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Política

Ley del Montes | Coronavirus: 7 grandes pecados

Corrupción, intolerancia, egoísmo, vanidad, indolencia, insensatez y  soberbia han aflorado como grandes males durante la pandemia. Reflexión.

La época de Semana Santa –que hoy culmina con el Domingo de Resurrección– coincidió con la peor crisis humanitaria que haya tenido que soportar la Humanidad. El coronavirus sigue arrasando la vida de cientos de miles de personas en todo el mundo mientras deja a su paso una estela de tristeza y desolación.

Las cifras que se conocen a diario son aterradoras. Ellas hablan de miles de muertos en un solo día en países como Estados Unidos, donde su moderno sistema de salud se ha visto desbordado por la masiva presencia de personas contagiadas en clínicas y hospitales. Algo similar ocurre en Italia y España, que siguen sin poder aplanar la curva de contagiados. Alemania y Corea del Sur han respondido con prontitud y eficacia, respaldados en el uso adecuado de la tecnología, que les ha permitido definir con certeza la trazabilidad de personas contagiadas. En Estados Unidos se calcula que hasta la fecha cerca de 16 millones de personas han perdido su empleo, mientras las empresas más emblemáticas del país piden salvavidas económicos a Donald Trump, quien luce desconcertado, como casi todos los presidentes del mundo.

Trump pasó de la risa burlona que le produjo al comienzo la “gripita” a tener que reconocer que la calamidad pública lo ha desbordado y que por ahora no tiene las armas para vencer al coronavirus. Jair Bolsonaro en Brasil sigue negando con terquedad los miles de casos y los efectos nefastos de la pandemia en la economía, mientras su popularidad se desploma con celeridad. En México, Andrés Manuel López Obrador también debió reconocer –llevado por las cifras demoledoras– que los números que hoy manejan de personas contagiadas podrían ser cinco veces superiores.

En Colombia, Iván Duque, como todos los mandatarios, también ha tenido que tomar decisiones sobre la marcha para tratar de ganarle tiempo a la llegada de la fase más crítica de la pandemia, que se calcula será en las próximas semanas. De todas las medidas adoptadas la que generó mayor controversia es la que tiene que ver con la cuarentena, que aún se mantiene y que podría terminar el próximo 27 de abril.

La pandemia del coronavirus ha sacado a relucir facetas desconocidas no solo de los poderosos del mundo, sino de personas comunes y corrientes, quienes tampoco estaban –estábamos– preparados para una afrontar un tsunami humanitario y económico de tal magnitud.

Después del coronavirus nada será igual para la Humanidad. Esta desoladora experiencia nos debe servir para mirar a nuestros semejantes con otros ojos y para sostener una relación más amigable y respetuosa con el Medio Ambiente. Después de esta horrible noche que estamos pasando debiéramos ser mucho más solidarios y generosos con los más débiles. Tendríamos que ser más humildes y menos ostentosos, más espirituales y menos materialistas.

En fin, tendríamos que ser mejores personas. Pero -por desgracia- con el coronavirus también han aflorado una serie de “pecados” que muestran lo peor de nuestra condición humana. Veamos 7 de ellos:

Corrupción

Desde antes del coronavirus, Colombia tenía su propia plaga: la corrupción. Ese es el verdadero cáncer nacional. Informes de la Contraloría General hablan de 50 billones de pesos que se pierden todos los años en corrupción. Es una cifra monstruosa. Ahora por cuenta de las medidas extraordinarias adoptadas por el Gobierno Nacional para enfrentar el coronavirus, con el fin de agilizar la contratación por parte de alcaldías y gobernaciones, se han conocido casos de presuntos hechos de corrupción que están siendo investigados por los organismos de control y la Fiscalía.

Se trata de actuaciones criminales cuyo castigo debe ser ejemplar, pues están traficando con el dolor de miles de familias vulnerables del país. Pero también deberían ser castigados de forma ejemplar quienes valiéndose de esta situación extrema ponen a circular “fake news” en las redes sociales, con el fin de afectar la reputación de algunos gobernantes, como ocurrió con la gobernadora del Atlántico, Elsa Noguera, de quien dijeron en redes sociales que había repartido 4.200 mercados a unos precios astronómicos y no los 420.000 que ha distribuido entre los más vulnerables del departamento. Esa información calumniosa también debe ser castigada con rigor.

Intolerancia

Por increíble que parezca hay sectores de la sociedad -minoritarios por fortuna- que se han mostrado agresivos e intolerantes con médicos, enfermeras y distintas personas del área de la salud, cuya misión no es otra que la de salvar nuestras vidas, porque son ellos quienes atienden a los pacientes con coronavirus. Este comportamiento absurdo sólo puede tener explicación en mentes enfermas. Punto. Mientras el mundo reconoce el trabajo abnegado de médicos y enfermeras, en Colombia algunas personas e incluso cadenas de supermercados los discriminan y los maltratan. Mientras ellos exponen su vida por nosotros, hay quienes los rechazan.

Algunos, como el médico Carlos Fabián Nieto, entregan su vida por salvar a sus pacientes  Qué lejos están esas personas que así se comportan de las palabras del papa Francisco, quien sostuvo en la homilía del Jueves Santo que debemos vivir para servir y no para que nos sirvan. Y si hay personas que nos están sirviendo con absoluto desprendimiento en estos duros momentos son quienes laboran en el área de la Salud. Por esa razón lo que debemos tener para con ellos son palabras de agradecimientos y gestos de solidaridad.

Egoísmo

No es momento de pensar en nuestro propio beneficio, sino en el bienestar de los demás, en especial de quienes más lo necesitan. Es hacia ellos que debemos orientar toda nuestra solidaridad. Es hora de atender a los desposeídos y de pensar en los más débiles.

¿Qué sentido tiene lucrarse con las necesidades de los otros? Esa ganancia que así se obtenga será maldita, porque se logró con el dolor de nuestros semejantes. ¿Qué sentido tiene acaparar productos de primerísima necesidad para quintuplicar su precio? Esa ganancia excesiva de hoy vendrá acompañada de ruina en el futuro.

Es bueno tener presente que el coronavirus no volvió egoístas a quienes así proceden: simplemente se encargó de sacar a relucir el egoísmo y la maldad que tenían por dentro. No es tiempo de atesorar riqueza, sino de poner esa riqueza al servicio de los demás, como hace cientos de empresas y empresarios, quienes entendieron que llegó la hora de devolver buena parte de lo que por años han recibido.

Vanidad

No es tiempo de alimentar egos ni vanidades. Los gobernantes deben saber que lo urgente es salvar las vidas de nuestros compatriotas. Nada es más importante. El reto impuesto por la pandemia del coronavirus no tiene nada que ver con popularidad, sino con eficacia. Ningún titular de prensa justifica una decisión irresponsable o desacertada, producto del afán de protagonismo. A la hora de salvar vidas, Presidente, alcaldes y gobernadores deben tomar decisiones por muy drásticas e impopulares que parezcan.

No es tiempo de encuestas, ni de sondeos de opinión para medir favorabilidad o aprobación de los gobernantes. Y peor si en ellas se invierten miles de millones de pesos que deben ser destinados para repartir mercados y atender a los más necesitados. La vanidad atenta contra la vocación de servicio, porque termina por anteponer los intereses particulares sobre los generales. Ya vendrá el tiempo de las campañas y las elecciones. Los gobernantes deben pensar hoy más en las personas que en los futuros electores.

Indolencia

Así como hay miles de colombianos  que han dado lo mejor de sí para ayudar a  nuestros compatriotas, no solo en materia  económica, sino con suministro de medicamentos  y mercados, también hay muchas personas a  quienes no les duele el prójimo. Se muestran indolentes ante su tragedia. El llanto de los  desposeídos no es el suyo, ni tampoco es suya su tristeza. El sector financiero -unas entidades más  que otras- debería dejar de pensar con el bolsillo y mostrarse mucho más solidario con  quienes están a punto de perderlo todo.  No es hora de cuantificar pérdidas y ganancias, sino de mostrarse generosos con quienes más lo necesitan. No es ético ni moral -aunque sea legal- sacar provecho de la vulnerabilidad de quienes hoy padecen las consecuencias económicas del coronavirus.  ¿Es eso mucho pedir?

Soberbia

Un gobernante soberbio es un mal gobernante. Ahí radica buena parte de su perdición. Y la soberbia no es un asunto de ideologías: tan soberbios han sido Donald Trump y Jair Bolsonaro como Andrés Manuel López Obrador de México.

No se trata de ser de derecha o de izquierda. Ninguno de ellos tuvo la humildad de reconocer que sus compatriotas debían enfrentar un enemigo muy poderoso al que les resultaría difícil vencer. Todos se refirieron al coronavirus como una “gripita”, sin mayor capacidad de hacer daño. En un comienzo les pareció un asunto menor. Hoy sus países padecen las consecuencias de su prepotencia. Están pagando con vidas humanas su absoluta carencia de humildad. Su comportamiento irresponsable, carente -además- de todo rigor científico, motivado por puro egocentrismo o cálculo económico, ha tenido consecuencias nefastas para sus países.

Insensatez

El “pecado” de la insensatez también podríamos llamarlo el de la estupidez. ¿Hay algo más estólido que desafiar las medidas preventivas adoptadas por las autoridades, como la cuarentena? ¡Qué insensatez salir a las calles de forma masiva a parrandear y “mamar gallo”, corriendo el riesgo de contagiarse para luego contagiar a los demás! ¿Qué tienen en la cabeza esas personas que aprovecharon los días santos para armar paseos familiares y de amigos, como si el riesgo de contagiarse fuera un juego de niños? La lucha contra el coronavirus nos exige mucha responsabilidad y compromiso. Los insensatos ponen en riesgo su vida y la de los demás.

Las autoridades deben ser implacables en su sanción con el fin de evitar que el mal ejemplo haga carrera y termine por imponerse. Asumir posturas desafiantes y retadoras es poner en juego la vida de quienes así se comportan y de quienes están junto a ellas. Los jóvenes deben entender que no son inmunes al virus y que de su comportamiento responsable depende la vida de quienes están a su lado.

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