A su extensa colección de discos, que ha ido recopilando durante sus más de 30 años de vida artística por todos los rincones del mundo, Justo Almario tiene otra colección: sombreros vueltiaos, el mismo que hace parte de los simbolismos colombianos, y del que él se siente aún más orgulloso, como buen sabanero que es, de Sincelejo, para más señas.
Por eso, el consagrado jazzista al pisar Barranquilla salió de su hotel y caminó tres cuadras por la Calle 72 rumbo a la venta de artesanías a comprar un sombrero vueltiao, pero de esos pequeñitos, a los que algunos llaman ‘sombrerito checo’, en alusión al cantante soledeño.
'Ese estilo no lo tengo, no riñe con mi colección, va con estos tiempos de cambio, de fusión', dice el músico mientras se va probando varios. 'Uno tiene que estar abierto a las nuevas tendencias, acoplarse a los cambios, pero defender la esencia, la tradición', dice satisfecho, al darse cuenta de que ya tiene el look que buscaba para completar hoy su actuación en la apertura de Barranqui-jazz 2011.
Su actitud en la búsqueda del sombrero coincide con los nuevos pasos que este veterano viene dando en estos momentos. Su meta próxima, para la primavera de 2012 es colgar en la red un curso de música para ayudar a absolver la gran cantidad de preguntas y consultas que jóvenes del mundo le hacen vía electrónica.
'Antes se necesitaban disqueras para difundir la música, ahora nosotros mismos lo podemos hacer porque Internet lo facilita', apunta, aclarando que todavía no tiene Twitter porque desea ocuparse personalmente del asunto y que no lo hagan terceros, como le acontece a otros artistas, por falta de tiempo y las apretadas agendas que manejan.
Él trabaja como solista y con tres agrupaciones, y está vinculado a la Universidad de California, Estados Unidos, como profesor de saxofón en estudios de jazz. 'Tengo ocho estudiantes los martes y los miércoles, con una hora de clases para cada uno, son clases privadas, es una gran responsabilidad ser maestro'.
Justo Almario no se siente maestro, pese a la veteranía que ha logrado en la escena jazzística. Ha pisado los más exigentes escenarios y festivales de jazz del mundo por más de 30 años.
Para él, ser maestro implica responsabilidad, la cual apunta a muchas situaciones. 'Tiene que ver, por ejemplo, con 'llevar nuestros sonidos autóctonos de la música por todo el mundo'.
Por ello, inició un grupo de música caribeña colombiana en Los Ángeles, donde reside, donde tocan ritmos como el porro, fandango, chandé y cumbión, pero con mezclas del bibop de jazz, de la influencia de Charly Parker.
Universidades y museos de Estados Unidos han sido testigos de este plan piloto que tiene matiz eminentemente cultural. Dice el maestro que 'la respuesta del público nos motiva ahora a grabar un disco para el cual está escribiendo los arreglos. El tambor alegre llamador, el llamador, están presentes en la banda'.
Es jazz colombiano
Exacto, jazz colombiano. Inclusive en mi vocabulario musical yo lo llamo sonoridad sabanera. A mí me dicen 'hay mucha gente buena que toca, pero Justo tiene algo especial', y yo lo que apunto es a mi sonoridad sabanera. Otro proyecto que tengo es un cuarteto de jazz de guitarra, con bajo acústico, batería y saxofón con el que estamos haciendo también fusiones suramericanas. porque el guitarrista es del Perú, entonces hay valses peruanos. Pertenezco también a un grupo del bajista de México Abraham Lavorier, que vive en Los Ángeles, que se llama Open Hands, fusión americana de jazz con rock-funk.
¿Qué recomendación le daría a los directores de bandas papayeras?
Que consigan pasaporte para buscarles visas para que vayan a tocar a otras partes del mundo, pero se necesita que las entidades encargadas de la cultura apoyen, porque ellos son un tesoro nacional. Imagínate llevar a nuestras bandas a Nueva Orleans y que a su vez ellos vengan. Aquí también faltan academias, y basados en eso, los maestros Fabio Santos y Bruno Paternina van a crear una que va a llevar mi nombre. Eso es un honor, pero no hace falta, pero se necesita que esto suceda para que en nuestra Región se empiecen a cuidar los grandes talentos que por muchos años hemos tenido.
¿Ha habido alguna situación personal que lo haya deslindado de la música, por unas horas, por un día, por un lapso de tiempo?
No, al contrario, porque cuando he tenido problemas el refugio en la misma música. En el año 2000 fui diagnosticado con cáncer, y cuando uno recibe una noticia de esas hay un susto tremendo. Pero Dios, a través de la música y de las amistades, me dio cierta protección. En el 2001 fui operado, y fíjese, soy sobreviviente de cáncer, y creo que es por la música, nunca puedo imaginar un día sin música.
¿La música lo ha ayudado a sobrevivir?
Es que nosotros los humanos tenemos música por todos lados, y creo que no podemos vivir sin ella. Los sonidos nos acompañan a todos lados, tenemos el vaivén de los árboles, el murmullo, el hablar, el caminar de las personas, los pájaros cantando, aunque uno no esté consciente.
Menciona mucho los pájaros. ¿Tuvo vínculos con la naturaleza de niño, en el campo, por ejemplo, en su Sincelejo natal?
Cuando yo nací no había acueducto, la luz venía un poquito en la noche, se caminaba mucho por los montes. Los niñitos teníamos caucheras, ahora digo qué pesar con los pajaritos, con los turpiales, y teníamos el cantar de los pájaros.
Fusión es la clave en casi todas las actividades. ¿Hip hop, reguetón tienen futuro con fusión de jazz?
Nosotros como músicos, y personalmente estoy pendiente de los nuevos aires que están surgiendo, y yo como creador quiero combinar eso, aunque no sea una de mis músicas predilectas, pero sí reconozco el amor que tiene la juventud por esos ritmos.
¿Qué más le falta hacer?
Seguir estudiando, seguir preparándome. Tengo en mi corazón ganas de hacer un festival mundial del porro, primero en nuestro país y después difundirlo al exterior,unir músicos de jazz, porque ellos tienen mucha compatibilidad con nuestros sonidos.
Por Martha Guarín R.


