El Archivo General de la Nación (AGN) no es solo un depósito de documentos antiguos: es, en palabras de su director, Francisco Javier Flórez Bolívar, “una institución que debe contribuir a que el país se piense a sí mismo desde su historia”. Desde que asumió la dirección, el historiador costeño ha impulsado una transformación para que la entidad gane presencia pública, produzca conocimiento y use nuevas herramientas tecnológicas para conectar con las generaciones actuales.
“Cuando llegamos al Archivo el año pasado, notamos que había un bajo nivel de reconocimiento institucional. Fortalecimos el equipo de comunicaciones y diseñamos una estrategia para darle mayor visibilidad al patrimonio histórico que custodiamos”, explica. Esa búsqueda derivó en un proyecto inédito: el primer documental producido por el Archivo, titulado Los rostros olvidados de la perla, realizado con motivo de los 500 años de la fundación hispánica de Santa Marta.
“Decidimos elaborar un documental en el que, en vez de poner el énfasis en la mirada hispánica, rescatáramos las voces populares, los rostros olvidados de esa ciudad: pescadores, obreros, campesinos. Son quienes también han construido la historia, aunque rara vez aparezcan en las memorias oficiales”, cuenta Flórez.
El proyecto se complementó con la digitalización de 100.000 documentos del Archivo Histórico de Valledupar y la realización de un foro que amplió las memorias de Santa Marta incluyendo las perspectivas afro e indígenas, “casi siempre olvidadas”, subraya.
Pero más allá del rescate patrimonial, Flórez Bolívar tiene claro que el archivo cumple también una función pedagógica. “Estamos en un momento donde hay múltiples fuerzas que conspiran contra el pasado. Hay negacionismo histórico, exceso de información y una educación que dejó de enseñar historia como cátedra independiente. Todo eso ha forjado una sociedad que le teme a su pasado”, advierte.
Frente a ese panorama, el AGN puso en marcha el programa “Tu historia cuenta”, una estrategia pedagógica para estudiantes de primaria y secundaria. “Llevamos talleres presenciales y virtuales a distintas regiones, usando los documentos que tenemos como materia prima. Cuando un niño de Mompox o de Quibdó encuentra en nuestros archivos la historia de sus abuelos, comprende que la historia sí le pertenece, que es una historia que cuenta”, afirma.
En paralelo, la entidad dio un salto tecnológico con la herramienta Data Viva, que pone a disposición del público 25 millones de imágenes digitalizadas. “Solo con entrar a la página del archivo, puedes consultar y descargar documentos históricos. Es una herramienta desarrollada por nosotros entre julio del año pasado y este año”, detalla.
El director sabe que la revolución digital plantea retos inéditos. Sobre la irrupción de la inteligencia artificial y la manipulación de datos, sostiene: “No le tenemos temor a la inteligencia artificial. Gestionar 55.000 metros lineales de información requiere necesariamente de estas tecnologías. Lo importante es garantizar las políticas y normativas que regulen su uso”.
Por eso el AGN lidera la elaboración de lineamientos nacionales sobre políticas de metadatos y participa en comités internacionales para el control del tráfico de patrimonio documental. Además, el archivo trabaja con el fondo del extinto DAS, uno de los más delicados de su acervo. “Son 15.000 metros lineales de documentos y 57.000 medios electrónicos. Describirlos manualmente sería imposible; necesitamos inteligencia artificial para procesarlos y, al mismo tiempo, garantizar la autodeterminación informativa de las personas mencionadas en ellos”, explica.
La mirada de Flórez también se ha extendido a nuevos territorios de la memoria. Desde su llegada se creó el programa “Archivos para las Artes, los Oficios y los Saberes”, que recupera materiales fotográficos, audiovisuales y sonoros. “Pensar las sonoridades y lo audiovisual como parte del patrimonio documental es fundamental. Estamos reconstruyendo, por ejemplo, el patrimonio sonoro del departamento de Córdoba, digitalizando partituras de las bandas departamentales de mediados del siglo XX”, dice.
Consultado sobre la tendencia global al negacionismo histórico, el director ofrece una reflexión amplia: “Desde la segunda mitad del siglo XX hay una demanda de memoria que obligó a las sociedades a mirar sus heridas: las dictaduras, los genocidios, las guerras civiles. Pero al mismo tiempo, cuando esas voces antes silenciadas —afro, indígenas, campesinas, feministas— comienzan a ocupar espacios de representación, surge una reacción autoritaria. Lo vemos con Trump, Milei, Bukele o Novoa. América, que fue un continente progresista, hoy enfrenta una ola de regresión”.
Sin embargo, insiste en que hay antídotos. Uno de ellos es el conocimiento del pasado, y por eso el AGN relanzó su línea editorial con la colección “Otra Colombia es posible”, la primera en 17 años. “Vamos a distribuir 36.000 ejemplares de 16 títulos de manera gratuita y también estarán disponibles en formato digital. Son libros que amplían la mirada sobre el país que hemos sido y el que podemos ser”, adelanta.
Entre los títulos se encuentran Viajes por la historia del Río Grande, sobre el papel del Magdalena en la configuración del territorio, y El club negro de Colombia, que recupera la historia de los movimientos afrocolombianos liderados por Manuel Zapata Olivella y Matanay Díaz en los años 40. “También publicaremos obras sobre los liderazgos femeninos de la Unión Patriótica y sobre la vida campesina en los años 30 y 40”, añade.
Flórez Bolívar resume su visión con una frase que bien podría ser el lema de su gestión: “El Archivo General de la Nación no solo preserva el pasado, también construye conciencia histórica. Porque una sociedad que no se atreve a mirar sus heridas, difícilmente puede comprender quién es”.


















