Vestida de histriónica gracia y voluntad, María Eugenia Castro, directora del Museo de Arte Moderno de Barranquilla (MAMB), le acompañan de manera permanente la sensibilidad y el buen gusto que propenden las artes, las cuales van sujetas a los atisbos de la sabiduría que ha ganado durante el paso de los años.
Dada a las pasiones mismas del Caribe, está samaria con alma barranquillera ha logrado de manera honorífica sostener en sí misma un legado para la ciudad, evidenciando a través del arte moderno una oportunidad para comprender el mundo y los fenómenos que lo componen.
En la conversación confiesa que su interés por la cultura comenzó desde muy niña, más allá de las actividades extracurriculares de su colegio, su madre mientras ella pasaba por la adolescencia empezó a interesarse por adquirir arte, llenando de colores y formas los espacios en los que se desarrollaba.
El mundo de las artes
Sin embargo, su apertura al mundo se lo dio el inglés, aprender una segunda lengua en el momento preciso en el que esta en particular se estaba globalizando le hizo interesarse más en las conversaciones que se deban en otros territorios, y en el comprender que faltaba a los colombianos.
'Mi madre siempre me ha pareció una mujer muy adelantada, y es que para ella se volvió una necesidad que se aprendiera inglés, para nosotros era hasta medio harto, pero al final nos permitió conectarnos con lo que sucedía en el resto del mundo'.
Rápidamente el tiempo pasa, María Eugenia logra ir a Europa estudiar arqueología, la carrera de sus sueños, pero le toca dejarla a medias porque regresa a atender una situación especial de su madre.
'Estuve ahí acompañándola en un momento muy difícil, aproveché para entrar a estudiar filosofía en Bogotá y luego sociología en Barranquilla, pero el afán y el movimiento de la vida me hicieron desertar también'.
A esto, añade que en esa época no era tan grave no ser profesional, y bueno, motivada por el arte y en compañía de grandes amigos que entraban en el movimiento modernista, entre esos Álvaro Barrios, deciden comenzar con a hacer unos salones culturales en Barranquilla.
'El primer lugar en el que lo hicimos fue en Bellas Artes, todo era muy básico, pero lo que queríamos era arrancar, ahí reunimos una pequeña muestra de danza, música y había también un par de pinturas y esculturas, y en su momento fue toda una novedad en la ciudad'.
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Un espacio para la ciudad
Luego de esos primeros encuentros, a María Eugenia le toca mudarse a España, donde estudia y se gradúa de relaciones internacionales. Pero al regresar a Barranquilla lo hace con una inquietud, recuperar el Museo de Arte Moderno.
'El MAMB ya había existido, pero no funcionaba, y la ciudad necesitaba ese espacio, por eso nos pusimos de acuerdo varias personas y logramos crear la fundación. Empezamos de manera itinerante, pero luego conseguimos un espacio en El Prado, en el que estuvimos 18 años'.
Ahí la magia del arte se mantuvo viva en Barranquilla, hasta que un cambio administrativo que suponía un lugar más amplio hizo que el espacio físico del museo desapareciera.
'Yo creo que el arte sigue vivo en Barranquilla, pero más aún que la cultura es la única capaz de darnos la paz que necesitamos. El MAMB lleva 28 años, y seguimos trabajando como desde el primer día'.
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Su mayor sueño: Tener un MAMB de talla mundial
En su discurso, María Eugenia es clara al decir que la situación que actualmente compromete al espacio físico del Museo de Arte Moderno de Barranquilla compromete a una autonomía ajena a la administración local.
Sin embargo, su mayor sueño es poder ver, más pronto que tarde, ese espacio no solo dispuesto para los barranquilleros, sino para todo el mundo.
'Nuestro sueño para cumplir 25 años del MAMB era estrenar sede, ya hoy tenemos 28, y seguimos esperando, pero lo hacemos con paciencia, y creyendo que mejores cosas vendrán siempre'.





















