Compartir:

Tal vez esté muy dicho, pero hay frases que se vuelven verdad con solo vivirlas: “quien no conoce a Barranquilla, la sueña; y quien la conoce, nunca la olvida”, porque esta ciudad no necesita grandes monumentos para enamorar. Le basta con su gente, su ritmo y esa forma suya de hacer sentir en casa a quien llega desde lejos.

Así le pasó a Nadia Orozco, nacida en New Jersey, hija de padre estadounidense y madre hondureña, por lo que creció entre dos idiomas y varias identidades. En su casa se hablaba Spanglish, y la fe se celebraba en una iglesia donde las lecturas eran en español. Aprendió a escribir leyendo la Biblia con su madre, pero había algo en ella que la empujaba a conectar con esa parte latina que, aunque presente, sentía distante.

Todo cambió cuando su mejor amigo, barranquillero, la invitó a una fiesta de carnaval en New Jersey. Era 2010, y en un salón lleno de música, tambores y voces que coreaban canciones que nunca había oído, ocurrió el primer encuentro. La agrupación ‘Los Patulecos de New Jersey’, recreaban el carnaval de su ciudad con la misma pasión con la que se celebra en la Vía 40, y a Nadia le bastó una noche para quedar hechizada.

“Cuando los músicos apagaron las luces y aparecieron vestidos de blanco, con sombreros y velas encendidas, no entendía lo que estaba viendo. Estaba sonando A mi Dios todo le debo de Joe Arroyo. Le dije a una amiga que no sabía que era eso, pero quería aprenderlo y me enamoré”.

Desde entonces, la conexión fue creciendo. Empezó a investigar, a buscar videos, a aprender por su cuenta. Barranquilla era todavía una ciudad lejana, pero todo de ella ya habitaba su interior.

El día soñado

En 2018, finalmente, llegó a la ciudad. Vivió su primer Carnaval y comprobó que lo que había sentido no era una ilusión. La Arenosa tenía el ritmo que le faltaba, el calor humano que buscaba, la alegría sin filtros que en otros lugares se esconde. “Yo no soy colombiana por sangre, pero sí por convicción y siempre diré que yo no nací en Barranquilla, pero Barranquilla nació en mí”.

Durante años, Nadia vivió el Carnaval de Barranquilla a través de una pantalla. Aprendió nombres de reinas, lemas, canciones, comparsas y anécdotas con una devoción que muchos nativos no alcanzan. “Yo me las sé todas, desde 1918, cuando fue la primera reina, hasta ahora. Así que pregúntenme lo que quieran”. En definitiva, sabe más de la fiesta que muchos que han nacido en esta tierra.

JOSEFINA VILLARREALHERRERA

Y luego vino el sábado: la Batalla de Flores. “Yo no podía creerlo, me desperté antes de las 8 de la mañana, ya estaba maquillada, peinada, con el tocado puesto. Yo sentía que estaba soñando despierta”.

En 2023, dio un paso que transformó su vida. Ese año, por primera vez, vivió la fiesta desde adentro, con los pies sobre el pavimento caliente de la Vía 40 y el sudor entre la piel. “Todo esto fue gracias a Quilla D’ Carnaval. Yo solo quería ver un ensayo y terminé bailando garabato”.

En septiembre de 2023, la invitaron al Encuentro de Carnavales del Caribe, en la Universidad del Norte. Allí, habló y la gente se sorprendió: “¿Cómo así que esta muchacha es de afuera, y cómo sabe tanto?”.

“Perdón por decirlo así, pero si pudiera tener un doctorado en Carnaval, lo tendría. Yo he entendido que el Carnaval no es solo la fiesta del desorden. Es una manifestación cultural que une al indígena, al español, al africano en una sola coreografía, y que ese patrimonio hay que entenderlo, protegerlo y contarlo”.

¿Because ajá?

Nadia también ha escuchado aquello de salvaguardar la tradición, pero se pregunta: ¿Qué se está haciendo de verdad, qué pasa con los hacedores, con los que llevan décadas construyendo esto?

“Yo quiero que la gente que venga de afuera como yo, se pregunten por qué se toca tal música, por qué un disfraz es así, por qué las marimondas danzan de esa manera, por qué los que hacen parte del Son de negro se pintan como se pintan”.

En 2023 también visitó una escuela primaria en un barrio humilde y observó cómo niñas y niños, con pocos recursos pero mucho talento y orgullo, preparaban coronaciones internas para cada grado. “Yo lloraba, mi esposo lloraba. Esa escuela necesitaba ayuda, pero todo lo hacían con tanto amor. Desde ese momento supe que debía hacer algo. Activé una red en New Jersey, con mi familia y amigos. Empezaron recolectando donaciones pequeñas como útiles, vestuario, insumos para la escuela”.

Fue así como nació la Fundación Because Ajá, lanzada en diciembre de 2024, con la misión de ser puente entre Barranquilla y el mundo, movilizar capital y esfuerzos sociales a través del arte, la cultura y el Carnaval.

Hoy, gracias a esa apuesta, se están formando talleres culturales, se promueven intercambios artísticos y se fortalecen iniciativas comunitarias que antes no tenían visibilidad, y ella misma sigue aprendiendo: “Si alguien me pregunta por qué vale la pena aportar aquí, ahora tengo claro lo que voy a decir, y es porque aquí hay futuro, talento, historia y esperanza real que el mundo debe conocer”.

Amor genuino

Ha estado en París, ha visto la Torre Eiffel. Caminó por Londres, cruzó Roma. Ha probado vinos en Europa, pero nada la ha emocionado tanto como pararse frente al Malecón del Río, perderse en el Desfile de la 17 o comerse una arepa de huevo en una esquina.

“Yo conozco esas torres famosas, pero cuando vi a la gente hablando del desfile de la 17 yo dije: Nadia, tú tienes que ir, tú tienes que conocer ese lugar y quería tomarme una foto en los ‘Tres postes’ de Rebolo”.

Así como lo fue para el Joe, Barranquilla se ha convertido en la patria chiquita que la adoptó. “He tenido la fortuna de viajar y aún así, cada vez que regreso a Barranquilla, siento que algo nuevo me espera”.

Pero también ha notado una especie de ceguera afectiva entre algunos barranquilleros. “No todos, porque hay muchos que sí lo sienten, pero me he encontrado con algunos que no tienen sentido de pertenencia. Que mueren por irse de aquí, y yo, que no nací aquí, estoy contando los días para volver cada vez que me voy, denle gracias a Dios. Hay ciudades en Latinoamérica que no han avanzado como esta, y aunque no es perfecta, y aunque falte mucho, Barranquilla tiene tanto que ofrecer al mundo”.