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El mundo está hiperconectado. Los avances tecnológicos están en cada aspecto de la vida diaria y los seres humanos estamos inmersos en ellos. Por ello los más pequeños, aquellos que han nacido con toda esta tecnología al alcance de la mano, son los que más expuestos están.

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No obstante, al tener todo este nuevo mundo de manera inmediata los hace vulnerables a los riesgos del mundo digital y de las pantallas en sí, pues a muy temprana edad pueden no tener las habilidades para utilizarlos.

Así lo explicó Jesús Adrián Pérez Reales, Phd en Desarrollo Psicológico, Aprendizaje y Salud, quien se refirió a que el exceso de uso de pantallas puede asociarse a comportamientos como la ansiedad generalizada y la adicción patológica.

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'Cuando hacemos algo, estimulamos un tipo de respuesta en nuestro cerebro y el uso de pantallas hace que aprendamos a tener recompensas inmediatas sobre un estímulo externo, lo hacemos en solitario o en un entorno virtual impersonal y en esta medida, no reforzamos habilidades como: control de impulsos, tolerancia a la frustración, postergación de recompensas y habilidades sociales'.

En ese sentido, EL HERALDO consultó a expertos que dieron detalles sobre cuál debe ser una edad adecuada para que un menor utilice pantallas y vaya adentrándose al mundo de la tecnología, algo que inevitablemente hará a futuro.

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Hablar con ellos

De acuerdo con la psicóloga infantil Jarmila Tomkova los conceptos básicos pueden introducirse desde una edad temprana. Incluso los bebés más pequeños entran en contacto con la tecnología, ya sea participando en las videollamadas o escuchando cuentos en dispositivos móviles.

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'Luego, hacia los 3 o 4 años, comienzan a manifestar interés por los dispositivos inteligentes, considerándolos principalmente juguetes fascinantes. En esta etapa, es apropiado comenzar a explicarles en forma gradual cómo funcionan los smartphones y cómo deben utilizarlos'.

En ese sentido, es necesario hablar con ellos sobre tecnología, no desde un vocabulario abstracto o desconectado de la realidad sino explicar el funcionamiento de las tecnologías mientras se utiliza en su presencia y compartiendo la experiencia con ellos.

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'Para pequeños en edad preescolar y primaria, se puede descargar aplicaciones y explorarlas juntos. También puede ser útil buscar materiales educativos, videos o juegos para que el aprendizaje sea más interactivo y divertido', añadió.

El primer teléfono

Teniendo en cuenta estas recomendaciones, la gran pregunta es ¿a qué edad es recomendable un primer smartphone?, pues bien de acuerdo con Tomkova es alrededor de los 10 años, o incluso un poco antes. No obstante, este 'umbral de edad' tiende a reducirse con el paso del tiempo. 'Anteriormente, yo misma solía aconsejar a los padres que no proporcionaran smartphones a sus hijos hasta que cumplieran los 11 años', destacó.

No obstante la especialista precisó que si bien esa es una edad estándar, lo recomendable es analizar cada caso en particular y nunca ceder ante la primera petición de un Smartphone sino 'esperar unos meses o un año después de que lo pidan por primera vez'.

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Los riesgos

De acuerdo con David González, Especialista en seguridad informática de Laboratorio de ESET Latinoamérica existen diferentes riesgos a los que se enfrentan los menores cuando acceden a un teléfono inteligente.

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Primeramente comentó que al darle a los niños un teléfono inteligente a temprana edad sin supervisión adulta, esto repercute en la forma en cómo se comunica y establece conexiones con las demás personas.

'Aunque lleven el teléfono en el bolsillo o en la mochila, existe el riesgo de que se obsesionen tanto con él que les resulte difícil concentrarse en las interacciones cara a cara y apreciar la riqueza, así como los desafíos, del mundo offline', explicó.

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Asimismo, el acoso digital, especialmente común entre los menores, es uno de los mayores peligros. 'Gracias al anonimato y a las facilidades que ofrece Internet de poder hacerlo desde cualquier dispositivo, el riesgo es mayor'.

De igual forma, pueden verse envueltos en prácticas como el grooming, 'que hace referencia a las prácticas en Internet de adultos que buscan ganar la confianza de los menores para recibir, acosar e incluso explotar imágenes de carácter sexual de los pequeños. Está estrechamente ligado con la pornografía infantil y la pedofilia en Internet'.