer sitio en donde me contrataron. Para algunos el tema del inglés puede ser complicado, pero acá siempre nos capacitan y actualizan los contenidos para nuestra comodidad”, explicó.

Este trabajo “que despierta amores y odios”, según manifestaron, los capturó a ambos y los tiene, luego de varios años, consolidados en uno de los grupos de ventas especiales de la compañía, desde donde atienden directamente casos de Estados Unidos.

La resiliencia de las esteticistas
Silmy Peralta durante su jornada. César Bolívar

Rebeca Iguarán y Silmy Peralta crecieron juntas en Venezuela, hasta que la vida las envió por caminos distintos. Varios años después, en Barranquilla, no solo se reunieron, sino que también iniciaron su negocio, un centro de estética ubicado en el norte de Barranquilla, es más que su emprendimiento, “es un sueño hecho realidad”.

Rebeca, la creativa, y Silmy, la gerente, llegaron a la capital del Atlántico “en ceros”, lo que representó una oportunidad de empezar nuevamente.

Luego de trabajar varios años en un centro estético de la ciudad, Rebeca decidió que quería emprender un proyecto propio, acompañada y asesorada por Silmy, la cara negociante de la moneda.

“Nuestro objetivo es darle un mejor trato a los trabajadores de estos centros estéticos. Sabemos que muchas veces son explotados y tienen jornadas laborales muy extensas”, indicó Rebeca.

Además, planean iniciar una academia de esteticistas, para que venezolanos y colombianos puedan aprender de esta industria y nutrirse de sus consejos y experiencias.

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