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Ser papá no ocurre solo en una fecha del calendario. Es un ejercicio diario de presencia, de sacrificio, de amor sin discursos y con muchos silencios que lo dicen todo. Este Día del Padre, EL HERALDO lo celebra con cuatro hombres, que desde distintas vidas, son el reflejo de que la paternidad se construye con el alma, desde el ejemplo, la constancia y la ternura.

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Humberto Armela perdió una pierna, pero ganó el corazón de sus hijas a punta de coraje, disciplina y gloria deportiva. Adán Román convirtió su vocación como maestro en una forma de educar a sus propios hijos, entre la fe y la pedagogía. Toni Celia Maestre aún se pregunta si ya es padre o si apenas se está formando como tal, mientras cría con canciones, libros y sensibilidad. Y Julio Mario Sánchez Stevenson ha hecho del Carnaval y el Congo una herencia viva que sus hijos hoy defienden con pasión y orgullo.

Humberto perdió una pierna, pero encontró el camino hacia la gloria

Un accidente no solo le arrebató la pierna derecha. También le cerró, de golpe, la puerta a su carrera militar y lo enfrentó al abismo de una vida que parecía no tener sentido. Sin embargo, Humberto Armela Escorcia, barranquillero de 49 años y padre de tres niñas, no se dejó consumir por la oscuridad. La amputación, fue el punto de partida de una historia gloriosa. Todo comenzó hace 26 años, cuando un accidente automovilístico lo llevó al quirófano.

“Fui suboficial de la Armada. Perdí la pierna por una serie de complicaciones cardiovasculares”. Durante años, el peso emocional se acumuló, hasta que una década después, el destino le puso en el camino a viejos amigos que compartían su condición. Ellos le mostraron que en el deporte había otra forma de luchar. “Me integré a un grupo de fútbol para amputados. Ahí empezó todo. Luego me ofrecieron hacer unas pruebas para entrar al paraatletismo y en mi primer torneo nacional gané dos medallas de oro y una de plata, hice récord nacional en jabalina y bala”. Allí también encontró una vocación. “Me enamoré de la modalidad de lanzamientos”. Desde entonces, no ha parado. Más de 15 años de entrenamientos, competencias y logros lo consolidaron como uno de los deportistas más destacados del país en su categoría.

CortesíaHumberto Armela Escorcia encontró en sus hijas su verdadera fortaleza tras perder una pierna.

Ha representado a Barranquilla y al Atlántico con la frente en alto. Hoy, además de entrenar, Humberto inspira y, como padre de tres hijas, su mayor aspiración no es otra que enseñarles con el ejemplo. “Para mí, ser papá es ser un guía, un consejero y un amigo. Siempre les inculco que no se rindan, que todo lo que hagan, lo hagan con pasión. Si fracasan, que lo intenten otra vez. Lo importante es no desistir, la vida se trata de eso”.

El arte de criar sin ensayo previo

Hay quienes creen que la vida entrena para los grandes roles. Pero Toni Celia Maestre, productor cultural, melómano de corazón y padre primerizo, piensa distinto: “La vida de un papá es una vida sin prácticas”. Desde que nació Cala, su hija de un año y ocho meses, su mundo se partió en dos.

A Toni, también Director de Arte y Cultura de la Universidad del Norte, lo definen muchas pasiones: el arte, la música, el cine, la palabra escrita. Y ahora, ser un papá en construcción. No como un título ya ganado, sino como un rol que se va armando cada día. “Creo que todavía soy más un cuidador, que un papá. Es algo que uno va entendiendo, evolucionando. El título de padre no te lo dan al nacer tu hija, te lo vas ganando. Ella también te va formando”. A Cala, cuando era apenas una recién nacida, le cantaba versiones de Amor de mis amores y canciones alternativas como Honk if you’re lonely tonight de The Silver Jews.

“Son canciones que marcaron mi juventud, y que ahora cobran un sentido distinto cuando se las canto a ella”. Toni sueña con compartirle a su hija los libros que lo marcaron, como La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, y películas como Minari o The Tree of Life.

“Hay tantas cosas que quiero mostrarle, pero sobre todo quiero que descubra el placer de encontrar historias, de emocionarse con el arte”.

CortesíaDesde que nació Cala, su hija de un año y ocho meses, el mundo de Toni Celia Maestre, se partió en dos.

Desde su rol en la Universidad del Norte, Toni ha comprendido también la necesidad de incluir a los padres en los procesos culturales y creativos.

“A menudo el papá sigue siendo una figura periférica. La madre tiene una conexión inmediata, biológica. Pero es vital que los papás no se sientan ajenos”. Y va más allá: “Es necesario que desde las instituciones lancemos mensajes de pertenencia. Que el papá se sienta cómodo, valorado, incluido en esos espacios. Porque el arte también necesita de su mirada, de su ternura, de su forma particular de acompañar”. También piensa en el futuro, en seguir desempeñando a cabalidad su paternidad. “Ojalá dentro de cinco años tenga más sabiduría. No sé si seré más artista, más periodista, más gestor cultural, pero sí espero ser más papá. Entender mejor este rol que apenas estoy viviendo”.

Un papá con el ritmo en el alma

Por más de tres décadas, Julio Mario Sánchez Stevenson ha sostenido el estandarte de una de las danzas más representativas del Carnaval de Barranquilla: el Congo Reformado. Pero más allá de ese liderazgo, este hombre de 61 años, habitante del barrio Pumarejo, ha construido con orgullo el legado de ser padre. Su historia como líder de esta agrupación comenzó en 1987, cuando decidió asumir la dirección de la danza que ya venía cargada de historia familiar. Desde entonces, no ha dejado de luchar por mantener viva esta tradición que, con el tiempo, se ha convertido también en una escuela de valores para sus hijos.

JOSEFINA VILLARREALHERRERAJulio Mario Sánchez Stevenson es el líder del Congo Reformado.

Hoy, su hijo Zaimer es es el director musical y jefe de cuadrilla, encargado de que el Congo Reformado suene afinado y contundente en cada presentación. Y Yuliana, su hija, tomó la batuta del semillero infantil. “Esta es una apuesta por el relevo generacional que garantiza que la danza tenga futuro. Siempre quisimos tener un semillero porque nosotros mañana más tarde no estaremos y quedan ellos y es un orgullo saber que mis hijos están al frente de todo esto”. El Congo, para él, es parte de su vida, aquella en la que hay que saber llevar el ritmo, saber cuándo avanzar, cuándo esperar, cómo moverse al compás del otro, pero también una forma de educar.

“Lo más lindo de ser padre es darle valor a la familia, enseñarles un buen ejemplo, porque la familia es el regalo más lindo que el creador nos dio”. Sin duda, el camino no ha sido fácil. Los inicios estuvieron llenos de sacrificios y momentos duros, pero ahora el futuro se llena de brillo de la mano de sus hijos. “Esto es un compromiso diario. Ellos me han visto luchar y ahora también los estoy viendo a ellos. Nada más gratificante que eso”.

El maestro que aprendió a ser padre entre la escuela, la fe y el amor

No todos los maestros son padres, pero algunos padres nacen siendo maestros, incluso antes de pararse frente a un tablero. Adán Román Peralta Berdugo es uno de ellos. Galapero de alma y vocación, este licenciado en Ciencias Sociales, magíster en Educación y actual coordinador de la Institución Educativa Técnica Francisco de Paula Santander, encontró su misión en el aula y el hogar.

“Ser padre hoy no es sencillo. No es suficiente con estar presente, hay que comprender el lenguaje de los jóvenes: las redes sociales, las modas y los códigos de su mundo”. Adán no fue padre por accidente, lo fue por deseo, lo fue por fe. “Desde que me casé anhelaba tener hijos. Tardamos un tiempo en lograrlo, pero fue una bendición. Primero llegó Sara, y cuatro años después, Elías. No hay un manual para esto, pero se aprende reflexionando, viviendo, y confiando en Dios”.

CortesíaEl profesor Adán Román Peralta Berdugo, es luz para su familia.

La vocación por educar le creció desde joven, cuando era apenas un estudiante de secundaria. “Varios docentes marcaron mi camino, su pasión me inspiró. Yo también quise ser ese guía para otros”.

Su travesía académica en la Universidad del Atlántico no fue un camino recto. Obstáculos económicos, personales y laborales lo pusieron a prueba, pero su fe en Dios fue su sostén. “En momentos duros sentí que todo podía derrumbarse, pero la oración y la convicción me mantuvieron firme”.

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También es servidor comprometido en la parroquia Nuestra Señora de la Candelaria y esposo de la educadora Iris Silva. Juntos comparten no solo la vocación, sino también el desafío de equilibrar vida profesional, fe y crianza. “Nos apoyamos mucho. Preparamos clases juntos, pero también nos reservamos momentos para disfrutar en familia con nuestros hijos. Son esos momentos los que nos llenan el alma”.