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El empalme entre un gobierno que sale y otro que entra se parece mucho a ese momento en que el comprador de una casa descubre -después de adquirirla- que la fachada no tiene nada que ver con el interior. El comprador llega feliz a su nueva vivienda, pero apenas entra se percata de que el techo tiene goteras, al piso le faltan baldosas, las ventanas no tienen vidrios y las paredes de la cocina están llenas de grietas. Ya con las llaves en las manos y sin poder hacer nada, el comprador observa cómo el vendedor se aleja sonriente, mientras él medita por dónde tendrá que comenzar a arreglar la nueva vivienda, que por fuera lucía mejor de lo que estaba en realidad.

Pues bien, Juan Manuel Santos e Iván Duque, presidentes saliente y entrante de Colombia, están en proceso de empalme, que no es otra cosa que ver cómo está la casa por dentro: cuántas grietas tiene, cuántas baldosas faltan, cuántas ventanas hay que arreglar, cuántas goteras hay que tapar...

Una persona muy cercana al nuevo gobierno -que hace parte de los delegados de Duque- a quien le pregunté cómo avanza el empalme, me respondió con absoluta sinceridad: 'Apenas estamos descubriendo los chicharrones que nos dejaron'.

Y a decir verdad, los chicharrones son muchos y muy peludos. Entre ellos se destacan: el 'inmenso mar' de hojas de coca sembradas a lo largo y ancho del país, las relaciones con el régimen de Venezuela, la 'mermelada' para aceitar la maquinaria del Congreso, la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) y Electricaribe, entre otros.

El empalme entre el gobierno entrante y el saliente debe servir para que el presidente electo le diga al país en qué estado recibe la casa de manos del presidente saliente. Ello con el fin de que más tarde Duque no termine pagando los platos que Santos rompió. El empalme tiene que servir para que Duque haga un corte de cuentas con respecto a Santos, sobre todo porque hay sobre la mesa temas muy complejos y delicados, como la negociación con las Farc, en los que las diferencias entre uno y otro son abismales. Conocer la letra menuda de todo lo pactado permitirá al nuevo gobierno saber hasta dónde pueden llegar los 'ajustes' que tiene presupuestado, sin que ello signifique tener que tumbar la casa. 

Pero, además, permitirá a Santos advertirle a Duque -en lo que tiene que ver con la negociación con las Farc- cuáles columnas de la vivienda no se pueden tocar, porque hacerlo sería tanto como 'volverla trizas'. De esta forma Santos podrá salvar su responsabilidad histórica en lo que tiene que ver con su legado, pues lo que pase de ahora en adelante con los diálogos de paz dependerá única y exclusivamente de lo que Duque decida, en especial en lo que tiene que ver con la JEP.

Pero el proceso de empalme también debe servir para que Santos le diga a Duque -por el bien de la Nación- cuáles son las grietas de la casa que 'empañetó' y que solo están resanadas, sobre todo las que tienen que ver con las finanzas del Estado. Es decir, cuál es el verdadero estado de la salud de la economía, que no es tan sana como la muestran las cifras del Ministerio de Hacienda y que los amigos del gobierno replican con alborozo y entusiasmo. 

¿Cuál es el verdadero tamaño de los chicharrones que Santos le deja a Duque? ¿Qué tan peludos son dichos chicharrones? ¿Qué hacer con tantos chicharrrones?