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Exactamente un día como hoy, hace cien años, vio el primer rayo de luz la poetisa barranquillera Olga Isabel Chams Eljach, quien se dio a conocer por distintos rincones de la geografía colombiana e internacional bajo el seudónimo de Meira Delmar.

Esta mujer considerada una de las plumas más significativas del siglo XX en Colombia y el nombre femenino más destacado de la poesía del país, con su obra, en la que de manera constante se valió del mar, el amor, el olvido y la muerte para expresar sus más puros sentimientos, ha dejado un invaluable legado que tras su fallecimiento, el 20 de marzo de 2009, busca trascender a las nuevas generaciones.

La efeméride que da cuenta del centenario de su natalicio es una invitación directa a repasar su obra, de la que destacan: Alba de olvido, Sitio de amor, Verdad del sueño, Secreta isla o Huésped de mi sombra, solo por mencionar cinco de sus textos.

Para conmemorar este siglo inspirado en esta escritora de ascendencia libanesa se han tejido una serie de actividades a lo largo del 2022, que van desde conversatorios, conciertos, obras teatrales y hasta la reedición de sus obras.

La poeta y literata Camila Charry Noriega, encargada de la selección de los poemas de Meira Delmar y de la edición de la obra Ninguna voz repetirá la mía, que integra la Biblioteca de Escritoras Colombianas, en diálogo con EL HERALDO destacó aspectos esenciales de su estilo, que se pudo palpar desde 1944 hasta 1998.

'Para realizar esta selección me debí leer toda su obra, la cual ordené no de manera cronológica, sino temáticamente. El libro se llama Ninguna voz repetirá la mía, frase que se toma de su poema Huésped sin sombra, este título tiene que ver con la originalidad de la voz de Meira, la importancia e influencia que tiene ella para muchos poetas de diferentes regiones del país, incluido Bogotá, mostrando que la poesía también ha tenido un núcleo importante en otras zonas del país como la Costa Caribe'.

Sobre su estilo, Charry Noriega explicó que estuvo basado en su relación con el mar, pero no un mar pacífico, de la contemplación, sino un mar tumultuoso, atravesado por una serie de problemáticas que se reflejan en su obra.

'En el mar reunió dos tierras, su Caribe colombiano y también su ascendencia árabe, creándose así una tensión en su obra en la que ella aparece en el medio. Ese mar también está atado a la llave del amor, pues su poesía no solo es sensible, decorativa o romántica, sino que muestra a una poeta pensante. Otro tema que aparece recurrentemente en su obra es la aparición del amor como un milagro que se refleja en paisajes'.

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Su relación con el grupo de Barranquilla

La literata Tita Cepeda, viuda del escritor y periodista Álvaro Cepeda Samudio, tuvo la oportunidad de convertirse en su amiga y darle vida a proyectos culturales que tuvieron gran resonancia.

Afirma que, debido a su vocación educadora, desarrollaron en 2003 ‘Procultura del Caribe’, un concurso abierto para pintores, músicos y escritores. Esta actividad respaldada por EL HERALDO contó con la asesoría permanente de Alejandro Obregón y el propio Cepeda Samudio.

'Ella fue mi firme apoyo en ese concurso que nos inventamos. Tenía una manera de sostenerlo a uno muy especial que nunca he encontrado en ninguna otra persona. Sabía darme entusiasmo y eso era único, porque en ese momento la cultura no había sido protagonista en la ciudad, y gracias a esta idea hubo fiebre por participar en un certamen de orden cultural', dijo Tita mientras abría sus manos tratando de precisar cada recuerdo.

Agregó que lo que más extraña de su entrañable amiga son las conversaciones que sostenían por la tarde. Junto a Diego Marín tenían la misión de irle a leer a su casa y posteriormente los análisis y conversaciones eran supremamente iluminados. 'Salía de allí con conceptos distintos de lo que teníamos, ella nos abrió la mente', sostuvo.

También la catalogó como una integrante más del Grupo de Barranquilla, esa tertulia intelectual que protagonizaron Alfonso Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas, Gabriel García Márquez, entre otros.

'Para el Grupo de Barranquilla era otro de sus elementos, y aunque Meira nunca entró a La Cueva, porque en aquella época no era un espacio para las mujeres, ellos trasladaban sus tertulias hasta la terraza de su casa, donde hacía aportes interesantes. Imagínense que ella les decía ‘los muchachos’', rememoró entre risas.

Carolina Ethel, directora ejecutiva de la Fundación La Cueva, la resaltó como una gran gestora cultural, debido a que 'se preocupó por traer y acercarnos con las vanguardias, la cultura universal y abrirnos la mente, fue una gran impulsora del teatro Amira de la Rosa, sin ella no tendríamos ese teatro maravilloso que pronto recuperaremos. Meira fue una gran entusiasta del centro artístico que nos dejó una de las grandes colecciones de arte que tiene la ciudad'.

Ethel indicó que Heriberto Fiorillo, creador de esa leyenda del Grupo de Barranquilla y de La Cueva, siempre incluyó a Meira en sus relatos.

'A mí me gusta una frase que Meira parafraseaba mucho y que se incluye también en la obra de teatro que estrenamos recientemente, en la que ella dice que la amistad es la perfección del amor. Eso es un poco de lo que pasaba con ella y el Grupo de Barranquilla porque la tenían como un faro de luz'.

Un rincón dedicado a preservar su obra

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Beatriz Aguilar, directora de la Biblioteca Departamental Meira Delmar, fue quien sucedió en este cargo a la poetisa orgullo de Barranquilla, quien durante 36 años veló por este espacio cultural.

'Su principal legado es ese amor por la poesía, ella permaneció 36 años (entre 1958 y 1994) al frente de esta biblioteca que lleva su nombre. Le tocó comerse las verdes, porque en ese entonces la cultura no era muy respaldada, pero debido a su liderazgo evitó que fuera cerrada. La biblioteca y Meira nacieron juntas, este espacio también cumple 100 años este 1° de octubre'.

La biblioteca también se convirtió en una subsede del Grupo de Barranquilla, en la que ocurrían tertulias mágicas. Uno de los momentos más emotivos que Meira vivió ocurrió en noviembre de 1998, cuando la Gobernación del Atlántico le rindió un sentido homenaje dándole a la biblioteca su nombre.

'Lloró mucho, incluso traía preparadas unas palabras y no pudo ofrecer el discurso por la emoción que la embargaba. Creo que de todos los reconocimientos que recibió, que fueron infinitos, ese fue el más emotivo'.

Aguilar la recordó como una mujer muy sabia, generosa y dueña de un sentido del humor muy fino.

'Esto la gente no lo sabe, pero era hasta sarcástica, le gustaba mucho salir, era excelente conversadora, podía pasarse toda una tarde hablando y mantenía embelesada a las personas. Era una gran anfitriona, para mí fue un privilegio grande compartir con ella y haber sido la sucesora en este cargo, durante tres meses hicimos el empalme del cargo y me apoyó mucho'.

En el segundo piso de la biblioteca funciona el Museo y Centro de Documentación Meira Delmar, el cual fue inaugurado en 2014, para conmemorar un lustro de su partida. Allí reposa gran parte de su vestimenta, muebles y archivos personales que donó su sobrino Ricardo Chams.

'En nombre de la familia quisimos compartir parte de sus objetos personales para que los admiradores de su obra la sintieran de cerca. Meira era una mujer muy dulce, gran conversadora y siempre tenía un consejo a la mano para cualquiera, así que atesoro los mejores recuerdos a su lado, en especial cuando tertuliábamos en la sala de la casa', contó Ricardo.

En el museo reposa la carta que le respondió la poetisa uruguaya Juana Ibarbourou, considerada una de las voces más personales de la lírica hispanoamericana de principios del siglo XX. También el diploma que le otorgó la Real Academia de la Lengua Española, algunas mecedoras, su tocador, clóset, tres retratos hechos por su amiga Gloria Mejía, álbumes familiares, cofres, condecoraciones y poemas.

Un tiple con el que realizaba sus creaciones salta a la vista, destacándose así su faceta como gran conocedora de la música. Cabe anotar que Meira fue quien escribió los himnos de la Universidad Del Norte, Metropolitana y del Atlántico. Además el de la tuna corazoncista, grupo insignia del Colegio Sagrado Corazón.

La joya de la corona es la máquina de escribir (marca Olivetti Lettera 32) que adquirió en 1963 y con la que creó muchos de sus poemas.

A su turno Sergio Chams, también sobrino de la escritora, recordó que fue Meira quien lo enseñó a leer desde niño, al punto que cuando ingresó al jardín fue promovido a primero de primaria.

'Gracias a ella hoy disfruto más leer un libro que ver una película. Su vida entera fue ejemplificadora, me enseñó a hacer el bien y a preservar la amistad. A parte de su cultura y parte artística, destaco su rectitud, su buen genio y disciplina'.

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'Nos recitó las mejores poesías'

'De tanto quererte, mar/ el corazón se me ha vuelto marinero/ y se me pone a cantar/ en los mástiles de oro/ de la luna, sobre el viento/ aquí la voz, la canción/ el corazón a lo lejos/ donde tus pasos resuenan/ por las orillas del puerto'. Este es un fragmento de su poema Verde Mar, que retumba en los oídos de quienes fueron sus estudiantes del Colegio Sagrado Corazón, institución que quedaba ubicada diagonal a la vivienda familiar de la literata.

Jorge De Castro es uno de ellos, quien da testimonio de lo lúdica que era como docente, una faceta que no es muy conocida.

Ella estudió Música en el Conservatorio Pedro Biava de la Universidad del Atlántico e Historia del Arte y Literatura en el Centro Dante Alighieri de Roma.

Más tarde fue profesora de estas asignaturas en la Universidad del Atlántico y también en el Colegio Sagrado Corazón.

'Había días en los que nos recitaba las mejores poesías en sus clases de literatura universal y literatura colombiana, nos hizo vivir momentos mágicos. Por su mística quedábamos hipnotizados. Nosotros teníamos fama de ser un grupo indisciplinado en las demás clases, pero con ella nos transformábamos, siempre nos quedábamos atentos por los conocimientos tan interesantes que transmitía. Era una persona muy afable y serena, con su mirada nos infundía respeto a los 44 estudiantes', detalló De Castro, que entre 1968 y 1969, mientras cursó quinto y sexto de bachillerato, tuvo el privilegio de ser su estudiante.

En 1968 se creó la tuna del Colegio Sagrado Corazón, siendo Meira la encargada de crear el himno, dejando así una huella indeleble en esta promoción.

'En su casa fue donde nos enseñó el himno y lo aprendimos a tocar, al punto que una vez le pusimos serenata. Dos años antes de morir la invité a mi casa a comer, ella era muy familiar y allí recordábamos los tiempos vividos en nuestras clases'.

Carlos Visbal Galofre fue el estudiante de esa promoción al que Meira después de mucho tiempo le respondió una carta el 6 de julio de 1995. Este ingeniero industrial y magíster en Administración de Empresas le agradeció por los dos años que los guió en el salón de clases, por lo que Meira se inspiró así:

'Recuerdo que a veces solía mirar, a través de la gran ventana, los barcos que surcaban el Magdalena con rumbo a Bocas de Ceniza, donde tendrían que encontrarse con el Mar Caribe, todos camino a lo ignoto. Y pensaba, entonces, que como esos barcos eran ustedes, y que la vida era el mar'.

La carta también reposa en el museo. 'Sentí mucha alegría al ver que mi carta había sido muy bien valorada por ella, me dijo también que la misiva le trajo la certeza de que no siempre el paso del tiempo trae consigo el olvido. Ella en sus clases nos enseñó mucho, hablaba de la importancia de leer Cien años de soledad que recién había sido publicada y nos daba la alegoría del famoso Realismo Mágico. A ella le encantaba y su cara se transformaba cuando contaba esos pasajes que le encantaban y nos invitaba a leer, un consejo que he seguido al pie de la letra después de tantos años'.