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Desde su infancia en Barranquilla, Liliana Martínez descubrió que el arte podía ser una forma de transformar el mundo. Hoy, décadas después, esa niña que soñaba entre pinceles y colores es una reconocida pintora internacional que ha llevado su talento a causas sociales y culturales en distintos rincones del planeta: desde los murales de los colegios de Shakira en Colombia, hasta talleres de reconciliación en Alemania (país en el que reside) con los que logró que niños rusos y ucranianos pintaran juntos en medio de la guerra.

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Su más reciente obra la conecta directamente con las raíces del Realismo Mágico: un mural que retrata al nobel Gabriel García Márquez en su infancia, pintado en la emblemática Casa del Telegrafista de Aracataca, donde trabajó el padre del escritor.

“Siempre han retratado a Gabo adulto, como el nobel, el hombre del mundo, pero nadie lo había pintado cuando era niño, cuando soñaba”, relata Liliana con emoción. “Para mí, esa etapa es donde nacen los grandes sueños, y él logró conservarlos. Por eso quise capturar ese instante de inocencia, de curiosidad, de asombro ante el mundo”.

JHONY OLIVARESLiliana Martínez y su mural más tierno sobre Gabo.

El mural muestra el rostro de Gabito mirando de frente, inspirado en una vieja foto en blanco y negro en la que el escritor, de apenas dos años, observa el horizonte. “Le cambié la mirada hacia el frente, para hacerlo más humano. Logré captar sus ojos grandes, llenos de vida. Quise que la gente viera en ellos al niño que un día soñó Macondo”.

Bajo su rostro, Liliana pintó la primera máquina de escribir Remington que usó el escritor.

“De las teclas salen letras que envuelven su carita, como cuando uno empieza a aprender a hablar. A los lados del mural hay guiños a sus obras: Cien años de soledad, El coronel no tiene quien le escriba, Noticia de un secuestro, La hojarasca y sus populares mariposas amarillas”.

El trabajo fue realizado con el apoyo de niños de Aracataca y del artista local Melquin Merchán Viloria, a quien Liliana resalta como “una joya del arte cataquero”. “Pintamos juntos, conversamos, y yo quise que su talento también tuviera visibilidad. Él tiene el 70 % de los murales del municipio y merece reconocimiento”.

Liliana explica que su conexión con el personaje va más allá del homenaje: “Pintar a Gabo niño fue también una forma de recordarme a mí misma quién soy. Yo dejé de pintar cuando murió mi padre, a los diez años. La vida me cambió por completo. Pero el arte volvió a mí cuando tuve una depresión postparto. Tenía 36 años, volví a tomar los pinceles y, nueve años después, aquí estoy. Creo que el arte salva”.

Entre bosques y homenajes

Tras concluir su obra en Aracataca, Liliana se desplazó a Bogotá, donde participó en ‘El Último Bosque’, una campaña mundial que busca salvar el ecosistema que une los Andes con la Amazonía colombiana. “Ese corredor es único en el planeta. El 29 de octubre tuvimos un foro con embajadas y el Ministerio de Ambiente. Estoy pintando un mural para crear conciencia sobre su importancia”.

Liliana Martínez y su mural más tierno sobre Gabo.

Liliana revela a EL HERALDO que la Cancillería de Colombia la homenajeará el 7 de abril de 2026 en Bogotá por su labor artística y su contribución a la imagen del país en el exterior.

“Será la primera vez que este reconocimiento se le otorga a una artista plástica. Hasta ahora solo lo han recibido músicos como Willy García, Alfredo Gutiérrez y Petrona Martínez. Es un honor inmenso representar al arte colombiano desde otra perspectiva”.

Uniendo mundos

Con una sonrisa serena, Liliana resume su filosofía: “Pintar no es solo llenar un muro de color, es contar historias, sanar heridas y mantener vivos los sueños. Lo hice cuando niños rusos y ucranianos pintaron juntos y lo hago cada vez que vuelvo a mi país, porque el arte, cuando nace desde el alma, puede unir lo que el mundo separa”.

Y entre los muros de la Casa del Telegrafista, donde alguna vez resonó el tecleo del padre de García Márquez, ahora también brillan los ojos de un niño llamado Gabo, eternamente soñador, retratado por una artista que, como él, nunca dejó de creer en la magia.

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“La depresión postparto es fuerte y algo que quizás muchos no saben que existe y por eso le restan toda la importancia, pero en mi caso se convirtió en la oportunidad para reconectar con mi esencia artística y darle rienda suelta a esa niña que siempre quiso dibujar y que por los afanes del mundo terminó alejada de ese ideal, pero que ahora está representada en la mujer que soy y que hace nueve años está recogiendo todos los frutos que ha dado esta bonita labor artística y filantrópica”.