Era el verano de 1964 cuando una prenda revolucionaria hizo su debut en las calles de Londres. Ese 10 de julio, Mary Quant, una joven diseñadora británica, introdujo al mundo la minifalda, una pieza que, desde entonces, ha desafiado las normas, roto moldes y simbolizado mucho más que moda.
Hoy, 60 años después, la minifalda no solo sigue presente, sino que continúa siendo un icono de estilo y empoderamiento.
La década de los sesenta fue un ‘hervidero’ de cambios sociales y culturales. La juventud buscaba su propia identidad y una forma de expresión que rompiera con las rígidas estructuras de sus padres.
Fue en este contexto que Mary Quant (QEPD), inspirada por la efervescencia de la época y el deseo de ofrecer algo nuevo y liberador, lanzó la minifalda desde su tienda Bazaar en la icónica King’s Road de Londres.
Una prenda revolucionaria
La reacción fue inmediata y contundente. Las calles de Londres se llenaron de jóvenes mujeres luciendo la nueva prenda, celebrando una libertad recién encontrada. La minifalda se convirtió en un símbolo del Swinging London, un reflejo del espíritu de la época y del empoderamiento femenino.
Según el investigador de la moda y el vestir, William Cruz, la génesis de la minifalda no fue un simple capricho de Quant, sino una respuesta intuitiva a las necesidades y deseos de las mujeres jóvenes de su tiempo.
“Era un momento en que los antiguos códigos morales y del decoro se estaban transformando, y eso implicaba una nueva actitud corporal, donde ‘revelar’ las piernas no era algo inmoral.
Y digo ‘revelar’ entre comillas porque realmente no se trataba de mostrar la piel desnuda de las piernas, pues debajo de toda minifalda venían siempre unas medias veladas”.
También enfatiza en que la recepción de la minifalda por parte de distintos sectores de la sociedad fue diversa y, en muchos casos, ambivalente.
“Hombres y mujeres de mayor edad tenían sentimientos encontrados, porque esa prenda tan reveladora les resultaba vulgar e incluso inmoral. Evidentemente, la movida juvenil de Londres la acogió con mucho entusiasmo”.
Y es que para la diseñadora británica, el buen gusto era la muerte, y la vulgaridad era la vida, ideología que la llevó a que los dobladillos estuvieran muy por encima de la rodilla junto con vestidos cortos que se engalanaban con una gama de colores que ella misma denominaba “arrogantes, agresivos y sexys”. El nombre lo acuñó por hacerle alusión a su carro favorito: El Mini.
Toda una liberación femenina
En plena época de la creación de la píldora anticonceptiva y la liberación sexual, Quant siguió siendo el reflejo de la lucha de los derechos de las mujeres, que con rebeldía y perspicacia, deseaban emanciparse en todos los ámbitos.
La minifalda sigue siendo un foco de discusión en torno a la moralidad, la sexualidad y el control del cuerpo femenino. La periodista de moda, Luz Lancheros, reflexionó sobre el impacto de esta prenda y su relación con las normas sociales y culturales que han gobernado la vestimenta femenina a lo largo de los siglos.
“Yo creo que la prenda ha contribuido en el sentido de establecer discusiones sobre la culpa moral eterna que pues ha venido desde una cultura de siglos y pues, que es tradicional judío-cristianismo y la burguesía de culpar a la mujer por lo que usa”.
Pese a que esta prenda es un clásico temporal que puede evolucionar según las exploraciones de los diseñadores, Lancheros menciona que los rezagos persisten en el tiempo.
“Siento que va a ser siempre una pieza de debate en cuanto tengamos sociedades aún permeadas por el machismo”.
Que deje de ser una censura
Este despertar de liberación femenina no solo implicó una mayor autonomía y libertad, sino también una confrontación con las normas sociales que aún están vigentes.
“A pesar de los avances en igualdad de género, los estereotipos de género siguen profundamente arraigados en la sociedad, limitando las formas en que las mujeres pueden vestirse y promoviendo una moralidad restrictiva”, dijo la politóloga e internacionalista, Johana Torres.
Resalta que la minifalda, al reducirse centímetros de tela, significó un acto de rebelión en un momento clave de la historia. Sin embargo, su asociación con la provocación y la sexualización ha complicado su legado.
Por su parte, la magíster en género, Carmen Rosa Mendivil, indica que el vestuario, independientemente del cuerpo que lo luzca, puede ser una extensión de esa identidad de género como parte constitutiva de su ser.
Pero sin duda, en las pasarelas, en las calles y en las páginas de las revistas de moda, la minifalda continúa siendo protagonista. Desde las clásicas versiones de denim hasta las más sofisticadas de alta costura.
Cada vez que una mujer se pone una minifalda, revive un legado de seis décadas de revolución y estilo.




















