La muerte de Eddie Palmieri, uno de los últimos gigantes del latin jazz, deja un vacío enorme en la historia de la música afrolatina, pero en Barranquilla, su nombre vibra con especial intensidad entre quienes vivieron sus dos explosivas presentaciones en el marco del Barranquijazz Festival, en 2005 y 2011.
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Durante años, traer a Palmieri fue una obsesión para los organizadores del festival, especialmente para Antonio Caballero, figura clave en el desarrollo cultural de la ciudad. “Cuando proyectamos el primer Barranquijazz en 1997, queríamos a Eddie. Fui donde Miguel Char, que era un salsero íntegro y ejecutivo de peso, y él puso la mitad del dinero que necesitábamos”, recordó Caballero en diálogo con EL HERALDO.
Pero no todo salió como esperaban. Las gestiones fracasaron y año tras año, la negativa de Palmieri (influenciada por su hijo, según Caballero) se repetía. “Decía que no, que no quería venir por los probelmas de orden público de nuestro país. Una vez ya todo estaba listo, y el hijo salió con que no se podía hacer. El viejo se había puesto nervioso con la situación del país”.
Sin embargo, para el décimo aniversario del festival, en 2005, todo cambió. Gracias a la gestión del empresario artístico español Jesús Lumbreras, se organizó una gira en Colombia que incluía a Medellín, Cali y Barranquilla. Bogotá, curiosamente, quedó por fuera. “Él quería cuatro conciertos o no venía. Al final aceptó tres y hubo que subir la cifra. Pero vino. Y lo que pasó en el teatro Amira de la Rosa fue impresionante”.

Palmieri llegó con su banda de Latin Jazz esa vez, y como siempre, se rodeó de músicos de primera: Giovanni Hidalgo en la percusión, Joe Santiago en el bajo, Jim Caswell en los timbales, y una sección de vientos de lujo integrada por Conrad Herwig, Brian Lynch y el cubano Yosvany Terry. “Una bandola de verdad. Palmieri no se rodeaba de cualquiera”, recalcó Caballero.
La recepción del público fue tan contundente como el concierto. “El Amiraa de la Rosa tenía su propio ambiente. Fue un público muy analítico, tranquilo, pero valorativo. Cuando vino Rubalcaba pasó igual, la gente sabía lo que estaba viendo. A Palmieri lo ovacionaron”, comentó.
La segunda visita llegó en 2011. Esta vez con “La Perfecta II”, una reedición moderna de su mítica orquesta La Perfecta. El tresista Nelson González y los trombonistas Jimmy Bosch y el Pequeño Johnny se robaron el show. El escenario fue el Salón Jumbo del Country, y el ambiente, una fiesta. “Fue goce puro. Una explosión de alegría, pero siempre con respeto por el músico que estaba en tarima”.
Ese concierto coincidió con la presencia del brasileño João Donato, quien décadas atrás había tocado el trombón y el piano en los primeros discos de Palmieri. El reencuentro entre ambos, en tierras barranquilleras, fue tan inesperado como simbólico: dos leyendas cerrando un ciclo de historia musical.
“El último grande”
Caballero se detiene un segundo, y su voz baja. “Ayer le mandé un mensaje a Samuel Minsky (director del Barranquijazz Festival) y fue muy contundente. Dijo: ‘Tal vez el último grande que se fue’. Y es verdad. Ya no queda nadie de esa generación de Nueva York. Se fueron Manny Oquendo, Andy González, Barry Rogers… ya no hay otro como Eddie Palmieri”.
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El legado del ‘Sun of Latin Music’ queda intacto, vibrando en los discos, en las partituras, entre los que se han bailado su música, especialmente en Barranquilla, donde se convirtió en un personaje muy admirado y querido.
“Tuve la oportunidad de conocerlo como persona de dialogar con él y pude conocer a una persona muy dulce, un tremendo tipazo, se nos ha ido un grande en toda su dimensión”, concluye Caballero.