El Heraldo
Las calles de municipios como Campo de la Cruz permanecen solas, como espejo de la escasez venezolana. Jesús Rico
Barranquilla

Más de 2.000 atlanticenses regresan de Venezuela

Campo de la Cruz, eje del retorno con el fin de la bonanza de bolívares.

Campo de la Cruz y el resto de municipios del sur del Atlántico, enfrentan su segunda tragedia, que poco tiene que ver con inundaciones y que tiene a sus pobladores con los bolsillos vacíos. “Se están devolviendo casi todos los que vivían en Venezuela”, exclama un mototaxista de Campo de la Cruz llamado José Guerrero.

El fiel reflejo de esta crisis, que se acrecentó en febrero cuando el presidente Nicolás Maduro ordenó la suspensión del envío de remesas por la devaluación del bolívar, es que diciembre, Carnaval y Semana Santa no fueron lo mismo en el sur del Atlántico.

Hasta hace un año, era tradicional el arribo de camperos, suaneros, santalucieros y manatieros que retornaban con los bolívares que se habían ganado producto de su trabajo.

“Los tenderos no daban abasto para vender cerveza y ron, lo mismo que los vendedores de motos. Las fiestas eran de todos los días, con sancocho y conjuntos vallenatos”, rememora hoy Gustavo De la Rosa, inspector de Suan.

De aquella bonanza de bolívares apenas queda el recuerdo porque estiman que por la crisis en Venezuela, 2.000 pobladores del sur del Atlántico decidieron regresar a sus pueblos desde comienzos de este año. 

La crisis no solo se palpa en la crítica economía de las familias, sino en el comercio, porque tal como lo recuerda De la Rosa, en un fin de semana, cada tienda llegó a vender hasta 400 cajas de cerveza, pero de diciembre para acá, escasamente llegan a las 120.

“Llegamos, pero para quedarnos porque ya no es lo mismo”, dice Johnny Vásquez, con 44 años de residencia en el vecino país.

Danitza Rojano, una campera que cumple 35 años viviendo en Venezuela y que regresó a su tierra natal a visitar a sus nietos, afirma que la situación “está malísima para conseguir trabajo y todo está muy inseguro allá”.

Agrega que ha visto cómo muchos han regresado porque han perdido lo poco que habían conseguido.

El alcalde de Campo de la Cruz, Luis Enrique Gómez, señala que hacia la década de los 80, estos municipios protagonizaron una numerosa emigración hacia el vecino país, “en búsqueda de un mejor vivir”.

Así fue como Campo, Suan, Manatí, Candelaria y Santa Lucía empezaron a cambiar las paredes de palo por muros de concreto en cada casa, pues con el dinero que enviaban los residentes en Venezuela, las familias empezaron a mejorar su calidad de vida.

“Se podían dar el lujo de vacacionar y de regresar para las fiestas patronales de sus pueblos”, añade De la Rosa.

Sin embargo, por la devaluación del bolívar y la suspensión del envío de remesas a sus familiares, esta zona del Atlántico atraviesa una segunda crisis socioeconómica, cuando apenas se empezaba a levantar de los efectos de las inundaciones de 2010.

La angustia es tal, que hasta en el templo católico de los pueblos se escucha el lamento. El padre Henry Iglesias, párroco de Campo de la Cruz,  cuenta que en las jornadas de oración que realiza todos los jueves, la gente reza mucho para que mejore la situación en Venezuela y “así todos puedan retornar a trabajar como antes”.

Solo en marzo, la oficina de Migración Colombia reportó el ingreso de 13.569 personas provenientes de Venezuela,  de diferentes nacionalidades.

Para lo que va del 2014, el número de ciudadanos que se ha desplazado desde Venezuela hacia Colombia asciende a 51.842. De esta cifra, el 57,31% de ingresos fueron realizados a través de alguno de los puntos de control terrestre de Migración, ubicados en Cúcuta, Paraguachón o Arauca. Siendo  estos puntos los más usados por quienes viajan entre el Sur del Atlántico y Venezuela, según el relato de quienes regresan.

Subió demanda en colegios. El retorno masivo de nacionales reportado en el último mes también se refleja en la creciente demanda de cupos escolares.

La coordinadora académica del colegio La Inmaculada, uno de los cuatro que funciona en el municipio de Campo, asegura que le han solicitado unos 70 cupos en las últimas tres semanas para básica primaria y secundaria. “Todos los casos corresponden a familias que llegan desde Venezuela con la intención de radicarse”, afirma. “Lamentablemente, no tenemos cupo para todos”.

Para Rafael Muñoz, quien llegó a su pueblo natal hace tres meses tras vivir 55 años en el vecino país, Campo de la Cruz es visto como un pueblo próspero por los bolívares que ingresaron en los últimos años.

“Si no hubiese sido por las remesas que enviaban los camperos residentes en Venezuela, este pueblo nunca se hubiera levantado con lo que le pasó en el 2010 tras la ruptura del dique, porque del Gobierno Nacional no se ha recibido suficiente aporte”, indica Rafael.

El padre Henry señala que la solución está en que la gente encuentre nuevas formas de subsistir para salir adelante “con la ayuda de Dios”.

Entretanto, algunos camperos toman los ahorros que quedaron de la época de bonanza e intentan resurgir tras regresar a la tierra que hace años dejaron atrás.

Las voces de los camperos que regresaron a su tierra
“Soy técnica auxiliar en enfermería, estuve en Venezuela durante cinco años y allí cuidé enfermos. Con lo que ganaba, enviaba remesas a mis dos hijos y mis padres. Mi casa la construí con el dinero que obtuve allá. Llegué a Venezuela el mismo día que suspendieron el envío de las remesas, enseguida pensé que las cosas así no me iban a beneficiar.

Encontré colas en los supermercados porque no había comida. Veía que la gente se peleaba por una bolsa de leche, y pensé: esto no va para más, yo me regreso a mi país a vivir con mis hijos. En total solo estuve unos 15 días y ya cumplo dos meses de haber regresado. Llamé a mi trabajo y les anuncié que retornaba a mi país porque temía por mi vida. Tomé mis ahorros, mi esposo compró unas vacas y con eso nos estamos manteniendo”.

Johnny vásquez vivió 44 años en Venezuela y regresó hace 45 días
“Cerré los ojos y decidí regresar. Es deprimente lo que está pasando en Venezuela. Se gana muy poco dinero para todos los gastos que hay. Tengo tres hijos y dos se quedaron allá por cuestiones de estudio, llegué con la menor y estoy buscando un cupo en un colegio.

Tenía una constructora, pero se vino a pique desde 1999. Tuve que enfrentar muchas cosas, entre esas, el pasar de ser gerente de una compañía, a tener que regresar a ser maestro de obra, con las botas puestas y la espátula en la mano. Tuve que levantar paredes y colocar puertas.

A Campo de la Cruz solo venía de paseo, pero el pasado 15 de marzo volví para no regresar. Ahora, a mis 46 años, comienzo de cero, pues no permitieron el ingreso de mis herramientas a Colombia porque está prohibido. En el momento, estoy buscando empleo”.

Rafael Muñoz trabajó 55 años en Venezuela y regresó hace 3 meses.
“Vine a Campo de la Cruz y tengo ganas de devolverme. Allí vivía en el estado de Miranda, trabajaba como albañil y pintor. No siempre había trabajo, pero algo se hacía.

Estoy afectado porque no recibo la remesa que me daban mis hijos. Yo nunca he comido con un peso de mi patria, todo ha sido con los bolívares de Venezuela, algo triste pero cierto. Ahora mismo tengo mi casa destruida por las consecuencias de la ola invernal y nadie hace algo por ayudarme. La vida de Campo de la Cruz ha girado en torno a los envíos que hacíamos los que vivíamos en Venezuela. Por eso es que este pueblo todavía está vivo, después de todo lo que le sucedió.

Lo que se está viviendo ahora es una verdadera sequía ante la ausencia de los bolívares que recibía. ¿Quién le ayuda a los camperos? Yo estoy prestando dinero, esperando a ver qué sucede”.

 


 

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