Hace algunos años, el arroyo de Rebolo era sinónimo de temor cada vez que llovía. Las aguas desbordadas arrasaban con todo a su paso y obligaban a los vecinos a convivir con la incertidumbre. En la actualidad, ese mismo lugar se ha convertido en motivo de orgullo gracias al esfuerzo conjunto de la comunidad y a una obra que cambió el paisaje y la vida de cientos de familias.
El nuevo malecón es más que una infraestructura moderna, es un punto de encuentro, de conversación y de convivencia. Bajo los árboles o junto al canal que ahora fluye controlado se reúnen niños, jóvenes y adultos que han decidido cuidar lo que antes temían.
Alrededor de este lugar se ha formado un grupo que los mismos habitantes llaman “los guardianes del Malecón de Rebolo”, vecinos que, sin recibir un salario por tan bonita labor, se encargan de velar por la conservación del espacio, organizar jornadas de limpieza y promover actividades culturales.
Hernando Bonilla, edil de la localidad Suroriente, afirmó que la creación del grupo de guardianes se realizó con el firme propósito de cuidar el nuevo megaproyecto que beneficia a aproximadamente 350 mil personas de nueve barrios.
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“Los guardianes todos los días vienen hablando con los niños, con los jóvenes, incluso podríamos decir nosotros que ellos son como los dueños de este malecón porque al final uno se apersona de esta obra y somos quienes vivimos por aquí. Se trata de una bonita labor en equipo que todos deberían conocer”, dijo.
Es importante precisar que esta obra está dividida en tres fases y cada una de ellas cuenta con un grupo de vecinos que se encargan de hacer frentes de seguridad y sana convivencia para mantener el bienestar en el sector.

José Torres, uno de los guardianes, recordó con orgullo que todo empezó con el deseo de proteger y mantener vivo este espacio que antes era un peligroso arroyo.
“Esto comenzó como una idea entre vecinos. Antes de que inauguraran el parque, ya nos estábamos organizando. Implementamos un sistema de alarmas para cuidar la zona y poco a poco la gente se fue animando. Así nació Asomarel, que significa Asociación Malecón del Suroriente, tramo uno”, contó con una sonrisa.
Lo que arrancó con un pequeño grupo de vigilancia vecinal se transformó en una organización formalmente constituida ante la Cámara de Comercio.
“Esto es una labor muy bonita. Queremos que la comunidad se concientice de lo importante que es cuidar lo que tenemos. No es fácil, requiere tiempo y compromiso, pero lo hacemos con cariño por nuestro barrio”, dijo.
A su lado, César Cantillo, otro miembro de Asomarel, destacó que la organización es completamente sin ánimo de lucro y que, aunque inicialmente solo eran tres integrantes, en la actualidad ya cuentan con un equipo que trabaja desde el corazón.
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“Yo tengo casi 45 años viviendo aquí y he visto cómo ha cambiado todo gracias a la labor de la Alcaldía con el arroyo y el puente. Nosotros decidimos organizarnos y crear un grupo para fomentar el cuidado del entorno y de los espacios saludables del parque, como las zonas verdes y los toboganes”, agregó.
Cantillo resaltó con emoción los inicios de esta iniciativa: “Empezamos el año pasado, justo en diciembre, cuando pusimos el arbolito de Navidad. Poco a poco se fueron sumando más vecinos hasta llegar a ser unas 50 personas aproximadamente, solo en el tramo uno”.
Aunque inicialmente no fue sencillo, el grupo ahora es reconocido y respetado en la comunidad. “Cuando la gente nos ve con los chalecos nos saluda, nos respeta. Siempre tratamos de mantener una relación cordial, sin peleas, solo promoviendo el cuidado del parque”.
En el tramo dos existe un frente de seguridad conformado por un grupo de vecinos que, aunque no están legalmente constituidos, su amor por servir los ha ayudado a cuidar cada espacio de su vecindario, una labor que les será aún más fácil una vez inauguren el Comando de Atención Inmediata (CAI), el cual se encuentra en ejecución.

apropiación ciudadana
Entre quienes velan día y noche por mantenerlo limpio y seguro se encuentra Dairy Suárez, una mujer que habla con el orgullo de quien ha visto el cambio con sus propios ojos.
“Nosotros venimos trabajando por el malecón, pendientes de mantenerlo limpio, de que la gente no arroje basura y de cuidar a los niños. Hacemos actividades para fomentar el buen uso del espacio. Pero no es fácil porque hay personas que aún no entienden que esto es un lugar de recreación”, expresó Suárez.
Para Dairy, el nuevo malecón no solo transformó el paisaje, sino la forma de vivir. “Esto nos cambió la vida. Es una nueva oportunidad para los niños, para los adultos, para todos. Solo pedimos más cultura ciudadana, que la gente le tome amor a lo que ahora tenemos”.
Yanet Pérez, de 72 años, indicó que observa el malecón con una mezcla de emoción y nostalgia. Lleva más de medio siglo viviendo en el barrio Rebolo y cada detalle de lo que un día fue el arroyo la hace querer cuidar lo que hoy tienen.
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“Esto antes era el arroyo de la muerte. Muchas personas murieron ahí. Era terrible vivir entre basura, mosquitas, malos olores. Yo vivía en la punta del puente y los vecinos venían a botar los desechos frente a mi casa. Era una pelea constante”, mencionó con una sonrisa amarga.
Las enfermedades eran parte del día a día. La comunidad convivía en medio de alergias en la piel y se sentían como “marginales” de una ciudad a la que solo veían crecer hacía el norte, en los grandes barrios de familias poderosas.
Desde su frente de seguridad, en la calle 22 con carrera 26, Yanet lidera junto a sus vecinos la vigilancia del lugar, pendiente de los niños que juegan hasta tarde o de quienes dañan el mobiliario del parque.
“Nosotras salimos, hablamos con ellos, les pedimos que cuiden. Queremos que haya más presencia policial, sobre todo en las noches. Pero a pesar de todo, me siento feliz de ser guardiana del malecón”, afirmó la mujer con orgullo.
Alfredo Montaño es otro de los vecinos del sector que durante más de 60 años ha visto cómo, poco a poco, la comunidad va formando parte del desarrollo de la sociedad.
“Nosotros colaboramos con los guardianes del malecón, trabajamos por el bienestar del sector. Tenemos nuestras dificultades, pero también muchas satisfacciones. Estamos muy agradecidos por todo lo que aquí se ha hecho. Esta obra es una de las mejores que ha tenido Barranquilla”, recalcó.
Su labor, sin embargo, no está exenta de retos. Alfredo explicó que mantener la seguridad en el malecón no es tarea fácil.
“Sin apoyo de la Policía es muy complicado. Sin ellos, quedamos prácticamente con los brazos cruzados. Ya sabemos cómo está la situación de inseguridad, sobre todo para nosotros los líderes comunitarios. Por eso pedimos más acompañamiento”, señaló.
Lo que alguna vez fue una herida abierta para el barrio se ha convertido en símbolo de esperanza. El Malecón de Rebolo demuestra que las obras públicas cobran verdadero sentido cuando las comunidades se apropian de ellas. Este espacio no solo canaliza aguas, sino también energía, unión y orgullo barrial.













