Para Aída Morales, la espiritualidad no ha sido solo un refugio, sino una herramienta de transformación que le ha permitido enfrentar las experiencias más dolorosas de su vida.
La actriz colombiana, reconocida por sus papeles en novelas como Padres e Hijos, Los Reyes, La hija del mariachi y A Corazón Abierto, perdió a su primer hijo Reicher cuando tenía apenas dos meses de vida y encontró en las técnicas de respiración, meditación y yoga un camino para “aprender a manejar las emociones, transitarlas aunque duelan, pero sin que consuman”.
Esta búsqueda espiritual, que la llevó a diferenciarse de la religiosidad tradicional, se convirtió en el fundamento que le permitió no solo continuar con su existencia, sino también enriquecer su trabajo actoral con la profundidad de sus vivencias.
Desde su infancia en El Líbano, Tolima, donde creció como la única mujer en un hogar de siete hombres, hasta su consolidación como una de las actrices más versátiles del país, Morales ha construido una filosofía de vida basada en entender que “somos un ser que habita un cuerpo y que un día ese vestido va a tener que quitarse para volver a habitar otro cuerpo y otra experiencia”
Esta perspectiva espiritual, alejada de los dogmas religiosos que “juzgan, señalan, controlan y atemorizan”, la ha conectado con lo que ella describe como “un pedazo de Dios” que todos llevamos dentro. Ahora, como parte del comité de bienvenida de Sri Sri Ravi Shankar, quien visitará Colombia del 17 al 23 de junio, la actriz se prepara para compartir con miles de personas las técnicas que transformaron su manera de ver la vida y la muerte.
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¿Qué ha significado para usted la trayectoria de su carrera desde el día que empezó hasta hoy?
Realmente, si tengo que hacer un recorrido de todo lo que ha pasado, lo único que tengo es gratitud por mi trabajo, porque era un sueño. Era realmente un anhelo que tenía. Mi carrera era el plan de existencia que yo tenía desde que tengo seis años y haberlo cumplido es todo un logro. Enfrentarme a la posibilidad de verlo hecho realidad es muy hermoso y ver hacia atrás todo el camino que se ha recorrido es muy gratificante. He podido, como actriz, hacer comedia, drama, cine, televisión, teatro, es decir, pasar por todos los lenguajes artísticos.
¿Qué tal la transición hacia lo digital?
Como muchos, yo también creo que en algún punto la televisión va a desaparecer. El solo hecho de las plataformas, como ha mutado todo hacia estos medios digitales, creo que va a llegar un momento en que los canales de televisión van a tener que volverse plataformas también. En el mundo digital, la amenaza es mucho más grande. Pero creo que es la realidad que nos espera y la posibilidad que tenemos es entrar en ese mundo, tratar de entenderlo, mirar qué oportunidades hay allí y entrarle sin miedo. Lo que me preocupa mucho más que incluso las plataformas, los streaming, todas estas innovaciones, es la inteligencia artificial, porque creo que eso sí puede desplazar por completo el trabajo del actor.
¿Quién es Aída Morales fuera de la televisión y de las cámaras?
Aída Morales realmente es actriz gracias a la existencia que ha vivido. Soy una persona convencida de que un actor no puede llamarse tal si no tiene formación y si no tiene un recorrido por la vida, si no tiene referencias vitales, si no tiene vivencias. Creo que entre más cosas y experiencias viva uno en la existencia, más fácil puede crear, construir un personaje que sea real, que sea convincente. He sido una persona que he tenido una existencia muy rica en experiencias. Crecí en un hogar grande donde había solo hombres; crecí en una casa de siete hombres donde yo era la única mujer con mi mamá.
¿Cómo fue su primera vez actuando?
En mi pueblo había un niño habitante de calle; era uno nada más y era un niño de color, era un negrito precioso con unos ojos color miel, y mi relación con él era que, siempre que me veía andar sola, él se acercaba y me acompañaba. De mí lo único que él recibía era mucho cariño, mucho afecto. Para mí, lo único que me diferenciaba de él era que él tenía que dormir en el parque porque no tenía hogar. Era una persona que me cuidaba y un día amaneció muerto. Eso fue algo muy duro para el pueblo, fue un acontecimiento muy difícil porque lo mató un policía. Entonces, mis hermanos escribieron una obra y una canción al respecto de esa situación; los niños teníamos que representarlas para que no se ejerciera represión sobre el espectáculo. Esa fue la primera vez que me subí a un escenario a contar una historia que había vivido.
Entonces una niña que nunca tuvo un televisor en casa terminó construyendo su vida en torno él.
Cierto, en mi casa no hubo televisión. El primer televisor que llegó a casa llegó cuando yo tenía trece años y era pequeñito y en blanco y negro. Pero en mi infancia descubrí la televisión un día como a los siete años. Salí del colegio y vi que había una ventana abierta y me acerqué y había un televisor prendido. Estaba empezando una novela que se llamaba Cumbres borrascosas. Me pegué a esa ventana hasta... Llegué tarde ese día a la casa, me regañaron y todo, pero me quedé ahí pegada a esa ventana. No podía creer lo que veía a través de ella.
Sobre su faceta como madre.
Creo que lo he hecho bien. Más allá de ser una madre sobreprotectora, que lo fui hasta un momento, también tuve la posibilidad de decirle a mi hija: “Mira, hasta aquí te voy a acompañar. Abre tus alas, vuela, haz lo que quieras hacer, haz lo que te haga feliz y en lo que yo pueda estar y compartir, ahí estoy.” Hoy mi hija está casada hace dos años y sigue siendo así.
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Antes de su hija, tuvo otro bebé…
Sí, mi primer hijo fue un varón, se llamaba Reicher y murió a los dos meses y medio de nacido. Fue un episodio en mi existencia muy doloroso, muy fuerte. Pero ya una vez superado el dolor, que realmente nunca se supera... Cuando mencionas este hecho inmediatamente mi corazón empieza a latir diferente, mi cabeza empieza a funcionar diferente y las emociones salen porque eso es algo que uno no puede olvidar. Pero una vez entendiendo la muerte y los sucesos como experiencias que la existencia nos regala, entendí que Reicher había venido a mi mundo para yo trascender.
¿Qué cosas han sido vitales en su proceso para poder continuar con la vida aún cuando ese dolor sigue presente?
Creo que aprender a manejar las emociones, transitarlas aunque duelan, pero sin que te consuman; entender que estamos de paso en este mundo, que somos un ser que habita un cuerpo y que un día ese vestido va a tener que quitarse para volver a habitar otro cuerpo y otra experiencia; entender todo a través de la espiritualidad que no tiene nada que ver con la religiosidad porque a mí la búsqueda espiritual me ha permitido acercarme a Dios, pero de una manera muy distinta, muy diferente. Eso es algo que agradezco: haber conocido y haber entendido que ese conocimiento llegue a mi existencia a través de la respiración, de la meditación, del yoga.
¿Qué cree que ha hecho que las personas tomen esa posición de ‘satanizar’ la espiritualidad?
Vivimos en un país que está muy polarizado. Se ha perdido el respeto por las creencias, por los pensamientos, por las maneras de ser, por las formas de amar, y si yo no pienso igual que tú, estoy contra ti. Pero es importante entender que la espiritualidad precisamente lo que hace es acercarnos a Dios y a los seres humanos desde ahí, desde el amor. Entonces, por eso me salgo de la religiosidad que juzga, señala, controla, atemoriza, y me quedo con la búsqueda espiritual que me muestra que soy un pedazo de Dios y que soy amor.
¿Qué le recomendaría a las personas sobre cómo utilizar la espiritualidad en medio de los afanes del día a día?
Vivimos en un mundo donde el estrés es la enfermedad del siglo. Todo nos genera tensión. Nos estresa el pasado, nos agobia mucho lo ya vivido por lo que ya no podemos hacer nada porque ya pasó. Nos estresa el futuro. Nos agobia el pensar qué va a ser de mí, cuando aprendemos a vivir en el presente, eso deja de angustiarnos, el estrés se va, pero la única manera de poder estar en presente de forma permanente es descubriendo el poder de la respiración. Cuando respiras y empiezas a hacer un conteo de esa respiración, dejas de pensar y te mantienes, te pones en ese momento solamente con eso, en la respiración.
Estará el 21 de junio en el comité de bienvenida de Sri Sri Ravi Shankar.
Para mí es supremamente importante porque conocí a Sri Sri Ravi Shankar la primera vez en el 2018, que estuvo aquí para todo el tema del proceso de paz con las FARC. Lo vi de lejos, pero ya ahí quedé enamorada de él y de su pensamiento y de todas las acciones que hace por el mundo. El tener a Sri Ravi Shankar el 21 de junio respirando con 10,000 personas en la plaza, en la antigua Plaza de Toros que hoy se llama la Plaza Cultural de Santa María, un lugar donde hubo tanta violencia y que el 21 va a ser parte de un encuentro absolutamente de paz y amor. Es algo muy grande que va a ocurrir en este país.
Su visita tiene un valor impresionante en la vida. En muchos lugares del mundo esto se valora demasiado y creo que es importante la presencia de él aquí para que nosotros empecemos a valorar qué es poner toda la energía de tantas personas para que algo bueno ocurra. Sri Sri Ravi Shankar llega en un momento coyuntural de nuestro país donde muchas cosas pueden cambiar.
¿Alguna invitación?
Es importante que todas las personas sepan que este no es un lugar ni privado ni para ciertas personas. Este espacio y la presencia de este ser es para todo el mundo, para todas las personas que quieran tener un encuentro espiritual. Es un espacio para todo el mundo, que vengan. En Bogotá, vamos a estar en la Plaza Cultural de Santa María en este encuentro. Va a estar en Medellín, esta ciudad también va a poder disfrutar de la presencia de él, y Cartagena también. No necesito que me crean, para mí es mucho más importante que vivan la experiencia por ellos mismos, que vayan y estén en su presencia y sientan y escuchen de lo que hable, y eso quizás pueda cambiar su existencia para siempre.